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Reig, Azpeitia, Orejudo..., hijos del último bar de la vieja Malasaña
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Alberto Olmos

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Reig, Azpeitia, Orejudo..., hijos del último bar de la vieja Malasaña

Los tres escritores componen una mini-generación dentro de los autores nacidos en los años 60. Sus emblemas: erudición, humor y buen castellano. Dos de ellos tienen nueva novela

Foto: Rafael Reig y Antonio Orejudo
Rafael Reig y Antonio Orejudo

Hay un largo camino entre el último bar de la vieja Malasaña y la gran Q de la editorial Tusquets. Todo ese camino han recorrido juntos Antonio Orejudo, Rafael Reig y Javier Azpeitia.

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Se conocieron en la facultad de Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, en los pizpiretos años 80, y han seguido siendo amigos a pesar de conseguir ser escritores. Nacidos en la capital de España, fustigaron los bares de la movida con esa excentricidad que da saberse el romancero de memoria. Seguramente creyeron ligar muchas noches gracias a Garcilaso. Nunca dejaron del todo la universidad, y desde luego no la enseñanza, y entre algún campus en Estados Unidos, alguna facultad en el sur de la península y ese guateque de la escritura creativa que es el Hotel Kafka, toda su vida ha estado encomendada a dar a conocer los libros.

Una generación opacada

Escribieron pronto los suyos, que aparecieron en los años 90 en una editorial sin renombre (Lengua de Trapo), para que fueran leídos por cuatro gatos, ignorados por la prensa, desdeñados por los autores consagrados y descartados en primera instancia de cualquier premio oficial. Reig, Orejudo y Azpeitia pertenecen a una generación opacada, que trató de hacerse ver cuando la generación anterior (la de los Marías, Muñoz Molina o Juan José Millás) disfrutaba de su particular barra libre editorial, que incluía en la última copa un vale-descuento de solidaridad: nunca hablar bien de los que vienen detrás.

Era casi inevitable que acabaran en la editorial Tusquets, un sello que no pecará nunca de moderno, pero tampoco de densidad de sintaxis

Era casi inevitable que acabaran en la editorial Tusquets, un sello que no pecará nunca de moderno, pero tampoco de publicar autores con densidad de sintaxis. Reig y Orejudo, también Azpeitia (también Fernando Aramburu o el fallecido Ramiro Pinilla) hacen de la escritura un ejercicio de claridad, y sus páginas traen siempre un eco de Galdós, un tintineo de la palabra precisa y humilde, frente al gusto de sus mayores por la ingeniería idiomática, heredada de Juan Benet, reputado ingeniero, de hecho.

El impresor de Venecia

Javier Azpeitia acaba de publicar 'El impresor de Venecia' (Tusquets), una novela que parece hablarnos del pionero de la edición Aldo Manuzio, pero que termina cuajando en un homenaje a un mundo que se acaba: el de los libros.

Azpeitia exhibe en su novela un entrañable conocimiento de la literatura grecolatina, de la que trae al texto citas impresionantes: “Lo sabio no es sabiduría” ('Bacantes', Eurípides). Este lema puede aplicarse a la misma novela, que aborda asuntos tan sesudos como la edición aldina, el desarrollo de la imprenta o la preservación y difusión en Europa de la literatura griega con un humor y un gusto por la sicalipsis que rebajan muy gratamente la amenaza de tostón que pende sobre el libro.

“...si bien estos libros no son tampoco baratos en absoluto, el gran Manuzio consiguió al menos hacer muchos libros. Baste una hazaña como esa en los malos tiempos que corren para tenerlo en nuestras oraciones.”

Señales de humo

Mi buen amigo Rafael Reig, por su parte, completa al fin un proyecto que muchos opositores de Lengua y Literatura llevaban años demandándole: la segunda parte de su 'Manual de literatura para caníbales' (2006).

Aquel fue un libro importante en la literatura española porque proponía una relectura política y satírica de la historia de nuestras letras en los últimos doscientos años. La cosa partía de Larra y llegaba hasta Juan Marsé.

'Señales de humo' (Tusquets) recurre -un poco a la manera de 'El ministerio del tiempo'- a un loco profesor de instituto que es capaz de viajar al pasado y asistir en directo a la creación de las grandes obras de la literatura española. El libro comienza con las jarchas, que Reig aprovecha a las primeras de cambio para defender la obra humilde y popular (y femenina) frente a esa masculinidad épica con la que solía darse inicio a nuestra literatura en los viejos manuales: 'El Cid', o sea.

En 'Señales de humo' un loco profesor de instituto viaja al pasado y asiste en directo a la creación de las grandes obras de la literatura española

Al igual que 'El impresor de Venecia', 'Señales de humo' nos viene restallante de humor y erudición, condecorada de citas maravillosas que suponen muchas horas de lectura y muchas más de quitarse de encima los prejuicios. La guerra la vamos perdiendo, según Reig, pues una literatura pomposa y palatina se ha posicionado perfectamente para acallar la voz del pueblo, ésa que tan bien representó Lope de Vega: “Mira, Juana, qué amor; mira qué engaños; / pues hablo en natural filosofía/ a quien me escucha jabonando paños.”

Hay un largo camino entre el último bar de la vieja Malasaña y la gran Q de la editorial Tusquets. Todo ese camino han recorrido juntos Antonio Orejudo, Rafael Reig y Javier Azpeitia.

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