Mala Fama
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Una novela espectacular que nadie le recomendará este verano
Los sellos independientes publican a menudo libros verdaderamente espectaculares que muchos lectores pasan por alto; el último,Vivir abajo, de Gustavo Faverón
Hace unos días tomé prestado de una biblioteca de pueblo un libro que no me interesaba: 'Donde el silencio se bifurca', de Gerardo Piña. Ni el título me encandilaba ni la portada era triunfal ni el nombre del autor hacía cola en mi memoria esperando la ocasión de ser leído. De hecho, había bastantes libros en esta pequeña biblioteca, libros premiados y de todos los sellos conocidos y algunos con cubiertas muy atractivas y en cuarta edición, y libros de moda y libros que hasta yo mismo llevaba algunos meses esperando en las bibliotecas de Madrid. Pero me quedé con el mexicano Piña, ya ven.
¿Por qué quise leer un libro que no quería leer? Ésa es la pregunta a la que responden las pequeñas editoriales, los sellos independientes, la empresas editoras comandadas por gentes con una idea concreta de la literatura. Sólo quise leer a Sergio Piña porque lo publicaba Periférica.
Hace tiempo que alguien dijo o contribuyó a propagar la idea, que no sé quién acuñó en primer término, de que una buena editorial es aquella que te hace leer libros que no sabías que querías leer. En España tardamos 36 años en saber que queríamos leer 'Proyectos de pasado', de Ana Blandiana. Fueron los años que transcurrieron entre su publicación en Rumanía y su edición española, a cargo de Periférica. Fíjense la cantidad de gente (de editores) que tienen que despistarse sucesivamente durante cuatro décadas para que un libro extraordinario acabe publicado al cabo por una editorial de Cáceres. Habría que preguntar a la rumana Blandiana -o, incluso, a toda Rumanía- qué les parece eso.
Hace dos semanas falleció el editor de Periférica, Julián Rodríguez, a los cincuenta años de edad. Junto a Paca Flores armó ese susurrador de secretos que es un sello independiente de calidad. Porque la ironía de que Periférica publicara, entre tantos otros grandes libros, 'Proyectos de pasado', de que hiciera, en fin, una aportación fundamental a la cultura española, es que en realidad no seremos más de mil, dos mil o tres mil personas (entre 35 millones de adultos) los que habremos leído este libro. Pero a lo mejor eso mismo es la cultura.
Descanse en paz el gran editor.
Candaya
Otro tanto puede decirse de Candaya, la editorial de Paco Robles y Olga Martínez que este curso está publicando los mejores libros que ustedes todavía no saben que quieren leer. Ustedes creen que quieren leer el premio Nobel, el premio Planeta y el premio Alfaguara, y por eso se dan tantos premios inútiles, porque los editores creen que ustedes saben lo que quieren. ¡Olvídenlo, ustedes no tienen ni idea de lo que quieren! Se dan cuenta tarde, cuando abren el último premio y piensan: qué patata, por dios, ¿realmente quería yo leer esto? No, ustedes querían leer 'Vivir abajo' (Candaya), de Gustavo Faverón, lo que pasa que no lo sabían. Quizá no lo sepan nunca.
'Vivir abajo' son 664 páginas que se leen como 664 trampillas por las que uno se cayera al vacío, tobogán abajo de una sintaxis vertiginosa y una trama horrible y unos personajes cuyas vidas se cruzan en la línea del horizonte de una Latinoamérica desangrada. Un poco así es la prosa de Faverón. La novela es un gran flashback y un gigantesco y laberíntico guirigay de voces y de historias, con fronteras y cárceles y asesinos y torturas y sótanos y una suerte de facilidad y fluidez de relato mezclada con una estructura donde se encaja toda la artillería del narrar: estilo directo e indirecto, narratarios cambiantes, sueños, enumeraciones perecianas, descripciones rousellianas, terror a lo Stephen King, visiones y relatos futuros, guiños en los nombres de los personajes, falsas identidades, relato dentro del relato y todo lo que quieran; y, también, mucho Bolaño.
La novela es un gigantesco y laberíntico guirigay de voces y de historias donde se encaja toda la artillería del narrar
El hecho de que a mí se me indigeste '2666' y 'Vivir abajo' me parezca una delicia es algo que, como dijo el otro, tengo que consultar con mi confesor. '2666' no tiene la unidad, la disciplina ni el sentido del libro de Faverón. Pero lo podemos discutir en los bares.
Porque 'Vivir abajo', lejos de lo que dicen sus admirables editores españoles, y quizá de lo que diga el propio autor, no es fantástico porque -¡otra vez!- quiera proponerse como una suerte de gran fresco sobre el ser latinoamericano sobre la faz de la Tierra y las guerras y dictaduras compartidas y la historia fatal decantada en su irredimible alma. Honestamente, no se puede estar más harto de una propuesta que de la Gran Novela Latinoamericana de Darnos Pena a Nosotros Mismos.
Lo increíble, adictivo y volátil de 'Vivir abajo' es que se lee como ficción, casi ciencia ficción, con esas cárceles subterráneas inverosímiles y esos personajes que han visto películas que aún no se rodaron y esos encuentros aleatorios en bares de los que surge un largo relato truculento y espectacular. La Historia real es apenas un borrador del que no queremos acordarnos. Olvídense por tanto de leer para concienciarse sobre algo acerca de lo cual, la verdad, tampoco es tan difícil concienciarse, y lean para ser felices.
Tienen todo el verano para 664 páginas de pura y simple genialidad.
Hace unos días tomé prestado de una biblioteca de pueblo un libro que no me interesaba: 'Donde el silencio se bifurca', de Gerardo Piña. Ni el título me encandilaba ni la portada era triunfal ni el nombre del autor hacía cola en mi memoria esperando la ocasión de ser leído. De hecho, había bastantes libros en esta pequeña biblioteca, libros premiados y de todos los sellos conocidos y algunos con cubiertas muy atractivas y en cuarta edición, y libros de moda y libros que hasta yo mismo llevaba algunos meses esperando en las bibliotecas de Madrid. Pero me quedé con el mexicano Piña, ya ven.