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Jaime M. de los Santos

Íncipit

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De corrido

Llevado por el pertinaz y adictivo directo que le es propio a las ondas, he decidido que este 'Íncipit' —el número 80— esté escrito de corrido —discúlpenme—

Foto: Página de 'Memorial', de Bryan Washington. (Cedida)
Página de 'Memorial', de Bryan Washington. (Cedida)

El domingo pasado volvía a la radio. Con las sensaciones intactas del primer día de clase. Con el ánimo entero de quien no quiere fallar. Y digo que volví porque hace veinte años me puse por vez primera ante un micrófono y un piloto rojo que campaba y se encendía cuando todos escuchan; sobre una ventana mate, inmensa, desde donde miraba Ana Cadenas —mi eterna Titania—; de la mano de José Luis Arriaza; para hablar de cultura por detrás de un susurrado "hola, Madrid". Ahora lo hago con Jaime Cantizano, bajo unos auriculares como los que insisten en llevar los que se saben modernos, en la 'Hora Brava'. Con Isabel Lobo y Pablo Pombo y Sara Escudero. En un estudio con butacas por si también se quiere ser visto. Nervioso. Y un poco enamorado. Esto no lo cuento por vanidad —aunque me vea reflejado en el vano que esconde el control y a Gemma Esteban—, sino llevado por el pertinaz y adictivo directo que le es propio a las ondas, porque he decidido que este 'Íncipit' —el número 80— esté escrito de corrido —discúlpenme—.

placeholder Biblioteca de mi casa con DVD’s. Balda LGTB. (Jaime M. de los Santos)
Biblioteca de mi casa con DVD’s. Balda LGTB. (Jaime M. de los Santos)

Acababa de cumplir los veintitrés, dos más que el príncipe convertido en 'Bestia' de la Disney pre-Pixar, no sabía nada de nada —por más que agarrara con fuerza el micro; por más que lo peleara todo—, y allí estaba, ante miles de orejas empeñadas en cederme su atención —¿imaginan mayor ejercicio de generosidad?—. No es que ahora sepa mucho, que tampoco, pero, cuando hace unos días regresé a ese clásico dibujado con mi sobrino David —la noche anterior a mi segunda primera vez en la radio—, me quedé estupefacto al escuchar al hada travestida de mujer enjuta que, la maldición animalística invocada, se cumpliría en el hedonista heredero si no encontraba el amor verdadero y antes de cumplir los 21 años de edad. Entiendan mi angustia; si el amor es esquivo y voluble en todas las ratios, ¿el de verdad con solo estrenar la veintena? Eso sí que lo sé. De eso sí estoy convencido; del grave error del guionista pacato afincado en Florida. Así que acosté a David y a su móvil —los osos no están de moda— y rescaté con ansia de la librería del salón —sigo siendo adicto a los DVD— la película 'Beginners'; de la balda con cintas LGTB —los tengo ordenados por tema—. Frente a mí, ya tarde y tumbado sobre la alfombra persa y gastada, Christopher Plummer se enamoraba 'de verdad' a los 75 —y de otro hombre—. El mismo que había cantado 'Edelweiss' junto a 'froilan' María en la Viena ocupada, pero con todo el pelo cano, dejando atrás aquello de que no hay más que un tipo de amor verdadero —y normal—; demostrando que el tiempo y su paso son relativos. Me fui a la cama con mejor ánimo, con alguna certeza recobrada y el 'Do, re, mi', de Julie Andrews, como lluvia fina, constante —culpa de mi madre; esto lo explicaré otro día—. Creo que soñé con Aristófanes y sus epicúreas naranjas. O con Lady Gaga en los Oscar de 2015. No estoy seguro.

placeholder Julie Andrews abraza a Lady Gaga en la entrega de los Premios Oscar de 2015. (Reuters)
Julie Andrews abraza a Lady Gaga en la entrega de los Premios Oscar de 2015. (Reuters)

Ahora, mientras sigo escribiendo de corrido, pensando en cómo continuar sin que se note mucho mi desorden mental, busco en mi 'playlist para hacer deporte' la canción de Gianni Bella, la que insiste en que "de amor ya no se muere". Lo ideal, y esto lo digo yo —pero sin cantar—, sería hacerlo enamorado; morirse. O como poco, habiéndolo estado —y si es más de una vez, mejor—. Por sentirte más completo. Por saber de qué hablan casi todos los libros que has leído. La canción, en italiano, la rescató para el teatro —que es la vida verdadera— Pascal Rambert, en su 'Ensayo'. Era Israel Elejalde el que activaba un tocadiscos con aire vetusto sobre las tablas del Pavón, para que sonara fuerte; antes de empezar un soliloquio —amargo— donde también se habla de amor, "una estructura amplia y líquida que se infiltra por todas partes" —igual que la radio—. No suelo sacar fotos de los libros que leo —a veces sí que los subrayo—, pero de 'Memorial' —de Bryan Washington— conservo una —mano incluida, la mía— que no quería que se me escapara y que recuerda y mucho esa sentencia, que dice que el ser amado "está ocupando un espacio en el cerebro de otro humano", hasta convertirte en "una entidad extranjera. Un parásito". La misma idea invasiva, abrupta, total, repelida y soñada; que mueve el mundo y lo seguirá haciendo. "Quien lo probó lo sabe".

placeholder Israel Elejalde, Jesús Nogales, María Morales y Fernanda Orazi, en 'Ensayo'. (Cedida)
Israel Elejalde, Jesús Nogales, María Morales y Fernanda Orazi, en 'Ensayo'. (Cedida)

El domingo pasado volvía a la radio. Con las sensaciones intactas del primer día de clase. Con el ánimo entero de quien no quiere fallar. Y digo que volví porque hace veinte años me puse por vez primera ante un micrófono y un piloto rojo que campaba y se encendía cuando todos escuchan; sobre una ventana mate, inmensa, desde donde miraba Ana Cadenas —mi eterna Titania—; de la mano de José Luis Arriaza; para hablar de cultura por detrás de un susurrado "hola, Madrid". Ahora lo hago con Jaime Cantizano, bajo unos auriculares como los que insisten en llevar los que se saben modernos, en la 'Hora Brava'. Con Isabel Lobo y Pablo Pombo y Sara Escudero. En un estudio con butacas por si también se quiere ser visto. Nervioso. Y un poco enamorado. Esto no lo cuento por vanidad —aunque me vea reflejado en el vano que esconde el control y a Gemma Esteban—, sino llevado por el pertinaz y adictivo directo que le es propio a las ondas, porque he decidido que este 'Íncipit' —el número 80— esté escrito de corrido —discúlpenme—.

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