Es noticia
Usted no tiene una vida, sino una aspiración en la vida
  1. Cultura
  2. Mala Fama
Alberto Olmos

Mala Fama

Por

Usted no tiene una vida, sino una aspiración en la vida

Esteban Hernández toma el pulso a la disolución de todas las verdades en 'El corazón del presente'

Foto: Foto: Getty/Michael M. Santiago.
Foto: Getty/Michael M. Santiago.

Los ensayos modernos se escriben desde la paradoja: tratar de explicar nuestro tiempo con una sola palabra. Es la palabra, la noción, el concepto concreto el que se busca validar con todo un libro. En autor apuesta el conjunto de su trabajo a un número intelectual, y a veces sale ese número y se gana algún dinero. Pero lo más bonito es que ese número/palabra pase a formar parte del debate público. Es lo que sucedió con el adjetivo "líquido" que propuso Zygmunt Bauman. Vale para todo ya, "líquido".

Este concepto instrumental suele aparecer en el propio título: "El cansancio", "la transparencia", "el enjambre", "lo paliativo" han sido las apuestas de Byung-Chul Han. Jorge Freire tanteó "agitación" como clave de bóveda del presente, y ahora merodea la singularidad de nuestra moral con La banalidad del bien (Páginas de Espuma). Antonio-Carlos Pereira ha publicado La sociedad del delirio (Rialp). Ya ven que la cosa es complicada. Pero, por intentarlo, que no quede.

Nuestro compañero Esteban Hernández ha vuelto a la pelea intelectual con un ensayo que prácticamente resume desde en el título la propia preocupación de los pensadores contemporáneos: ¿de qué va todo esto? ¿Estamos agitados, cansados o liquidados; es el delirio, es el buenismo, es la falta de privacidad la que ordena nuestro día a día? El corazón del presente (Círculo de Tiza) busca el latido verdadero de la inabarcable pulsión actual, donde la tecnología y la política parecen impregnarlo todo.

Escribir sobre el presente es un riesgo. El presente nunca se cierra, siempre está produciendo significados

Escribir sobre el presente es un riesgo. El presente nunca se cierra, siempre está produciendo significados. Un libro sobre el presente enseguida se convierte en un libro en pasado sobre lo que un señor creyó que era su presente. Mientras lo estás escribiendo, puede haber cambiado la conversación.

placeholder 'El corazón del presidente', de Esteban Hernández.
'El corazón del presidente', de Esteban Hernández.

El de Hernández entra de lleno en todo el barullo de la modernidad, y lo hace a la manera limpia de Teoría de la clase ociosa (Thorstein Veblen, 1899), por nombrarles un ensayo que considero canónico en ese sentido. O sea, sin demasiadas referencias, citas o apropiaciones; sin bibliografía descomunal, sin cuatro notas al pie en cada página. El corazón del presente se coloca así en un anaquel donde también estarían Contra la igualdad de oportunidades (César Rendueles, 2020) o La distancia del presente (Daniel Bernabé, 2020), libros de "hombres que piensan solos", como dijo alguien, frente a los libros arácnidos de Byung-Chul Han o Eva Illouz, donde se piensa sobre lo pensado, en la tela de araña tejida por decenas de teóricos simultáneos.

Foto: Byung-Chul Han (EFE) Opinión

Cuando escribe "corazón", Hernández parece señalar el centro de las operaciones de nuestra vida, pero el título es polisémico y apunta también hacia algo quizá desatendido: la sentimentalidad. No sólo hemos de preguntarnos sobre los vericuetos y pasadizos del presente, sino también sobre la emoción, la piedad y el pálpito que resiste frente a la aplastante soberanía del big data y de las normativas. ¿Qué fue del sentido común? ¿Qué fue de dejarte pasar sólo porque me has parecido majo?

Sin obviar asuntos como las guerras electorales o la política internacional, el tema cardinal no es otro que los anhelos de la gente corriente

El ensayo empieza con dos anécdotas que señalan esta distancia entre las soluciones inmediatas y el protocolo. En una, un ex directivo bancario no consigue ser atendido en una sucursal, dado que "las personas que habían sido directivos de la compañía sólo podían ser atendidas por el director de la sucursal", y el director no se encuentra en la oficina. Sobre las "situaciones de la vida cotidiana" cada vez se impone más una relojería de reglamentos que, lejos de resultar eficiente, se revela enemiga de toda sensatez. "Parece que el ser humano no está en ningún sitio y que sólo sirve para emitir juicios sobre él".

Coherente con este lamento humanista, y sin obviar asuntos como las guerras electorales, la política internacional o el mercado global, el tema cardinal del libro no es otro que los anhelos de la gente corriente. Estos anhelos, en nuestro tiempo, parece que no han encontrado una palabra mejor que los defina que "aspiracional". "La gente vive en la esperanza de que el movimiento permanente le arrastre alguna vez hacia arriba", leemos.

Es por aquí por donde Esteban Hernández dialoga con el libro de Thorstein Veblen, pues las aspiraciones laborales y sociales de muchos trabajadores no dejan de lado la faceta simbólica que supone el estatus. Se quiere más dinero, más poder, pero también cierto respeto ciudadano, una posición que genera admiración en los demás. Por eso, uno aguanta en trabajos mal pagados de empresas prestigiosas, televisiones, periódicos, editoriales, aunque ganaría mucho más entrando de cajero en el Mercadona.

'El corazón del presente' no se recrea en la desilusión o la desesperanza

"Se es muy consciente de que sólo una buena posición social asegura una vida digna". El clasismo, el fracaso, la frustración, generan un clima de constante inestabilidad. Nadie tiene, como dicen los anuncios, lo que se merece, entre otras cosas, porque todos creemos merecer exactamente la misma vida ideal.

El corazón del presente no se recrea en la desilusión o la desesperanza, aunque tiene cierto tono encantador de crisis permanente de la mediana edad. Diría que su propósito es poner todas las cartas boca arriba, y ver qué nos dice la baraja entera sobre este juego que estamos jugando.

Los ensayos modernos se escriben desde la paradoja: tratar de explicar nuestro tiempo con una sola palabra. Es la palabra, la noción, el concepto concreto el que se busca validar con todo un libro. En autor apuesta el conjunto de su trabajo a un número intelectual, y a veces sale ese número y se gana algún dinero. Pero lo más bonito es que ese número/palabra pase a formar parte del debate público. Es lo que sucedió con el adjetivo "líquido" que propuso Zygmunt Bauman. Vale para todo ya, "líquido".

Entrevistas Libros
El redactor recomienda