El erizo y el zorro
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Por qué las pelis porno tienen argumento y otras sabrosas historias de Martin Amis
El escritor inglés recoge veinte años de artículos ingeniosos, inteligentes y juguetones en 'El roce del tiempo'
Una sentencia judicial de 1973, emitida por un tribunal californiano, señalaba que una película con contenido sexual era “obscena” si carecía “por completo” de “valor” social, literario, artístico, político o científico. Por esa razón, durante años la industria del porno estadounidense gastó millones de dólares en poner argumentos a sus películas: para darles algún valor narrativo que impidiera que fueran calificadas como obscenas. “No solo mostramos a gente follando –le cuenta un ejecutivo de la industria a Martin Amis en un reportaje incluido en 'El roce del tiempo'–. Enseñamos por qué están follando”. Amis se encoge de hombros. No hace falta mucha explicación narrativa. A él le parece claro que están follando, dice, por dinero.
Todo el nuevo libro de Amis –que recoge piezas publicadas en periódicos y revistas entre 1994 y 2016– es como este pasaje. Quizá hubiera sido transgresor hace veinte años –o ni eso–y el hecho al que hace referencia, en este caso las películas porno con guión destinadas a los videoclubes, seguramente sea algo desconocido para cualquier menor de treinta años. Pero es ingenioso, rápido, inteligente y juguetón.
'El roce del tiempo' (Anagrama) incluye reportajes como este –hay varios sobre actos del partido republicano estadounidense, sobre las partidas de póquer en Las Vegas o John Travolta–, reseñas de libros, perfiles de escritores, artículos sobre deportes, evocaciones personales y opiniones políticas. Por sus páginas pasan personajes que son habituales en el periodismo de Amis: Donald Trump, Christopher Hitchens, el brillante pero a veces odioso poeta británico Philip Larkin, Vladimir Nabokov y Saul Bellow –a los que Amis considera sus Twin Peaks (las dos cumbres) literarias del siglo XX–, John Updike, Lady Di, el 11-S y sus consecuencias y, por supuesto, Martin Amis. No es su mejor recopilación de artículos; en 2001 publicó el magistral 'La guerra contra el cliché' (Anagrama) y es posible que algunas piezas de las aquí recopiladas no pasaran entonces el corte. No tiene la insolencia juvenil de 'El infierno imbécil' (Península), que reunía textos sobre la cultura estadounidense de la década de 1980, o de 'Visitando a Mrs. Nabokov y otras excursiones' (Anagrama), donde ya asomaba la mezcla brillante de alta cultura y cultura pop tan propia de él.
Pero, a pesar de todo, 'El roce del tiempo' es brillante, divertido y erudito. Si no te gusta Amis, no deberías acercarte a él. Si nunca le has leído, probablemente no deberías empezar por este libro. Si te gusta, es como volver a escuchar a un viejo y querido amigo, un poco más cascado pero siempre genial.
Ese mundo un poco avejentado que recorre el libro de Amis parte de un hecho que ahora parece extraordinario: hubo una época, que coincidió con la juventud y la mediana edad de Amis, en la que los novelistas se podían hacer ricos gracias a las ventas de sus libros, eran famosos e influyentes y, sobre todo en Reino Unido, eran un objetivo para los periódicos sensacionalistas, que publicaban historias amarillas sobre sus divorcios, sus problemas con hacienda o, en el caso de Amis, la dentadura increíblemente cara que se hizo poner con el dinero recibido por una de sus novelas. Y así, la fama es uno de los temas centrales de toda su obra y de este libro.
A Amis le preocupa la fama de Lady Di, cómo los actores llevan su fama, la irritación burlona que siente Hitchens cuando lleva veinticinco minutos paseando por Nueva York y nadie le ha reconocido y parado para comentarle su última aparición televisiva o su último artículo, o las figuras públicas que en otros tiempos llegaron a ser escritores como los antes mencionados. Y, por supuesto, le preocupa su propia fama, cosa que cuenta con tanta sinceridad que hace que su narcisismo casi parezca divertido: la gira de presentación por Estados Unidos de uno de sus libros coincide con el momento más álgido de la obsesión mediática por el juicio de O. J. Simpson, el jugador de fútbol americano acusado de dos asesinatos, lo que hace que las entrevistas que concede a radios y televisiones sean en ocasiones más breves de lo previsto o se graben en diferido; en su viaje de una punta a otra del país se topa con Jack Nicholson y lo cuenta; no le chirría en exceso que los lectores piensen que los novelistas son las nuevas estrellas del rock y casi agradece que una escritora con la que coincide le diga que no le gustan sus libros, porque después de tanto viaje y agasajo él mismo estaba empezando a pensar que era maravilloso.
A Martin Amis le preocupa su propia fama, cosa que cuenta con tanta sinceridad que hace que su narcisismo casi parezca divertido
En 'El roce del tiempo' aparecen también el extraordinario talento que tiene Amis como lector, su capacidad para entender qué hace que un libro o una frase sean brillantes o un fracaso; sus juegos verbales –que se pierden un poco en la traducción–, su oído para la poesía o cómo sus opiniones políticas se vieron muy afectadas por la investigación sobre las hambrunas del estalinismo y, en primera persona, por los ataques a Nueva York el 11-S. Su retrato de Jeremy Corbyn es cruel pero seguramente justo; y en la relación con su padre, que fue miembro del Partido Comunista y acabó siendo un derechista bastante provocador, siempre está de fondo la política.
En un ensayo con más clichés de lo habitual, pero con una carga sentimental también inhabitual en él, Amis se despide de Christopher Hitchens, ya enfermo de cáncer y con pocos meses de vida por delante. En él le regaña por algunos errores de su prosa –Amis puede ser muy tiquismiquis–, pero le elogia hasta las lágrimas. En aquel momento, algunos creyentes especularon con que Hitchens, un ateo no solo declarado sino militante, tal vez viera la luz y reconociera la existencia de Dios, aunque fuera por el miedo a morir. Amis considera que eso es imposible, pero le insta a hacer una conversión más suave: que deje de ser ateo y se reconozca como agnóstico. El mundo es demasiado complejo, cree Amis, nuestra ignorancia es demasiado grande, para estar seguros de que Dios no existe. “Tu cuerpo estelar, Oh Hitch, deriva de elementos liberados por supernovas, por estrellas que explotan. Fuego estelar fue tu útero y fuego estelar será tu tumba: un curso justo para alguien que siempre ha brillado con tanta fuerza. La estrella progenitora, la bomba de hidrógeno estable que llamamos sol, con el tiempo dejará de ser un enano amarillo para ser un gigante rojo, y se hinchará para consumir lo que quede de nosotros, dentro de unos 6.000 millones de años.”
Mientras esperamos, podemos entretenernos perfectamente con las singularidades del mundo –las buenas, las malas, las feas, las bellas– que pocos escritores captan con el talento de Martin Amis.
Una sentencia judicial de 1973, emitida por un tribunal californiano, señalaba que una película con contenido sexual era “obscena” si carecía “por completo” de “valor” social, literario, artístico, político o científico. Por esa razón, durante años la industria del porno estadounidense gastó millones de dólares en poner argumentos a sus películas: para darles algún valor narrativo que impidiera que fueran calificadas como obscenas. “No solo mostramos a gente follando –le cuenta un ejecutivo de la industria a Martin Amis en un reportaje incluido en 'El roce del tiempo'–. Enseñamos por qué están follando”. Amis se encoge de hombros. No hace falta mucha explicación narrativa. A él le parece claro que están follando, dice, por dinero.
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