:format(png)/f.elconfidencial.com%2Fjournalist%2F32c%2F34e%2F46f%2F32c34e46f7e015feeb6e612d086b0164.png)
Íncipit
Por
De la otredad, el amor y la guerra
Todo es trágico en Pajtim Statovci, hasta el amor verdadero; porque en todo está la guerra, las de Yugoslavia y la librada dentro del pecho, las que siguen matando hoy
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fd7d%2F438%2F10a%2Fd7d43810a405387d90159ca0dcbf6b7d.jpg)
A veces pasa que no salen las palabras. Hay veces, incluso, que los temas te esquivan, se alejan. Y da lo mismo todo lo que hayas visto o creído ver -no siempre miramos-, la cabeza se seca, las ideas crujen. Así ando yo ahora, justo cuando me siento a escribir este Íncipit, sin saber a qué dedicar su tiempo -el suyo, de quienes leen- y mis letras. Y divago. Y hago café -he recuperado el molinillo eléctrico y la cafetera de aluminio rayado-. Y pienso en Pajtim Statovci, en su vida, en sus novelas -consecuencia las unas de la otra-, en cómo será eso de escribir tan bonito. Las recibí en casa envueltas con papel de estraza, abrazadas por un escaso cordón de esparto, hace poco más de un mes. Tres tomos con su efigie, la de él, por detrás de una reserva blanca con el título y su nombre; tres retratos del mismo hombre con diferente mirada y una biografía al envés, “nació en Kosovo, aunque creció en Finlandia después de que su familia se instalase allí huyendo de las guerras de Yugoslavia”. Me levanto. Están colocadas una sobre la otra -siguiendo, escrupuloso, su año de edición-, tumbadas por encima de la obra completa -en castellano- de Melania Mazzucco. Las leí en una semana, las tres, de un salto; creo que no soy capaz de separar sus historias, se han vuelto una pero poderosa. Me encantaría verlas en cine, cosidas sin orden; acompañadas del silencio hueco del miedo a la guerra. Son todas teselas del mismo universo, el nuestro, que retumbaba y aún lo hace a un palmo, un poco al este; al que hemos querido dar la espalda para intentar sentirnos mejor.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Ffbf%2F725%2Ffbd%2Ffbf725fbd437e1fb20160f531412efa1.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Ffbf%2F725%2Ffbd%2Ffbf725fbd437e1fb20160f531412efa1.jpg)
Todo empieza con el encuentro del protagonista -kosovar, inmigrante y gay- y un gato que no es un gato sino su forma de adjetivar al hombre que un día creyó amar; un gato que habla como el que sueña Lewis Carroll y es cruel como a veces somos todos; un gato castrador, hiriente, al que podríamos darle la voz que una vez le dio Rossini -“Miau”-. No sé si por mi grave alergia -me inflamo igual que un pez globo con solo mirarlos- o por la fascinación que me provoca su belleza extrema, pero leí
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fe6f%2Fbf0%2F0b4%2Fe6fbf00b48fb2b51560be1b237b5723c.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fe6f%2Fbf0%2F0b4%2Fe6fbf00b48fb2b51560be1b237b5723c.jpg)
Una serpiente, “más astuta que todos los animales de la tierra”, engañó a Eva y condenó por siempre a su estirpe. Las hay enzarzándose en la cabeza de Medusa -las de Caravaggio son un prodigio-. Otra se arrastra en
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F3f1%2F333%2F596%2F3f1333596e233ec5004818bed40b4bf6.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F3f1%2F333%2F596%2F3f1333596e233ec5004818bed40b4bf6.jpg)
A veces pasa que no salen las palabras. Hay veces, incluso, que los temas te esquivan, se alejan. Y da lo mismo todo lo que hayas visto o creído ver -no siempre miramos-, la cabeza se seca, las ideas crujen. Así ando yo ahora, justo cuando me siento a escribir este Íncipit, sin saber a qué dedicar su tiempo -el suyo, de quienes leen- y mis letras. Y divago. Y hago café -he recuperado el molinillo eléctrico y la cafetera de aluminio rayado-. Y pienso en Pajtim Statovci, en su vida, en sus novelas -consecuencia las unas de la otra-, en cómo será eso de escribir tan bonito. Las recibí en casa envueltas con papel de estraza, abrazadas por un escaso cordón de esparto, hace poco más de un mes. Tres tomos con su efigie, la de él, por detrás de una reserva blanca con el título y su nombre; tres retratos del mismo hombre con diferente mirada y una biografía al envés, “nació en Kosovo, aunque creció en Finlandia después de que su familia se instalase allí huyendo de las guerras de Yugoslavia”. Me levanto. Están colocadas una sobre la otra -siguiendo, escrupuloso, su año de edición-, tumbadas por encima de la obra completa -en castellano- de Melania Mazzucco. Las leí en una semana, las tres, de un salto; creo que no soy capaz de separar sus historias, se han vuelto una pero poderosa. Me encantaría verlas en cine, cosidas sin orden; acompañadas del silencio hueco del miedo a la guerra. Son todas teselas del mismo universo, el nuestro, que retumbaba y aún lo hace a un palmo, un poco al este; al que hemos querido dar la espalda para intentar sentirnos mejor.