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Dentro de la pirámide: el italiano turbio que mandaba más que Iglesias y Villarejo
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Carlos Prieto

Animales de compañía

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Dentro de la pirámide: el italiano turbio que mandaba más que Iglesias y Villarejo

El magistrado Guiliano Turone revisa en un libro —'Italia oculta'— los turbios años de Licio Gelli y la logia P2. Cuando las teorías de la conspiración más descabelladas se hicieron realidad

Foto: Licio Gelli. (Montaje: EC)
Licio Gelli. (Montaje: EC)

Hay que reconocer que el comisario Villarejo a veces tiene gracia. Tras conocerse que el vicepresidente Pablo Iglesias tendrá asiento en la comisión que controla al CNI, Villarejo lanzó un comunicado titulado: "El acceso de Pablo Iglesias a información secreta del CNI es una amenaza a la seguridad de los españoles".

¿A que es gracioso? Villarejo, el estadista al que le quita el sueño la salud del Estado de derecho. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Maradona en una partido contra la droga?

La anécdota sirve para reflexionar sobre las diferencias entre Gobierno, Estado, cloacas del Estado y Estado dentro del Estado. Algo útil ahora que los límites se diluyen y todo se confunde. Pablo Iglesias es Gobierno metiendo la patita en el Estado. Y Villarejo, cloacas del Estado, pero no solo: antes fue también Estado y Estado dentro del Estado.

Foto: Cartel de '1994'


Como el asunto se las trae, nada mejor que estudiar la figura de un hombre que fue Gobierno, Estado, cloacas del Estado y Estado dentro del Estado al mismo tiempo. Licio Gelli, fundador de la logia P2, muerto hace cinco años, pero de doble actualidad: una investigación le acusa ahora de mover los hilos de la matanza de Bolonia (atentado con 85 muertos en 1980) y hay novedad editorial: 'Italia oculta', del juez emérito Guiliano Turone, sobre la trastienda de una época (1978-1980) en la que el Estado italiano entró en barrena tras una infiltración masiva de la logia masónica P2 de Licio Gelli.

Un "sistema de poder oculto" de infiltración en los sectores estratégicos del Estado para medrar, y ya puestos, frenar al comunismo en las instituciones (eran los tiempos del "compromiso histórico", cuando el PCI se quedó al borde de gobernar) y en las calle (la ola de agitación autónoma). ¿Qué era la P2? "Un sistema insidioso de poder oculto", una agenda reaccionaria clandestina con "una extraordinaria capacidad de condicionar fuertemente los mecanismos institucionales del país".

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Según la documentación incautada a Gelli, todo eso se lograría "mediante la presión de todas las instituciones previstas y disciplinadas en la Constitución, desde los órganos del Estado a los partidos políticos, la prensa, los sindicatos, los ciudadanos electores". En efecto, como resume Turone: "El fin no era derrocar el sistema mediante un golpe tradicional", sino "vaciar el sistema constitucional desde dentro mediante operaciones ocultas, que pueden calificarse de golpismo reptante". De sutiles maniobras de infiltración, a fantasmagóricas tramas de violencia.

La casa común de los reptantes fue la logia masónica P2, en sus propias palabras, un "club en el que están representados, al mayor nivel, operadores empresariales y financieros, exponentes de las profesionales liberales, administradores públicos y magistrados, así como hombres de la política".

Todo esto se conoció 'a posteriori', pero en 1981, tras el asesinato del primer ministro Aldo Moro por las Brigadas Rojas, con choques salvajes entre terrorismo y contraterrorismo, la Democracia Cristiana en deriva siniestra e Italia convertida en una olla a presión, la leyenda sobre la P2 ya era grande. Circulaban muchas teorías de la conspiración sobre su verdadero poder; pero por una vez y sin que sirva de precedente, la leyenda iba a ser devorada por la realidad: no es que alguien estuviera moviendo los hilos del Estado italiano, es que un Estado dentro del Estado estaba dándole el sorpaso al Estado.

El 17 de marzo de 1981, las pesadillas paranoicas más delirantes iban a materializarse gracias (entre otros) al juez Guiliano Turone, autor de 'Italia oculta', que lanzó un operativo contra Licio Gelli.

El encargado del registro de la oficina de Gelli, Franceso Carluccio, oficial de la Guardia di Finanza [cuerpo parecido a la Guardia Civil], recuerda en el libro qué pasó tras encontrar la lista de miembros de la P2 en una caja fuerte. Atentos:

"Estaba impresionado… Comencé a preocuparme… Nunca hubiera imaginado semejante concentración de poder".

El fin no era derrocar el sistema mediante un golpe tradicional, sino vaciar el sistema constitucional desde dentro

Desbordado ante las altas personalidades del Estado que aparecían en la lista, Carluccio sintió "la necesidad de aligerar mi responsabilidad" y telefoneó a su superior: "No puedo ser más explícito… por favor… debe venir usted mismo". El coronel Bianchi se presentó en la oficina de Gelli. "Salí a su encuentro y le dije que en la documentación figuraban personajes importantes, entre ellos, el de nuestro comandante general" [el general Orazio Giannini, máxima autoridad de la Guardia di Finanza]. Glups.

"Estábamos de pie, con el listado sobre la mesa. El coronel recorría los nombres y, en cierto momento, comenzó a decir: 'Carluccio… están todos… están todos… están todos'".

Están todos. Todos. Pánico absoluto.

Ve con cuidado

El coronel Bianchi informó ese día a su jefe, el general Orazio Giannini, que su nombre aparecía en el listado de la logia. En realidad, no llegó a decírselo: Giannini se le adelantó. Una fuente anónima le había informado del registro (buena era la P2). Giannini: "Sé que allí has encontrado las listas. Te comunico que yo también figuro en ellas […] Ve con cuidado, que están los más altos cargos".

Bianchi se quedó pensativo al teléfono: "Entendí que (Giannini se refería a los más altos cargos) del Estado, no de la Guardia di Finanza. Luego (Giannini) añadió: 'Ten cuidado, que el cuerpo se hunde'. Respondí: 'Excelencia, puede tener la certeza de que el cuerpo no se hunde'". Una vez más, quizá no se referían a la Guardia di Finanza, sino al Estado. El cuerpo que se estaba hundiendo (de pura podredumbre) era el cuerpo de… Italia.

La conversación Giannini/Bianchi, reproducida en la comisión parlamentaria sobre la P2, puede traducirse así: El Estado dentro del Estado advierte al Estado: si el Estado va contra el Estado dentro del Estado, el Estado peligra. O algo así (la política italiana es complicada).

Teatro italiano del bueno

Y ahora vamos al lío… Además de Giannini, la lista de la P2 incluía a los siguientes cargos: tres ministros en ejercicio, el jefe del Estado Mayor de la Defensa, los jefes de los servicios secretos, 44 diputados, 24 generales y almirantes de los tres ejércitos, 9 generales de los carabineros, 5 generales de las finanzas, 2 generales de la policía, cientos de oficiales superiores, el secretario nacional del Partido Socialdemócrata, el jefe del Grupo Socialista en el Parlamento, el director del 'Corriere della Sera', el director del principal telediario de la RAI, 18 magistrados, 63 funcionarios ministeriales, decenas de empresarios, directores de bancos, etc.

Cuando el escándalo aún no había saltado a la prensa, los jueces de instrucción de Milán, Guiliano Turone y Gherardo Colombo, informaron al presidente del Gobierno, el democristiano Arnaldo Forlani, sobre la masiva infiltración estatal de la logia. No sin ciertos reparos: Mario Semprini, jefe de gabinete del presidente, también estaba en la lista de la P2.

Otra vez hubo performance.

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Colombo recogió el momentazo en sus memorias, publicadas en 1996:

"Llegamos al Palacio Chigi, nos acompañan al antedespacho ¿y quién nos recibe? Mario Semprini… que en la relación de inscritos en la P2 era el titular del carnet n.º 1637… Sabíamos que el jefe de gabinete de Forlani formaba parte de aquello. Pero pensábamos que habría tenido el buen gusto de no venir a abrirnos la puerta".

Primero, el comité de bienvenida; luego, la guerra psicológica... "Semprini nos acomodó en el antedespacho, y desapareció […] Sabíamos que su nombre figuraba en la lista, pero hicimos como si tal cosa: por otra parte, estábamos convencidos de que él sabía que nosotros sabíamos, y no obstante hacía como si nada. Lo más seguro es que no le fuéramos simpáticos, porque nuestro descubrimiento le creaba un problema, y, sin embargo, nos recibió con la más afable de las sonrisas".

En efecto, parece una escena de terror de David Lynch, pero no olvidemos que la teatralidad es típica de la política italiana.

Sorteado el jefe de gabinete, los magistrados entraron al despacho presidencial... donde continuó el vodevil:

Trató de decirnos algo, pero durante un par de minutos no fue capaz de articular palabra. De su boca salieron algunos sonidos guturales

"Sigue el minueto. El presidente nos invita a tomar asiento y se informa del motivo de nuestra visita. ¡Como si no lo supiera!", escribió Colombo.

El jefe de gabinete y tres ministros estaban de mierda hasta el cuello, pero el presidente seguía manteniendo la calma… por poco tiempo.

"Forlani nos preguntó el motivo de la visita. Cuando le dijimos que se trataba de la P2, de una organización secreta que podría poner en riesgo las instituciones, se apeó de las nubes. O, mejor, trató de decirnos algo, pero durante un par de minutos no fue capaz de articular palabra. De su boca salieron algunos sonidos guturales y tuvimos la impresión, no confirmada, de que trató de desvirtuar el argumento sin hallarse todavía en disposición de dominar el lenguaje".

El Estado había enmudecido. La situación era alarmante. No había nadie al mando.

"Después de un poco se rehízo y, finalmente, habló. '¿Pero están ustedes seguros de la importancia del acontecimiento? ¿Están ustedes seguros de que no se trata de documentos falsos, creados intencionalmente para generar confusión?'".

Estaba impresionado. Comencé a preocuparme. Nunca hubiera imaginado semejante concentración de poder

Los jueces le enseñaron la solicitud de admisión a la P2 del ministro de Justicia. El presidente dijo: "No, no me parece que sea su firma". Tras comparar la firma con un papel oficial, Forlani reculó: "¡Ah!, se asemejan, es cierto. Parecen hechas por la misma mano".

La expresión no pudo ser más adecuada: las mismas manos movían los hilos del Estado y del Estado dentro del Estado. El riesgo no era ya de solapamiento, sino de OPA pura y dura al Estado.

Plata o plomo

El informe de la comisión de investigación parlamentaria sobre la P2 es un clásico del estudio sobre Estados dentro del Estado. Según la comisión, además de en la política y en la policía, la logia se infiltró en el sistema financiero (recuerden el quilombo del Banco Ambrosiano y sus sórdidas ramificaciones vaticanas) y en el periodístico, tras hacerse con el control del "mayor grupo editorial del país" (Rizzoli, propietario del 'Corriere della Sera').

Pero desarticular la logia y convertir a Gelli en chivo expiatorio, solo era parte del problema, la P2 era una estructura de poder más densa que el plomo. La comisión parlamentaria utilizó la metáfora de la "doble pirámide” para describirla. El juez Turone explica el concepto doble pirámide: "El sistema P2 es un conjunto de dos pirámides colocadas una sobre la otra, de forma que en su conjunto adoptan la forma de una clepsidra. El vértice de la pirámide que está debajo está constituido por Licio Gelli, rodeado de sus servicios secretos. Por tanto, Gelli no es el fantasmagórico gran jefe de todo el sistema de poder oculto: es solo el guardián, el notario de esta pirámide inferior, donde se encuentran todos los afiliados de las listas y todos los secretos relativos a los mecanismos del poder oculto y a las grandes operaciones gestionadas y controladas por ellos. Es solo la pirámide inferior, con el ejército de los inscritos y la documentación de los negocios inconfesables".

Más allá de la relación de Gelli con los servicios secretos, no sabemos qué fuerzas se mueven en la pirámide superior

¿Y cual era la pirámide superior según la comisión parlamentaria? "Hay que admitir la existencia de otra pirámide que, invertida, tiene su vértice precisamente en la figura de Licio Gelli, el punto de conexión entre las fuerzas y grupos que en la pirámide superior indican las finalidades últimas, y, en la inferior, las actuaciones prácticas… Más allá de la relación de Gelli con los servicios secretos, no sabemos qué fuerzas se mueven" en la pirámide superior. No sabe/no contesta. Quizá a esto se referían en la Democracia Cristiana cuando decían que la mejor manera de enterrar un asunto en Italia era crear una comisión de investigación parlamentaria.

PD: Cuando la prensa informó sobre la metástasis P2 en 1981, hubo gran escándalo, pero la Democracia Cristiana, cuya facilidad para moverse en ambas realidades era legendaria (Estado de día; Estado dentro del Estado de noche), aguantó el tirón unos años más. El presidente Forlani fue felicitado por el Partido Comunista por airear la lista de infiltrados, pero no llegó al verano como presidente. Luego fue viceprimer ministro en los gobiernos socialistas de Bettino Craxi. Los enjuagues entre Forlani, Craxi y Guilio Andreotti para mantener el sistema turnista fueron antológicos, pero todo tenía un límite. La crisis aplazada en 1981, estalló violentamente en 1992, con la oleada anticorrupción de Mani Pulite/Tagentopoli, que tumbó el sistema político italiano de posguerra. De las llamas del Estado emergió una criatura regeneradora sorprendente: Silvio Berlusconi. ¿Saben qué empresario milanés emergente estaba en la P2? Correcto: Silvio Berlusconi. Que todo cambie, para que siga el baile. La política italiana 'e un mondo difficile'. Y Villarejo: un becario confuso.

Hay que reconocer que el comisario Villarejo a veces tiene gracia. Tras conocerse que el vicepresidente Pablo Iglesias tendrá asiento en la comisión que controla al CNI, Villarejo lanzó un comunicado titulado: "El acceso de Pablo Iglesias a información secreta del CNI es una amenaza a la seguridad de los españoles".