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¿Cantar o escuchar? 'Las canciones' de Pablo Messiez
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Jaime M. de los Santos

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¿Cantar o escuchar? 'Las canciones' de Pablo Messiez

A partir de personajes de Chéjov, el director argentino vuelve al Teatro Pavón Kamikaze

Foto: Todo el elenco de 'Las canciones'. Pavón Teatro Kamikaze. (Vanessa Rabade)
Todo el elenco de 'Las canciones'. Pavón Teatro Kamikaze. (Vanessa Rabade)

A las 8:30 de la mañana, cada mañana, salgo de casa. Unos días, para tomar café. Americano. Otros, simplemente a hacer deporte. En todos los casos, con música. Desde hace poco más de un año, con la misma música. Con las canciones de Pablo Messiez. No solo están sus canciones, que tampoco son solo suyas, hay más, muchas más. Me gusta pensar que, de haber podido, lo mismo que Jan Fabre, habría conformado con ellas, con todas ellas, su personal y olímpico Veinticuatro horas. Otro titánico ascenso. Pero al Mont Ventoux. Para abarcar el infinito. Como Petrarca. 'Eu sei que vou te amar', suena primero. Siempre. Pura casualidad. Quizá sea el portugués casi susurrado lo que me arrastra, lo que tira de mí. Solo sé que me hace feliz. Dice Messiez que las canciones te cambian. Debe ser cierto. Son solo las 8:34 y conmigo lo han conseguido. Pura causalidad.

Casi sin darme cuenta ha empezado a cantar Dalida. Todo es mejor. Su voz gruesa, poderosa, inunda mis ojos, la calle. Es un gigante. Una rapsoda atravesada por el drama, por el miedo. Que brilla incesante en su soledad autoimpuesta. 'Laissez-moi danser', pide; déjame bailar. Yo también quiero bailar. Pocas veces lo hago. Busco en la acera ojos cómplices, pies díscolos, algún brazo incontinente. Nada. Todo está en orden. Amarrado. Ni un ápice de rebelión rítmica, de fugaz compás. Nada. Cosas de la civilización, supongo. Una pena. Son las 8:41 y ya he rozado la realidad. Con los dedos. Suena Violeta Parra; me invita a 'Volver a los diecisiete'. Entonces sí que bailaba. También por la calle. Y cantaba. Con Teresa. Vicios de juventud. Hoy soy casi adicto al café. Americano, ya saben. Antes lo era al té. Negro y con canela. Al teatro lo he sido siempre.

placeholder 'Las canciones', Pablo Messiez. (Vanessa Rabade)
'Las canciones', Pablo Messiez. (Vanessa Rabade)

A las 8:30 de la tarde estoy en el Teatro Pavón Kamikaze. En mi butaca de terciopelo rojo de seda. Sobre las tablas, emergen más tablas; que componen un cubículo. Una sala de grabación. Un tabernáculo para la música. Un altar. 'Pour ne pas vivre seul', se oye de fondo. Pero en italiano. En la boca de Leopoldo Mastelloni. Una rareza. Se concatenan más rarezas, más música. Los personajes hablan, pero no siempre se escuchan. Como en nuestro mundo. “Hay que saber si se es de cantar o se es de escuchar”, dicen taxativos desde ese fanal de pino mientras tratan de ocultarse, de velar aquello que los conmueve, que los perturba, que los acabará transformando. Hay algo de manicomio entre esas cuatro paredes, de arca pero para otra alianza. Más frágil; igualmente necesaria. Hemos levantado la tapa y se han puesto a rodar los cilindros de cobre que hacen posible la vida, que producen canciones.

Casi sin darme cuenta, con la tapa bien abierta, he comenzado a moverme. Primero una pierna, después la otra. Hasta llegar a Nina Simone. Falta la cara B y medio teatro no puede parar; eso sin Edith Piaf. “Quedó fuera”, me confiesa Messiez. También Mina. No sé si seré capaz de perdonarlo. Las dos están en mi lista; varias veces. En la que escucho por la mañana. Lleva su nombre, pero es mía, y como a Olga, de todos la que más me recuerda a Chéjov, me hace sentir mayor. Lo de saberse mayor tiene que ver con la música. Mucho. Confieso a mi sobrino que no puedo parar de escuchar 'Dream a little dream of me'. No le importa si la voz es de Doris Day o Pink Martini; le sueno lejano. Pretérito. Tiene dieciocho años. Yo no. Pero al menos sueno. Y eso me gusta. Lo que no tengo claro es a qué. Un poco a Händel. Un poco a Chavela Vargas. Un poco a Mika. Un poco a Bola de nieve. Antes sonaba distinto. Estoy seguro.

placeholder Rebeca Hernando, en el papel de Olga, 'Las canciones'. (Vanessa Rabade)
Rebeca Hernando, en el papel de Olga, 'Las canciones'. (Vanessa Rabade)

A las 8:30 de la mañana, casi sin darme cuenta, con el frío seco de Madrid intentando arañarme el cuerpo, envuelto en una bufanda inmensamente negra, de lana, 'Las canciones' de Messiez vuelven para abrazarme; como el recuerdo. De otras letras. De otras melodías. De muchas de las frases dichas ayer, en el escenario. “Qué triste… No poder hacer silencio juntos” solo es una de ellas. Crucial. Me persigue. Es mejor el silencio que no decir nada; callar que escucharse sin más. 'A house is not a home', frasea a la vez Barbra Streisand. Puro azar. En este ahora nuestro no solo falta cultura, belleza, canciones. Faltan silencios, prudencia. Amor. Falta sentir. Un poco más. Mejor.

*'Las canciones'. Texto y dirección: Pablo Messiez (a partir de personajes de Antón Chéjov).

El Pavón Teatro Kamikaze. Hasta el 10 de enero.

A las 8:30 de la mañana, cada mañana, salgo de casa. Unos días, para tomar café. Americano. Otros, simplemente a hacer deporte. En todos los casos, con música. Desde hace poco más de un año, con la misma música. Con las canciones de Pablo Messiez. No solo están sus canciones, que tampoco son solo suyas, hay más, muchas más. Me gusta pensar que, de haber podido, lo mismo que Jan Fabre, habría conformado con ellas, con todas ellas, su personal y olímpico Veinticuatro horas. Otro titánico ascenso. Pero al Mont Ventoux. Para abarcar el infinito. Como Petrarca. 'Eu sei que vou te amar', suena primero. Siempre. Pura casualidad. Quizá sea el portugués casi susurrado lo que me arrastra, lo que tira de mí. Solo sé que me hace feliz. Dice Messiez que las canciones te cambian. Debe ser cierto. Son solo las 8:34 y conmigo lo han conseguido. Pura causalidad.