Es noticia
'Españolas, Franco ha muerto'
  1. Cultura
  2. Íncipit
Jaime M. de los Santos

Íncipit

Por

'Españolas, Franco ha muerto'

Cayó el franquismo, pero no la venda. La gran infraestructura de la autarquía se desplomó en medio de cantos de “libertad sin ira”, de encendidas proclamas que adelantan “un mañana siempre incierto”

Foto: 'Españolas, Franco ha muerto'.
'Españolas, Franco ha muerto'.

'Los teatros son santuarios del gesto, de la palabra. Nuevas basílicas para el encuentro con la vida, con la historia. Donde el tiempo es más relativo que nunca. Cambia. Se descompone. “Depende del estado de movimiento”. Templos donde expiar culpas, donde hallar consuelo, risa o llanto. Y hay salas con nombre de mujer, de mujeres eternas como Margarita Xirgu, quien, según Lorca, “arrojaba puñados de fuego y jarras de agua fría sobre públicos adormecidos”.

Hoy, en ese teatro, es 20 de noviembre de 1975. La televisión interrumpe su emisión para dar paso, urgente, a un boletín informativo: “Españoles, Franco ha muerto”. En todo el Estado retumba la misma voz ronca, entrecortada, crepitante. Hay quienes llevan semanas esperando la noticia. Otros, casi cuatro décadas. Se hace el silencio. Todo es blanco y negro dentro y fuera del televisor. Después de 36 años de dictadura, España, igual que la princesa de Rubén Darío, “ha perdido la risa, ha perdido el color”.

Carlos Arias Navarro, como sacado de un Disparate de Goya, llena la pantalla con su macilenta presencia. El presidente del Gobierno convertido en corifeo, disfrazado de 'pleurant'; el guardián de la patria absoluta elevado a sumo sacerdote de un tiempo que se acaba. Un tiempo de injusticias, de verdades absolutas y exiguas certezas. Un tiempo sin fe (a pesar de la fe).

placeholder 'Españolas, Franco ha muerto'
'Españolas, Franco ha muerto'

Días después, cientos de mujeres (y hombres), macabro pelotón de sobrevenidas plañideras, se agolpan junto a la arquitectura de Sachetti para contemplar el cadáver. Mujeres sin apenas derechos, hijas de su tiempo, se arrodillan junto al pasado, bajo el cielo dibujado por Giaquinto. Representan el último vestigio de lo que fueron y dejarán de ser, el epílogo de un invierno que ha durado demasiado. Pura, pero viva arqueología.

Cae el franquismo, pero no la venda. La gran infraestructura de la autarquía se desploma en medio de cantos de “libertad sin ira”, de encendidas proclamas que adelantan “un mañana siempre incierto”. Pero la mujer, aquellas mujeres, esa mitad del mundo, sigue presa del silencio. Un silencio ignominioso que dura ya mucho tiempo y que nadie, parece, tiene prisa por romper. Mujeres que carecen de derechos pero que tienen sus propios delitos, adulterio, aborto y propaganda; que no tienen voz, pero cargan con la culpa de sus cuerpos, con el fruto del árbol del bien y del mal.

Mujeres sin derechos pero con sus propios delitos, adulterio, aborto y propaganda; que no tienen voz, pero cargan con la culpa de sus cuerpos

Allí empezó todo, con Eva seducida comiendo del árbol prohibido, pecando e introduciendo en la tierra la muerte y la sed, el hambre y el frío, el sentimiento de desnudez. Un cuerpo que será cubierto, escondido, anulado, incluso proscrito a lo largo de la historia. Que con la muerte del dictador, con el advenimiento de esa nueva Arcadia que es la Transición, se vuelve sujeto activo. La belleza de Venus nuevamente desvelada, con una renovada y perturbadora fuerza. Esa que capta Botticelli cuando retrata a Afrodita llegando a las costas de Chipre, táctil, eterna, evocadora. La que encarnan las nuevas Evas que, desde su libertad, desnudas, también pretenden guiar al pueblo.

Un país que cambia las consignas castrenses por canciones que le piden que hable, que “no escuche a quien le diga que guarde silencio”, que ejerza su derecho a ser, a estar, y no solo a parecer (en el mejor de los casos). Un tiempo de sufragio universal, sí, pero cuyo paradigma lo encarna el disputado voto, pero del señor Cayo, un hombre más. A las mujeres les queda mucho que colonizar. A ellas, que han sido reducidas a madres y esposas, a seres débiles, incapaces o instintivos, a sujeto subordinado al varón, les tocará construir dos democracias, la del Estado y la de sus propios cuerpos.

placeholder Volvera? a rei?r la primavera, manchado deseo de verano. (Antonio Saura © Succession Antonio Saura / www.antoniosaura.org / A V Agencia de Creadores Visuales 2020)
Volvera? a rei?r la primavera, manchado deseo de verano. (Antonio Saura © Succession Antonio Saura / www.antoniosaura.org / A V Agencia de Creadores Visuales 2020)

Mujeres que provienen de esa España que Saura pinta en su particular 'Mentira y sueño de Franco'; la de campos de soledad y blancos muros de cal, la de monstruosas presencias y terribles ausencias, la de esos muertos que no rehúye mirar porque, como escribió la revista 'Life', “si no los mira, si no los dibuja, si no los recuerda, la muerte de aquellos soldados habrá sido vana”. Cuarenta y un dibujos que tienen tanto de Goya como de Picasso, de sus series de guerra y pasión, que recalcan esa inclinación patria por el drama y por las escenas plagadas de una belleza que, como dirá Rilke, no es “sino comienzo de lo terrible”.

En eso han invertido cientos de horas Ruth Sánchez y Jessica Belda en reconstruir una historia que es de todos, pero especialmente de todas; un relato a través de ese tiempo inmediatamente posterior a la muerte de Franco que postergó a la mujer mientras cimentaba su prosperidad. Un texto que bien podría ser periodismo pero que tiene mucho de género epistolar, que es contundente prosa pero que está plagado de poesía. Un espectáculo que dirige Verónica Forqué como si, parafraseando a Dante, se pintara a sí misma, arrojándole al público “puñados de fuego y jarras de agua fría”. Una mujer transitando por terrenos que le son propios, que ya desafió antes, cuando era una joven actriz en un país que arrancaba con la incertidumbre de un nonato. Una de esas heroínas que, como Penélope, resistieron los envites de un tiempo que tardó en serles proclive.

'Españolas, Franco ha muerto'. En la sala Margarita Xirgu del Teatro Español, hasta el 15 de marzo.

'Antonio Saura. Mentira y sueño de Franco'. En el Círculo de Bellas Artes, hasta el 17 de mayo.

'Los teatros son santuarios del gesto, de la palabra. Nuevas basílicas para el encuentro con la vida, con la historia. Donde el tiempo es más relativo que nunca. Cambia. Se descompone. “Depende del estado de movimiento”. Templos donde expiar culpas, donde hallar consuelo, risa o llanto. Y hay salas con nombre de mujer, de mujeres eternas como Margarita Xirgu, quien, según Lorca, “arrojaba puñados de fuego y jarras de agua fría sobre públicos adormecidos”.

El redactor recomienda