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¿Quién va a reseñar mejor que yo un libro mío? (Alberto Olmos se critica a sí mismo)
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¿Quién va a reseñar mejor que yo un libro mío? (Alberto Olmos se critica a sí mismo)

Creo justo sacrificarme una vez más por la literatura española siendo el primero en reseñar su propio libro para concluir que es una obra maestra. Nos lo están pidiendo los lectores

Foto: La máquina de escribir de Saramago. (EFE)
La máquina de escribir de Saramago. (EFE)

En la cadena del libro se da una paradoja fenomenal, si entendemos como cadena del libro esa línea de crédito culturalque va del autor que lo ha escrito hasta el lector que lo compra y lo lee, pasando por el editor que contrata el manuscrito, el distribuidor que lo lleva por las Españas y los libreros que lo ponen a la venta. La paradoja es que todo el mundo sabe de literatura a excepción del que la hace. El autor no sabe nada de literatura, por mucho que, si él no escribe, no exista. De este modo, un autor o autora llena unos folios y se resigna a que un editor le diga si eso es bueno y merece publicarse; un distribuidor le dice al editor si eso es bueno y merece distribuirse; un librero le dice al distribuidor si eso es bueno y merece venderse, y finalmente un lector le dice a un librero si eso es bueno y mereció la pena comprarlo. No creo que haya otro oficio en el mundo en el que aquel que más sabe tenga que ser humillado por todos y cada uno de los que saben menos. Cuando el libro llega al crítico, el autor debería mostrarse muy seguro de sí mismo, pues saltó más obstáculos que los caballos elegantes de la hípica. Pero no, el autor teme la última valla.

placeholder 'Irene y el aire'.
'Irene y el aire'.

La única forma decente de aliviar a los autores y dejar de torturarlos con nuevas opiniones sobre sus libros sería darles ocasión de reseñarlos ellos mismos y en exclusiva. ¿Qué opina Javier Marías de 'Berta Isla', de Javier Marías? ¿Qué opinión le merece a Sara Mesa 'Un amor', de Sara Mesa? Dirán que entonces los suplementos literarios se llenarían de expresiones colindantes con “obra maestra” y que los lectores no sabrían qué obra maestra leer según un suplemento para el cual todo serían obras maestras. De acuerdo, pero ¿habría alguna diferencia con los suplementos actuales?

La revolución está en el aire. Muchos autores ya se ponen a sí mismos en Goodreads cinco estrellas a cara descubierta. Otros lo hacen de tapadillo. Casi todos escriben los elogiosos resúmenes de sus propias contraportadas y no pocos se los compran en Amazon para ver cómo suben en el 'ranking' de más vendidos. Se suceden los trueques de elogios y masajes. Se llama por teléfono al crítico para decirle lo que tiene que poner. Alguien debe dar el primer paso, amigos. Creo justo sacrificarme una vez más por la literatura española siendo el primero en reseñar su propio libro para concluir que es una obra maestra. Nos lo están pidiendo los lectores, el mundo se ha cansado de intermediarios, la luna brilla.

Muchos autores ya se ponen a sí mismos en Goodreads cinco estrellas a cara descubierta. Otros lo hacen de tapadillo

¿Quién te va a reseñar mejor que yo un libro mío?

'Irene y el aire'

Mi libro se titula 'Irene y el aire' y lo publica Seix Barral con pleno desconocimiento de su éxito. Todavía no ha vendido un solo ejemplar. A mis años y agotamientos, ser capaz de escribir un libro entero con el más mínimo sentido y de encontrar luego a alguien que quiera publicarlo solo puede considerarse un éxito. Vender decenas de miles de ejemplares a personas que no conozco, ser traducido a más idiomas de los que hablo, estar entre los mejores libros del año según suplementos que no leo o ganar el premio Nacional que no recuerdo quién ganó el año pasado debería ser para mí la gloria. Está todo equivocado, amigos, la gloria, el éxito, Babelia y el premio Nacional. Éxito es escribir a pesar de todos vosotros.

Está todo equivocado, amigos, la gloria, el éxito, Babelia y el premio Nacional. Éxito es escribir a pesar de todos vosotros

'Irene y el aire' tiene de autoficción lo mismo que la ropa tendida. Nada. El libro es verdad, clásicamente autobiográfico. Cuando lo leas sabrás algo sobre su autor que podrás usar en su contra, mientras que cuando leas la autoficción de otro sabrás algo de él que el otro usará para reírse de ti, porque es mentira. La autoficción es un modo de reírse de la gente que, por lo que sea, da dinero. En la autoficción nadie se retrata miserablemente sino con mucho éxito en la vida, sobre todo —si es varón— con las mujeres. La autoficción sublima la miseria de un autor y también la de sus amigos, que salen todos en el libro saludando. Esto de hacer literatura para cuatro amigos es lo que más me revienta del mundo; yo hago literatura para 7.000 millones de personas o para mí mismo, si es que hay alguna diferencia.

Soñar con una casa que tenga ascensor, como hace el narrador de mi libro, es autobiografía. La autobiografía queda mejor si no tienes ascensor, porque casi siempre te sale una persona que merece la pena conocer. Toda buena autobiografía trata de un don nadie.

La música del idioma

'Irene y el aire' se titula así porque me gusta cómo suena. Cuando Pablo Neruda dedica a Lorca un poema y dice: “por ti pintan de azul los hospitales”, no quiere decir que pinten de azul los hospitales; simplemente suena mejor que “por ti pintan de amarillo los gaseoductos”. La música del idioma es lo más difícil de explicar de este oficio, aunque luego todo el mundo se sabe las canciones en inglés porque están llenas de aliteraciones y monosílabos, o el comienzo de Lolita: “Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul. Lo-lee-ta: the tip of the tongue taking a trip...”. El título es una epanadiplosis, empieza y acaba por las mismas sílabas, de modo que puede encabalgarse hasta el infinito (ireneyelaireneyelairene...). Esto me hace gracia a mí y a los fans de la literatura potencial, y además vale para hacer crucigramas.

En la autoficción nadie se retrata miserablemente sino con mucho éxito en la vida, sobre todo —si es varón— con las mujeres

Irene es la niña que va a nacer en el libro. Ahora está en el colegio pillando el coronavirus. Casi se muere la niña y ese es el motivo de que tenga un libro para ella sola. No creo que haya motivos mejores.

“¿Cuánto tarda en morir una niña el día de su nacimiento?”, leemos en la página 154.

Que se te vaya a morir un hijo antes de nacer es un miedo inútil, pero muy popular, no concretado. En realidad, todo lo que guarda relación con nacer estaba sin escribir. He tenido que venir yo a escribirlo.

placeholder Pies de un bebé. (iStock)
Pies de un bebé. (iStock)

¿Y el aire? La música del idioma tiene una magia que no te la acabas de creer: si suena bien, será sabio. Mientras escribía el libro tratando de entender mi propio título me di cuenta de que nacer es, en definitiva, una búsqueda del aire. Venimos al mundo a requisar el aire, a participar del oxígeno.

'Irene y el aire' tiene dos partes. En la primera hablo de los preparativos para el parto, y me río de mi novia. En la segunda narro el parto y me río menos. A mi novia le gusta mucho el libro así que imaginen lo que me importa lo que diga Babelia.

En el libro me río de los modernos, de los orfanatos húngaros, de las gurús del parto natural, de los nombres tan idiotas que se le ocurren a la gente

En el libro también me río de los modernos, de los orfanatos húngaros, de las gurús del parto natural, de los nombres tan idiotas que se le ocurren a la gente para los niños, de las otras personas que van a ser padres y de las personas que no pueden ser padres. Todos los nombres reales han sido cambiados.

En el libro se nota que somos pobres.

La obra empieza con una fiesta porque así no se me olvida la última vez que fui a una. Luego hay un montón de niños muertos y de pobreza. Es muy divertida. Un verso de Mark Strand me sirve de entrada al relato del parto: 'One step ahead of the dark'. Un paso por delante de la oscuridad.

Eso es nacer: ir solo un pasito por delante de la oscuridad. Estoy a favor de nacer. Es tan bonito nacer. La oscuridad te pisa los talones mientras avanzas hacia tu primera luz y tu primer aire. Luego sigue persiguiéndote toda la vida, y gana.

Todos vamos a dejar este mundo sin entrar en la Historia, pero nacer lo supimos hacer. Eso quería contar. Hay que estar orgulloso de haber nacido

“Para nacer he nacido”, escribió Neruda.

Pero este es un libro feliz. Todos vamos a dejar este mundo sin entrar en la Historia, pero al menos nacer lo supimos hacer. Eso quería contar en mi libro. Hay que estar orgulloso de haber nacido. Hay que reivindicar los méritos de nacer. La gente no se da cuenta de que solo tuvo esa oportunidad, y lo hizo bien. No lo recuerda.

Mi libro va de eso: de reivindicar en el nacimiento de una niña el nacimiento de todos nosotros. Nacer es lo más grande. Ser padre se te hace un poco largo, de acuerdo, pero ver nacer es lo más grande. Por eso he escrito este libro, para que no se nos olvide que nuestro principio fue la grandeza.

En la cadena del libro se da una paradoja fenomenal, si entendemos como cadena del libro esa línea de crédito culturalque va del autor que lo ha escrito hasta el lector que lo compra y lo lee, pasando por el editor que contrata el manuscrito, el distribuidor que lo lleva por las Españas y los libreros que lo ponen a la venta. La paradoja es que todo el mundo sabe de literatura a excepción del que la hace. El autor no sabe nada de literatura, por mucho que, si él no escribe, no exista. De este modo, un autor o autora llena unos folios y se resigna a que un editor le diga si eso es bueno y merece publicarse; un distribuidor le dice al editor si eso es bueno y merece distribuirse; un librero le dice al distribuidor si eso es bueno y merece venderse, y finalmente un lector le dice a un librero si eso es bueno y mereció la pena comprarlo. No creo que haya otro oficio en el mundo en el que aquel que más sabe tenga que ser humillado por todos y cada uno de los que saben menos. Cuando el libro llega al crítico, el autor debería mostrarse muy seguro de sí mismo, pues saltó más obstáculos que los caballos elegantes de la hípica. Pero no, el autor teme la última valla.

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