Mala Fama
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¿Por qué la novela del año en EEUU aquí nos da totalmente igual?
Más de treinta listas citan 'James', de Percival Everett, como obra más destacada deaquella literatura en el año que termina
Hay listas, y luego hay listas de listas. La web Literary Hub ha reunido decenas de rankings de mejores libros del año en Estados Unidos y ha concluido que, con mucho,
En España, James nos ha dado totalmente igual. La novela apareció publicada en noviembre por la pequeña editorial DeConatus, lo que expresa el entusiasmo con que nuestro sector editorial sopesó la contratación de esta reescritura de
(Entiendo que el titular fue cambiado después del 20 de noviembre para dar algún impulso a la reseña, en verdad.)
James es un libro interesante, pero resulta fácil intuir por qué no ha sido un gran éxito en España. A lo mejor el racismo en el siglo XIX en Estados Unidos nos queda un poco lejos; a lo mejor hemos visto ya mil películas sobre el asunto; a lo mejor estamos a otras cosas.
En Estados Unidos no están a otras cosas. El racismo es central en su dilema sociológico; con razón, obviamente. Sin embargo, resulta inquietante que un escritor tan inteligente como Percival Everett haya acabado asumiendo el propio cliché que su obra anterior trataba de dinamitar: el del escritor negro que tiene éxito cuanto más servilmente negro es. O sea, escribe lo que le mandan, lo que se espera de él; lo que queda fenomenal situar en lo más alto de una lista de mejores libros del año. Su libro X (Blackie books; película: American Fiction) se reía precisamente de eso.
Everett acaba asumiendo el cliché que su obra anterior quería dinamitar: el del escritor negro que tiene éxito cuanto más servilmente negro es
La superioridad moral juzga los libros con rapidez, acaso sin leerlos. El libro de un autor negro sobre esclavos negros no puede ser malo; de hecho, tiene que ser genial. Es genial. La superioridad moral no duda nunca.
La reseña de Babelia iba por ahí. Como la novela de Everett toma a un personaje secundario (el esclavo Jim) del Huckleberry Finn de Mark Twain para contar de nuevo aquella historia, el reseñista se permite considerar el retrato de Jim realizado en el original (repito: ¡por Mark Twain!) como "simplismo bonachón". Conocemos ahora mejor a los esclavos negros del siglo XIX que Mark Twain, que los tuvo delante. Mark Twain no sabía de qué hablaba; probablemente todo lo que cuenta sobre el siglo XIX lo escribió sin fijarse bien.
El entusiasmo general con James abunda en afeamientos al autor de
James, en fin, no es un libro encantadoramente original, como sí lo era X. La idea de Percival Everett resulta bastante usual, la hemos visto mil veces, y casi siempre para mal. Alguien decide reescribir un clásico "desde el punto de vista de"; ahí empieza el abismo. Sandra Newman, por ejemplo, revisó
Percival Everett es un escritor posmoderno, es decir, juega con la recepción de la obra literaria. Reformular historias del pasado tiene su gracia (vean
James tiene dos problemas en su versión española. El primero, más o menos disculpable, es que en España no nos sabemos de memoria la obra de Mark Twain, singularmente el Huckleberry Finn. Así, el lector no puede disfrutar de las variaciones o desenlaces alternativos que Everett haya dispuesto para Jim y Huck, como sí lo haría si leyera un Quijote deconstruido, donde el bálsamo de Fierabrás fuera Viagra y el burro de Sancho, un patinete.
Pero el gran hándicap de James son los diálogos, entre otras cosas, porque ocupan el 70% del libro. Así habla Jim: "No sabe qué va a hacé. Ir pa`un lao o pa`l otro”; y así un amigo suyo, también esclavo: "Pos el hermano echó a correr po´l callejón como arma que lleva el diablo y le arrean en toa la boca". Es insoportable.
Todo lo que Jim dice "como esclavo negro" en la versión española resulta involuntariamente paródico, muy difícil de leer sin aquejar ansiedad
La idea, brillante, sin duda, de Everett es mostrar cómo Jim, que ha aprendido a leer a escondidas y atesora una considerable cultura, se hace pasar por un garrulo delante de los blancos, porque eso es lo que ellos esperan de él. Jim tiene, en fin, dos fábricas de producir lenguaje, una para sí mismo y otra para su entorno social. Pero todo lo que dice "como esclavo negro" en la versión española resulta involuntariamente paródico, muy difícil de leer sin aquejar ansiedad. La ansiedad inevitable ante el ridículo.
Compensatoriamente, todo lo que en James no es este tipo de diálogo resulta fascinante. "Me moría de ganas de leer (…). Era una relación completamente privada y libre y, por tanto, completamente subversiva", nos cuenta Jim. "Nunca había leído una novela, aunque entendía el concepto de ficción. No era tan distinto de la religión, o de la historia, de hecho". La obra se presenta en capítulos muy breves, lo que da una enorme agilidad a la lectura (se alcanza la velocidad de crucero si, como he hecho yo, te saltas la mayoría de los diálogos). Y siempre encuentras frases y apreciaciones de interés: "En mi opinión, alguien que se negaba a tener esclavos, pero no se oponía a que los tuvieran otros, seguía siendo un esclavista".
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