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Sin compromiso: por qué los escritores no escriben sobre lo que a ti te da la gana
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Alberto Olmos

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Sin compromiso: por qué los escritores no escriben sobre lo que a ti te da la gana

'Europa', de Cristina Cerrada, y 'Fantasía Lumpen', de Javier Sáez de Ibarra reavivan el debate sobre el compromiso de los escritores con los grandes problemas de su tiempo

Foto: Detalle de la portada de 'Fantasía lumpen', de Javier Sáez de Ibarra
Detalle de la portada de 'Fantasía lumpen', de Javier Sáez de Ibarra

En 'Cosas que los nietos deberían saber' (Blackie Books), Mark Oliver Everett, líder de la banda Eels, dejaba para la posteridad el desplante perfecto de la autonomía artística. Su grupo acababa de publicar un nuevo disco y a algunos de sus fans les había resultado poco atractivo, frío, neutro, irreconocible... En fin: “¡No es el disco que esperábamos!”, clamaron literalmente. Mark Oliver les contestó de esta manera en su libro de memorias: “¿Ah, sí?, pues ¡haz tú el disco que esperabas!

Es muy difícil saber qué espera la gente, si acaso la gente espera realmente algo de los músicos, los cineastas o los escritores.

Foto: Loquillo y Sabino Méndez. (Efe) Opinión

Hace unos días, el periodista y escritor Álvaro Colomer señalaba en Twitter: “Hay algo indecente en la masiva publicación de novelas sobre refugiados. Es otra industria vergonzante.”

¿Es oportunista escribir novelas sobre refugiados o fomentar como editor libros con esa temática? ¿Espera de hecho el público lector novelas sobre refugiados? ¿Debe el escritor dejar lo que esté haciendo -pongamos, una novela sobre refugiados- cuando el debate público cambie y lanzarse deprisa y corriendo a escribir otra novela -pongamos, sobre transfobia-?

Y ¿dónde queda la buena literatura en medio de todo esto?

Compromiso

Desde que en 1948 Jean Paul Sartre publicara '¿Qué es la literatura?', metro de platino iridiado del compromiso literario, la narrativa europea ha vivido por oleadas la publicación 'masiva' de novelas autocalificadas como sociales, comprometidas o de denuncia. Obviamente la estacionalidad de esta literatura viene marcada por la situación socioeconómica: si hay crisis, hay novela social. O mejor: si hay crisis, la prensa da visibilidad a la novela social.

Y se vivía esta paradoja: aquellos escritores que habían escrito la novela que les daba la gana eran los que parecían más comprometidos

Entre 2008 y 2014 fue habitual ver en las secciones de Cultura de los periódicos más importantes de España recuentos de novelas que trataban asuntos como el 15M, los desahucios o la precariedad laboral. Mi propia novela 'Ejércico enemigo' (Random House) se citaba en relación a la primera efeméride; 'La trabajadora' (Random House), de Elvira Navarro, y 'Democracia' (Seix Barral), de Pablo Gutiérrez, eran también muy aireadas.

Dado que los escritores ya no vivimos para que nos lean sino para que nos saquen en los periódicos, numerosos autores empezaron a escribir sobre esos asuntos que aparecían en la prensa, con la esperanza de que los periodistas culturales se fijaran en ellos. Se volvió difícil de pronto distinguir al escritor oportunista de aquel que sólo había publicado una novela oportuna, en milagrosa correspondencia con la conversación del momento.

Y se vivía esta paradoja: precisamente aquellos escritores que habían escrito la novela que les daba la gana eran los que parecían más comprometidos, es decir, los que uno diría que estaban dando a la sociedad la novela “necesaria”.

En realidad, amigos, a ningún buen escritor le importa lo más mínimo la novela que tú crees que es necesaria.

Hijos de puta

Esto es así porque preguntas tan habituales como ¿por qué no se escriben más novelas sobre la crisis?, ¿por qué no se escribe más sobre refugiados? o ¿por qué no hay más historias sobre el mundo laboral? falsean el debate literario sobre la calidad de un escritor y lo centran en la bondad ética de su obra. Si uno no escribe sobre refugiados o desempleados, debe de ser muy hijo de puta.

Los escritores somos tan hijos de puta que sólo queremos escribir buenos libros, y un buen libro, por definición, es aquel que trata de un tema que la gente no sabía que quería leer. Si repasan las novelas que más les han gustado en los últimos tiempos, se darán cuenta de que ninguna aborda un asunto que estuviera en sus conversaciones privadas. Todas lograron que ustedes, de pronto, empezaran a hablar de algo nuevo. ¿Acaso estábamos todos hablando de ETA en el bar siete años después del último atentado antes de que Fernando Aramburu publicara 'Patria' (Tusquets)? Incluso: ¿era el BDSM una curiosidad generalizada antes de la aparición de '50 sombras de Grey'?

El propio Álvaro Colomer con su novela 'Aunque caminen por el valle de la muerte' (Random House) ha llamado nuestra atención sobre la batalla de Najaf, que no creo que fuera la comidilla de las sobremesas de España.

¿Considerará Colomer que 'Europa' (Seix Barral), la última novela de Cristina Cerrada, es 'indecente'? La obra está protagonizada por una comunidad de refugiados que trabaja en una fábrica de papel, y su concepción como fábula sobre las relaciones de poder, así como su prosa fría y distanciada, son perfectamente coherentes con la obra anterior de su autora, carveriana militante.

Por no hablar de 'Fantasía lumpen' (Páginas de Espuma), de Javier Sáez de Ibarra, conjunto de relatos sobre trabajadores marginales. ¿Hay en Sáez de Ibarra oportunismo o sólo la voluntad de escribir justamente ese libro?

Basta leerlos para dar con la respuesta.

En 'Cosas que los nietos deberían saber' (Blackie Books), Mark Oliver Everett, líder de la banda Eels, dejaba para la posteridad el desplante perfecto de la autonomía artística. Su grupo acababa de publicar un nuevo disco y a algunos de sus fans les había resultado poco atractivo, frío, neutro, irreconocible... En fin: “¡No es el disco que esperábamos!”, clamaron literalmente. Mark Oliver les contestó de esta manera en su libro de memorias: “¿Ah, sí?, pues ¡haz tú el disco que esperabas!

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