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El atraco a mano armada mejor escrito del mundo
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Alberto Olmos

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El atraco a mano armada mejor escrito del mundo

'En agosto nos vemos' es un aceptable García Márquez, pero, sobre todo, un gran negocio

Foto:  El hijo de Gabriel García Márquez, Gonzalo García, en la presentación en Barcelona de la novela inédita. (EFE/Marta Pérez)
El hijo de Gabriel García Márquez, Gonzalo García, en la presentación en Barcelona de la novela inédita. (EFE/Marta Pérez)

Como Random House no me ha enviado a casa un ejemplar de En agosto nos vemos, la novela póstuma de Gabriel García Márquez, he podido disfrutar de una experiencia desde luego estimulante: ser atracado. Corrí a la librería para ofrecerles una justa, puntual, inmejorable, honestísima y no sumisa reseña de esta novedad editorial, y me encontré con la montonera esperable de libros del Nobel colombiano. Enseguida noté algo extraño: la novela abultaba poco. Luego, al abrirla, noté que lo que abultaba menos aún era la tinta. Apenas habían puesto un puñado de palabras en cada página. Además, muchas páginas, de las 137 que alcanzaba el volumen, no eran de García Márquez, sino de gente diciendo cosas, prologando, epilogando, haciendo bulto. También se incluían fotos. Finalmente, vi el precio de la mercancía: 19,90 euros.

Por, no sé, quince mil palabras perdidas.

Como sabrán, rastrillando archivos, aventando papelajos, pasando la aspiradora por el decoro y el honor de Gabriel García Márquez, encontraron muchos años después el pelotón de fusilamiento del manuscrito inédito. Los inéditos, cuando eres un autor importante al que le da por morirse, los carga el diablo, porque puedes dejar dicho que no se publiquen, pero luego se publican ante la evidencia de que da más dinero un libro que una promesa.

Foto: Uno de los hijos de García Márquez, durante la presentación de  la novela inédita de su padre, 'En agosto nos vemos'. EFE

La polvareda asociada a En agosto nos vemos ya la vimos, de otra forma y con más vida, con Memoria de mis putas tristes (2004), que también fue un manuscrito esquivo, dudoso, canjeable en millones. Entonces se dijo que era una novelita mala, pero que nada sería tan malo como para hacerle ya daño a la nombradía literaria del escritor coloquialmente conocido como Gabo.

placeholder Copies de 'En agosto nos vemos' en Madrid. REUTERS Violeta Santos Moura
Copies de 'En agosto nos vemos' en Madrid. REUTERS Violeta Santos Moura

Lo del manuscrito agosteño trae la muerte y la traición en su seno, sin embargo, y da como apreturas en el pecho leer en las páginas liminares (firmadas por Cristóbal Pera) la frase exacta del muerto: "Este libro no sirve. Hay que destruirlo". Desde Kafka por lo menos, debería saber García Márquez que si algo que tienes en un cajón no deseas que lo salden a tu fallecimiento, lo mejor que puedes hacer es dárselo a morder a los perros del jardín, quemarlo con gasolina de mechero o reducirlo a trocitos ante los ojos de tus familiares, canturreando: "Ahí se van dos millones de dólares, pendejos".

Por lo que sea, García Márquez se murió sin canturrear lo de pendejos.

No sé qué millonada exacta en dólares habrá sacado la familia del difunto por llevarle la contraria, pero desde luego será dinero mayor, a casi veinte euros que cuesta cada ejemplar. Es asombroso que sus herederos justifiquen su negocio en las ganas que tienen los lectores de leer más cosas del autor de Cien años de soledad, y luego vayan y pongan o consientan en poner el precio del libro más caro que un concierto privado de Rihanna. Si somos los lectores de García Márquez la causa de que se traicione su voluntad, ¿no debería el libro regalarse al mundo, vía Internet?; ¿no debería ofrecerse en una edición asequible?

Si algo que tienes en un cajón no deseas que lo salden a tu fallecimiento, lo mejor que puedes hacer es dárselo a morder a los perros

Pues no: se ha preferido editarlo como un álbum de primera comunión, en tapa dura, papel potente, camisa y guardas, y el nombre del autor y de la obra en cada página, como si fuéramos de provincias.

La dama del perrito

Luego el libro está bien, a mí me ha gustado en el paladar y en la nostalgia. Eres tú, lector de García Márquez entero, el que se recuerda a sí mismo en la prosa inconfundible del escritor, que suena a tardes de magia y asombro, cuando entonces, a esas horas dedicadas a Macondo y a las almendras amargas y al tipo que iba a morir después de soñar, llegado un barco.

En agosto nos vemos es una versión caribeña de La dama del perrito, la narración clásica de Chejov, pero donde el perrito no sale; el perrito son los hombres.

Foto: El archivo de García Márquez fue donado al Harry Ransom Center tras su muerte (EFE / The Harry Ransom Center)

La novelilla se lee en una hora, y empieza y acaba sin García Márquez, porque aquí no vemos el fetichismo literario que tanto nos gustaba del colombiano, ese empezar siempre con una frase inolvidable, subrayable, copiable, y acabar con otra sentencia impresionante, de mucho eco en el corazón. Se empieza un poco de rutinas y adjetivos, con otro puerto y otro mercado (como en Del amor y otros demonios, 1994), describiendo mucho y sin tensión particular, pero con la palabra exacta y disfrutona siempre a punto, que se sabía García Máquez todas las palabras del diccionario, y muchas que no salen.

Es la prosa de la música, la fluidez, la puntería y el florecimiento. Queda un poco antiguo escribir tan bien, y, entre transbordadores y vocaciones para ser monja, pensamos que la historia está ambientada en el siglo XX, quién sabe si bastante al fondo. Se disparan las aliteraciones a cada página ("calles de arena ardiente frente a un mar en llamas", "belleza fácil", "amores alegres", "asedios seniles") y todo lo puede la plasticidad del decir ("embellecida por la mezcla sagrada de la música con la ginebra").

Dense cuenta de cómo cuenta García Márquez, y qué tan vieja ha quedado la elegancia. Para indicarnos que quizá el marido de la protagonista le es infiel, no dice, planamente: "Ella pensaba que su marido andaba con otras", sino: "Fue ella la que empezó a pensar que su marido sufría un desgaste secreto fuera de casa". Estos esfuerzos ya no se hacen, este buscar la escuadra y la filigrana; ahora se escribe como el redactor más apresurado del periódico.

No nos quedemos como que nos han vendido una chapuza. Nos han vendido un García Márquez aceptable

Al cabo, por un par de datos, descubrimos la disonancia cronológica: estamos en el siglo XXI ("tercer milenio", leemos), como prueba que uno de los hoteles donde se aloja Ana Magdalena es demasiado moderno para ella, con tarjetas y teclados que debe preguntar cómo se usan.

La historia, en fin, es de infidelidades femeninas, muy pautadas por ese agosto en el que la protagonista va a llevarle flores a su madre, que hace tiempo eterno en una isla, enterrada. La trama es mínima, pero tiene su brillo, no supera la prosa con la que se cuenta, ni es cósmicamente original, pero contiene su enseñanza y su sorpresa, y todo cierra bien y no es como que falte nada ni que, después de dedicarle una hora, nos quedemos como que nos han vendido una chapuza. Nos han vendido un García Márquez aceptable.

El precio, curiosamente, es el mismo ("veinte dólares") que el que considera el primer amante de Ana Magdalena que vale una noche de sexo con ella.

Como Random House no me ha enviado a casa un ejemplar de En agosto nos vemos, la novela póstuma de Gabriel García Márquez, he podido disfrutar de una experiencia desde luego estimulante: ser atracado. Corrí a la librería para ofrecerles una justa, puntual, inmejorable, honestísima y no sumisa reseña de esta novedad editorial, y me encontré con la montonera esperable de libros del Nobel colombiano. Enseguida noté algo extraño: la novela abultaba poco. Luego, al abrirla, noté que lo que abultaba menos aún era la tinta. Apenas habían puesto un puñado de palabras en cada página. Además, muchas páginas, de las 137 que alcanzaba el volumen, no eran de García Márquez, sino de gente diciendo cosas, prologando, epilogando, haciendo bulto. También se incluían fotos. Finalmente, vi el precio de la mercancía: 19,90 euros.

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