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El "puto apocalipsis" de James Rhodes en 'Instrumental'
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Alberto Olmos

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El "puto apocalipsis" de James Rhodes en 'Instrumental'

El popular pianista británico publica una autobiografía donde habla sin tapujos sobre los abusos sexuales a los que fue sometido de niño, que le llevaron a la prostitución, las drogas y la locura

Foto: James Rhodes
James Rhodes

Pide el azar que no deje quieto el cadáver de Jaime Gil de Biedma.

La semana pasada escribí en esta misma sección sobre sus 'Diarios' y después me fui de librerías. Me acompañaron no sé cuántos comentarios en Facebook.

Foto: El pianista británico James Rhodes (EFE)

Unos decían que a qué sacaba yo las andanzas con muchachos del poeta en Manila; otros afirmaban que aquello era cosa sabida y no era necesario zarandearla; otros más, con estudios, invocaban poetas grecolatinos y metros yámbicos donde también se violaba niños. La cosa al final iba a ser culpa mía.

Los libros y películas se acaloran por momentos, y el lector y espectador reconoce enseguida el sulfuro en el cuento y es lo que primero que quiere contarte

No sería fácil encontrar una reseña o una simple opinión sobre 'Santuario', de William Faulkner, en la que no se mentara la violación que en ese libro se comete, y que se lleva a cabo con una mazorca de maíz, vicaria de virilidad. Tampoco creo que los espectadores de 'Reservoir Dogs' salieran del cine comentando como locos lo del globito que se cruza por delante de la cámara en una escena concreta, y no lo de la oreja que un mafioso le rebana a un policía, navaja en mano. Los libros y las películas se acaloran por momentos, en páginas y escenas, y el lector y espectador reconoce enseguida ese sulfuro en el cuento, y es lo que primero que quiere contarte cuando le preguntas sobre él.

Sin embargo, la gente lee un libro donde un señor afirma acostarse con niños y cree que no hay nada que decir sobre eso.

Ejemplos y mala vista

No lo comenta Ignacio Echevarría en su artículo en El Cultural; no lo comenta Luis Antonio de Villena en su reseña, publicada en ese mismo suplemento. La reseña de Villena, de hecho, se cierra con la afirmación de que Gil de Biedma es “un alto ejemplo”. La verdad, no sé yo si tan alto.

Me he imaginado a un lector de El Cultural yendo a por los 'Diarios' de Gil de Biedma buscando el “alto ejemplo” que dice el otro, y encontrándose lo del muchacho de “diez o doce años” en el prostíbulo de “niños y niñas”. ¿Qué pensará este lector de Luis Antonio de Villena? ¿Que lo engañó, que no leyó los diarios que reseña o que los pasajes pederastas están escritos con letra muy chiquita, y todos hemos de hacer como que tenemos mala vista?

Por imaginar, también me imaginé un texto similar -unos diarios de un gran escritor- que saliera hoy a la luz y donde el autor se jactara de las mujeres a las que pegó y hasta mató, con esa alegría y entusiasmo que Gil de Biedma pone en recordar sus aniñadas aventuras. Obviamente, todos esos indulgentes vía Facebook de ahí arriba serían los primeros en pedir la quema del libro.

El caso es que me metí en la librería La buena vida con aquellos comentarios de Facebook y estas reflexiones de batalla en la cabeza, y le pregunté al librero por un libro “fuerte”. Busco un libro fuerte, le dije a Jesús Trueba. Me señaló enseguida 'Instrumental', de James Rodhes. Es el Jamie Oliver de la música clásica, me dijo.

Era eso, en efecto, por el lado blando; por el lado fuerte era otra cosa: la autobiografía de un hombre al que violaron de niño.

Después de leer las primeras cincuenta páginas, lo tuve que dejar.

Repito: lo tuve que dejar. Me puse de mal humor. Se me hinchaba alguna vena en alguna parte del cuerpo que te riega la congoja. Casi deseé poder escribir otra vez sobre Jaime Gil de Biedma para titular mi artículo: 'Jaime Gil de Biedma, pedazo de hijo de la gran puta'.

Rhodes utiliza palabrotas a mansalva en su libro, y habla con una explicitud tan descarnada sobre lo que es ser violado que, la verdad, te haces pedazos mientras lees.

'Instrumental' recuerda en sus primeras páginas a esa autobiografía clínica inolvidable de Frizt Zorn, 'Bajo el signo de Marte'. Rhodes, como Zorn, hace balance cuando ya nada puede ser salvado, y, cargado de razón, riega de bilis todo el universo conocido.

Cuando tu vida es un infierno

Afirmaba Peter Sloterdijk en 'Esferas' que la colonización se basó en un principio muy sencillo: el que coloniza conoce al otro mejor de lo que el otro se conoce a sí mismo. Es lo mismo que sucede con la pederastia, y James Rodhes nos ofrece en este libro un claro ejemplo (incluso un alto ejemplo, ay) de cómo ser violado no puede comprenderse hasta que pasan muchos años, y entonces es tarde y tu vida, un infierno.

Un “puto apocalipsis”, lo llama Rodhes.

Rodhes nos ofrece un claro ejemplo de cómo ser violado no puede comprenderse hasta que pasan años, y entonces es tarde y tu vida, un infierno

Para empezar, las violaciones le destrozaron la espalda, y tuvo que someterse a tres o cuatro operaciones; además, empezó a prostituirse -desde los doce a los dieciocho años-. (Cuando Gide cuenta en sus diarios que los niños argelinos son los que le buscan a él, hay que entender que gente como Gide hizo primero que esos niños pensaran que debían comportarse así.) Luego vinieron el alcohol y las drogas, las autolesiones con cuchillas de afeitar, los psiquiátricos, las curas de desintoxicación y la incapacidad para mantener relaciones amorosas mínimamente equilibradas.

Casado y con un hijo, Rodhes naufraga definitivamente cuando ese hijo alcanza la edad en la que él fue violado; como si traer niños al mundo te volviera culpable de alimentar la atrocidad.

Música clásica

James Rodhes es un concertista de piano muy popular en Reino Unido, de modo que su relato del horror viene punteado por sus pasos hacia el éxito como músico. En esta parte se confirma lo que el propio Rodhes afirma de sí mismo en la introducción: “Soy un imbécil vanidoso, egocéntrico, superficial y narcisista”.

Pero se lo perdonamos. Cómo no perdonárselo.

Su amor por la música clásica es un amor lectivo, difusor. Dan muchas ganas de escuchar sinfonías y sonatas mientras se lee 'Instrumental' (un link en páginas interiores lo facilita). Rodhes entiende que la música clásica lo salvó y, aunque al final se le va la mano con el buen rollo y una floja filosofía como de cocinero en TeleCinco, su libro es espectacular, desgarrador, verdad.

Pide el azar que no deje quieto el cadáver de Jaime Gil de Biedma.

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