Mala Fama
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"No se dice guardería, se dice escuela infantil" La última gilipollez lingüística
Esta semana Irene Montero le afeó a Toni Cantó que dijera "guardería" en lugar de "escuela infantil". Y nuestro colaborador Alberto Olmos, escritor y ama de casa, se cabreó. Mucho
Hoy vengo ante ustedes como ama de casa. O sea que tengan mucho cuidado.
Soy un ama de casa que escribe, por reiterar una expresión de Enrique Vila-Matas (aunque dudo que Vila-Matas ponga tantas lavadoras como yo, amén de que uno ya no escribe mucho más que estas columnas), y esta condición casera, sobrevenida por causa de la paternidad, me ha abierto a una realidad que desconocía: las gilipolleces.
Es tremenda la cantidad de gilipolleces que tiene que aguantar un ama de casa. Se habla mucho de la invisibilidad de nuestro trabajo, de la falta de todo tipo de cobertura social o de la manera en que habrían de repartirse las labores del hogar. Pero, oigan, ¿y las gilipolleces? El ama de casa se pasa el día con la tele o la radio encendidas, al albur de la primera gilipollez que se le ocurra decir a alguien sobre la vida real -que es la única vida que conoce un ama de casa.
Mi amiga Sofía Castañón nunca me perdonará esta columna, porque vengo a afearle unas palabras a Irene Montero, también diputada de Podemos. En mi descargo diré que los padres primerizos necesitamos airearnos de vez en cuando.
Guardería
Pues estaba yo viendo la tele mientras la niña mordisqueaba un libro por el suelo cuando apareció en pantalla Irene Montero. Obviemos todo contexto, y vayamos a la frase en sí: “No se dice guardería, se dice escuela infantil”, Irene Montero dixit.
Con la niña devorando celulosa, completamente ajena al hecho de que, después del verano, le tocará arrebatarle juguetes a otros niños si quiere jugar, obedecer un horario inamovible de comidas y siestas y, con suerte, enfermar de cosas de las que no tenía por qué enfermarse, un malestar, luego estupor, luego cabreo, luego indignación rampante se fue apropiando de mi cordura. ¿Cómo que no se dice guardería? ¿Cómo que “no se dice”?
Un malestar, luego estupor, luego cabreo, luego indignación rampante se fue apropiando de mi cordura. ¿Cómo que no se dice guardería?
De modo que están -pensé- todos los padres y madres de España buscándole guardería a sus hijos y resulta que ni siquiera se llama así. ¡Con razón está tan difícil encontrar una!
Mi madre me pregunta por la guardería, parejas amigas hablan de su guardería, los tenderos y cajeras me recomiendan que lleve a mi hija a la guardería; está todo el aire que respiro amenazado de guarderías pero, oigan, ¡que estamos hablando sin saber!
Porque el que sabe lo llama escuela infantil.
Abrí Twitter y decidí criticar a Irene Montero. Luego vi que eso era lo que estaba haciendo todo el mundo (por todos los motivos equivocados) y me guardé (!) de opinar. Cuando vino mi novia (¡no se dice “novia”!), le pregunté sin saludarla siquiera: Oye, no se dice guardería, se dice escuela infantil, ¿qué pensamos sobre eso?
Ella ya lo había oído, y me puso otro ejemplo: no se dice “gimnasia”, se dice “educación física”.
Me quedé pensativo. La pregunta “¿en esta guardería se da gimnasia?” empezó a parecerme el nuevo “Alá es grande”.
El diccionario
Si no lo he entendido mal, guardería no nos gusta porque es de la misma familia léxica que guardar, y guardar guardamos la ropa, los destornilladores y la pintura acrílica. ¿Cómo va a ser lo mismo cuidar de niños que poner unos calcetines en un cajón?
Sin embargo, el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua ofrece como primera acepción de la voz “guardar” la siguiente: “Tener cuidado de algo o de alguien, vigilarlo y defenderlo.”
¿Se puede reunir más épica de la crianza (cuidado, vigilar, defender) en una sola palabra? O, dicho de otro modo, ¿se puede acertar más que con “guardería”?
Sin salirnos del DRAE, y también en la primera acepción, resulta que escuela es: “Establecimiento público donde se da a los niños la instrucción primaria.” La definición ya es de una antipatía demoledora, y casi da la razón a Leopoldo María Panero, que consideraba la escuela “una institución penal”. Además, ¿qué queremos para nuestros hijos de tan sólo seis meses, un año o un año y medio, que los cuiden o que los instruyan?
¿Se puede reunir más épica de la crianza (cuidado, vigilar, defender) en una sola palabra? ¿Se puede acertar más que con "guardería"?
Nadie lleva a un niño a una guardería para que le enseñen matemáticas o pensamiento político y social. Se le lleva para que lo cuiden como lo cuidaría uno mismo si no lo volviera imposible el trabajo o la infame vanidad de querer escribir una nueva novela.
¿Por qué “escuela infantil” es mejor que “guardería”? ¿Qué gusto -y sobre todo, qué autoridad intelectual- rige aquí? ¿Alguien que no ha estudiado filología, ni filosofía del lenguaje, ni semiología, y que por tanto no es una eminencia en ninguna de estas materias, se levanta un día y dice: “Caramba, que feo me parece a mí eso de guardería, tratándose de niños. Voy a iniciar una campaña contra esa palabra”, y eso es todo, un capricho de la ignorancia?
Márketing de lo peor
Investigando un poco en internet, encuentro la siguiente dicotomía: guardería es un lugar siniestro donde echar a los niños, mientras que escuela infantil es un edén con “proyecto educativo”. O, lo que viene a ser lo mismo, para competir con las demás guarderías nos hemos inventado las escuelas infantiles, que son lo mismo que las guarderías pero con más decorado intelectual. Nada que objetar al márketing, ni al lógico desarrollo de los centros infantiles (la guardería del siglo XXI no puede ser igual que la de 1920), pero ¿es necesario cambiarles el nombre, y a peor?
Me permito recordar algunos epítetos que los padres dedicamos a diario a nuestros bebés: "enanos", "renacuajos" y "monstruos"
Por otro lado, casi nadie dice “guardería”, sino “guarde”, por la lógica economizadora del habla coloquial. Me abruma -y apena- pensar en una sociedad en la que cientos de miles de padres empezarán a sufrir reproches de otros padres (y hasta de gente sin hijos) cuando, tomando un café a media mañana, se les ocurra decir “guarde” y no “escuela infantil”, dos sílabas en lugar de seis. ¿Es necesario tanto dolor, nuevas fricciones gratuitas, la fatua prepotencia del enterado de turno? ¿Por qué?
Si el motivo es exclusivamente la dignidad de los niños de entre 0 y 3 años, que no son cosas que se guardan, vuelvo a señalarles la definición del diccionario para “guardar”. También me permito recordar algunos epítetos que los padres dedicamos diariamente a nuestros bebés: “enanos”, “pequeñajos”, “renacuajos” y “monstruos”. Parece increíble que semejante maltrato verbal no haya caído aún en manos de la Justicia.
Hoy vengo ante ustedes como ama de casa. O sea que tengan mucho cuidado.