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Bayard Rustin, historia incómoda del negro, gay y socialista al que todo eso le daba igual
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Juan Soto Ivars

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Bayard Rustin, historia incómoda del negro, gay y socialista al que todo eso le daba igual

Un genio incómodo y olvidado a la diestra de Martin Luther King

Foto: Bayard Rustin
Bayard Rustin

A la diestra de Martin Luther King hubo un genio incómodo cuyo legado ha sido silenciado. La Historia guarda a esta clase de cerebros incómodos en un altillo. Barack Obama le concedió una medalla, pero el auge de Donald Trump y la tensión racial lo ha borrado del mapa. Me refiero a Bayard Rustin, promotor de la Marcha sobre Washington en 1963: negro, homosexual y socialista pero, sobre todo, enemigo de quienes consideran que esto es importante. Miembro orgulloso de la única tribu fundamental: la humana. Hoy, mientras los Estados Unidos degeneran en los Estados Divididos por la tensión racial de “prêt-à-porter”, pocos reivindican a esta figura que ningún político puede utilizar para su propaganda.

Ha sido Coleman Hughes, experto en asuntos raciales de The New York Times, quien ha roto el silencio sobre Rustin con una apasionada columna. Las reacciones se han dividido entre aplauso aliviado, el silencio incómodo y el ataque vulgar contra el articulista, lo que demuestra que las ideas de Rustin eran tan osadas en 1963 como ahora. En su tiempo, su postura le granjeó enemistades agrias y poderosas. Lo vieron discutir en televisión con Malcom X, afeándole su orgullo racial, recordándole que sólo la unión de los pobres, independientemente de la raza, traería la justicia social. Se hubiera podido pensar que el paso del tiempo sería benevolente con su legado, pero no ha sido así. Veamos por qué.

placeholder Martin Luther King y Bayard Rustin
Martin Luther King y Bayard Rustin

La enfermedad de una sociedad se diagnostica observando los exabruptos de un presidente, pero también las respuestas de los moralistas. Toda tensión se compone de dos fuerzas enfrentadas. Ha vuelto el Ku-Klux-Klan mientras los demócratas conmemoran a Luther King y los radicales estilizan a los Panteras Negras. En el desconcierto, la caterva de celebridades progresistas acojonadas por lo que les digan en Twitter premian con el Oscar películas nefastas siempre que cuenten historias edificantes y atiendan a la diversidad superficial. Se habla constantemente de la raza en los medios de comunicación, se marcan palabras y se segrega su uso según el color de la piel, y voces extremadamente mediáticas exigen que, para hablar de ciertos asuntos, se pertenezca a un grupo por nacimiento.

'Racismo bien'

Vivimos así en la paradoja de que los movimientos contrarios a la supremacía blanca no son antirracistas, sino portavoces de un “racismo bien”. De esta manera el movimiento de respuesta a las agresiones racistas de la policía, Black Lives Matter, ha derivado en una tormenta de activismo digital y mediático que se dedica a tildar de racista a cualquiera que ose discutirles, y que ataca con especial encono a quienes considera traidores. Todo esto mientras un presidente supremacista azuza a los blancos, haciéndoles creer que son la nueva minoría marginal. En palabras de Bill Maher, es la quiebra del concepto de ciudadanía.

Los genios tienen la asombrosa tendencia a no contentar a nadie y él, como Camus y Orwell, terminó colocado entre varios fuegos

Buen momento, pues, para recordar a Rustin y reivindicar sus ideas. Los genios tienen la asombrosa capacidad de no contentar a nadie y él, como Camus y Orwell, terminó colocado entre varios fuegos. Nunca pareció importarle. “La única forma de ser libre es confrontarse directamente con la mierda”, dijo. Fue la mano derecha de Martin Luther King en la organización de las marchas masivas, le instruyó sobre el concepto de la resistencia pasiva, pero sus ideas siempre fueron heterodoxas.

Ya en los años cincuenta le preocupaba que un sector de los activistas del Movimiento por los Derechos Civiles priorizase el rasgo divisorio de la raza por encima del concepto de clase social. En los sesenta, pronosticó que la lucha de emancipación podía degenerar en una batalla sin fin si no evolucionaba. Proclamó que la única solución sería cambiar el enfoque de la lucha para que los negros y los blancos pobres se unieran. Una idea que, hasta cierto punto, manifestó también King en algunos de sus discursos, pero que le granjeó enemistades con los sectores partidarios del orgullo afroamericano.

Veinticuatro palizas

La óptica de clase social de Rustin sirvió al pérfido Hoover para atacar al Movimiento por los Derechos Civiles y difamar a Martin Luther King, quien tras la concesión del Premio Nobel de la Paz en 1964 se fue convirtiendo en una figura a la que no era conveniente acosar directamente desde el Estado. Hoover señaló a Rustin y dijo que estaba llenando la cabeza de King con ideas comunistas. Sin embargo, él abandonó en 1965 el activismo y se unió a la rama laborista del Partido Demócrata. Ocurrió entonces lo previsible: quien fuera detenido y golpeado por la policía veinticuatro veces, quien inspiró la idea genial de la resistencia pasiva, fue catalogado entonces como traidor por muchos de sus compañeros negros.

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Bayard Rustin

Pero Rustin tampoco encontró acomodo en su nuevo ámbito. Como recuerda Hughes, Rustin atacó lo que consideraba el “síndrome del progresista blanco”, es decir, la tendencia odiosa de estos a convertir a los negros en el detergente para limpiar su sentimiento de culpa. Algo que hoy parece muy extendido en las izquierdas identitarias y que, en palabras de Rustin, no es más que una sofisticada forma de racismo. “Los negros han sido utilizados y explotados de muchas maneras por los estadounidenses blancos, pero solo recientemente se les ha pedido que satisfagan el deseo masoquista de los desencantados progresistas por la flagelación y el rechazo”. Es decir: mientras unos explotan económicamente a los negros, los otros los explotan culturalmente como medio para la absolución.

Bayard Rustin insistió en que nadie debía ser valorado en función de su color o su orientación sexual, ni para bien ni para mal. Luchó por los derechos de los negros y los derechos de los homosexuales pero evitó el orgullo o el ensimismamiento. La meta de la justicia social, escribió, está al otro lado de la desigualdad económica, y no hay nada más transversal a las identidades que la pobreza. No es difícil entender por qué lo han olvidado. Y por qué las ideas de este hombre singular, muerto en 1987, son hoy tan necesarias.

A la diestra de Martin Luther King hubo un genio incómodo cuyo legado ha sido silenciado. La Historia guarda a esta clase de cerebros incómodos en un altillo. Barack Obama le concedió una medalla, pero el auge de Donald Trump y la tensión racial lo ha borrado del mapa. Me refiero a Bayard Rustin, promotor de la Marcha sobre Washington en 1963: negro, homosexual y socialista pero, sobre todo, enemigo de quienes consideran que esto es importante. Miembro orgulloso de la única tribu fundamental: la humana. Hoy, mientras los Estados Unidos degeneran en los Estados Divididos por la tensión racial de “prêt-à-porter”, pocos reivindican a esta figura que ningún político puede utilizar para su propaganda.

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