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"¡Me importa una mierda la ley!" La increíble historia de la transición Obama / Trump
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Ramón González F

El erizo y el zorro

Por
Ramón González Férriz

"¡Me importa una mierda la ley!" La increíble historia de la transición Obama / Trump

Michael Lewis, elmejor periodista en convertir en excitante lo que, aunque sea importante, resulta poco atractivo, tiene nuevo libro

Foto: Donald Trump y Barack Obama en Washington durante la toma de posesión del primero el 20 de enero de 2017. (Reuters)
Donald Trump y Barack Obama en Washington durante la toma de posesión del primero el 20 de enero de 2017. (Reuters)

De las muchas cosas importantes pero poco excitantes que hay en el mundo, una de las más aburridas debe ser el proceso de transición que tiene lugar cuando un gobierno abandona el poder para que otro lo ocupe. Hay multitud de detalles que los salientes deben explicar a los recién llegados, muchos papeles y cálculos que transferir (o destruir) y, si la transición se hace bien, muchos consejos que dar. Los que se van, por lo general, han estado suficientes años gobernando para saber más o menos cómo se hace. Los que llegan, en ocasiones, no tienen tanta idea como nos gustaría pensar.

'The Fifth Risk' ('El quinto riesgo', aún inédito en castellano, pero que Deusto publicará próximamente) es una crónica de la transición del gobierno de Barack Obama al de Donald Trump, que tuvo lugar a finales de 2016. En ella, se producen dos hechos simultáneos y raros.

placeholder Michael Lewis - 'The fifth risk'
Michael Lewis - 'The fifth risk'

En primer lugar, Michael Lewis es el mayor especialista que conozco en hacer algo a lo que el periodismo siempre debería aspirar: convertir en excitante lo que, aunque sea importante, resulta poco atractivo. En libros anteriores, Lewis ha conseguido explicar de manera absorbente las estadísticas del rendimiento de los jugadores de béisbol ('Moneyball'), qué es una permuta de riesgo crediticio ('La gran apuesta'), cómo se llevan a cabo las transacciones bursátiles a alta velocidad ('Flash Boys') o la relación entre dos psicólogos durante los años de formación del Estado de Israel ('Deshaciendo errores').

En segundo lugar, claro está, la transición entre los gobiernos saliente y entrante de la que habla el libro estuvo protagonizada por Donald Trump, el recién elegido presidente. Un hombre increíblemente poco preparado para gobernar, que además se rodeó de un grupo de asesores por lo general muy inexpertos. Todos odiaban no solo todo lo que representaba el gobierno saliente de Obama, sino cualquier cosa que pareciera un conocimiento experto y profundo del funcionamiento de la Administración. Cuando a Trump le dijeron que era “legalmente obligatorio” crear un equipo que preparara su toma del poder en el caso de que ganara las elecciones, aceptó a regañadientes. Pero cuando descubrió que ese equipo estaba siendo pagado con dinero de su campaña -que legalmente está siempre cuidadosamente separado del dinero del candidato- se puso a gritar “¡Me estáis robando el dinero! ¡Me estáis robando mi puto dinero! (…) ¡Me importa una mierda la ley! ¡Quiero mi puto dinero!” Según cuenta Lewis, Trump solo accedió a mantener el equipo de transición cuando su entonces asesor Steve Bannon -hoy empeñado en unir y hacer vencedora a la extrema derecha en Europa- le dijo que en 'Morning Joe', su programa preferido de la MSNBC, igual se lo tomaban mal y le criticaban.

placeholder Barack Obama junto con el entonces presidente electo Donald Trump al final de su encuentro en el despacho oval en la Casa Blanca, en noviembre de 2016. (EFE)
Barack Obama junto con el entonces presidente electo Donald Trump al final de su encuentro en el despacho oval en la Casa Blanca, en noviembre de 2016. (EFE)

Pero como cuenta Lewis, cuando Trump efectivamente ganó las elecciones y se inició el proceso de transición, se produjo algo sin precedentes. En el Ministerio de Energía y en el de Agricultura -mucho más importantes de lo que sus nombres puedan sugerir-, sus funcionarios llevaban casi un año preparando dosieres y datos para dar la bienvenida a los nuevos gobernantes, pero estos no aparecieron en los primeros días de transición. Mientras tanto, Trump tuiteaba “Está teniendo lugar un proceso muy ordenado mientras yo decido quién forma parte del gobierno y muchos otros cargos. ¡Yo soy el único que sabe quiénes son los finalistas!

Cuando finalmente aparecieron en las oficinas, eran gente sin experiencia, más preocupada por destruir el legado de Obama y su ideología que por aprender y empezar a gestionar cuanto antes burocracias increíblemente complejas. Unas burocracias dedicadas a gestionar riesgos inmensos: ¿qué pasa si Corea del Norte nos ataca? ¿Si tenemos un accidente nuclear en territorio nacional? ¿Cómo se detiene la expansión de un virus? ¿Cómo se hace un censo? ¿Cómo enfrentarse a un tornado?

Los recién llegados estaban más preocupados por destruir el legado de Obama que por gestionar cuanto antes burocracias muy complejas

“Muchos de los problemas que maneja nuestro gobierno no son especialmente ideológicos”, sino de carácter “técnico”, dice Lewis, pero el nuevo gobierno parecía ignorarlo. Quería ideología. Con el tiempo, parece, ha ido rectificando, aunque a día de hoy un número inédito de altos cargos de la Administración estadounidense siguen sin cubrir, bien por desidia o porque el Congreso ha considerado que los nombres propuestos por el equipo de Trump no están preparados.

En el fondo, aunque de manera indirecta, el de Lewis es, como todos los suyos, un libro sobre la complejidad. En este caso, la de una de las construcciones humanas más increíblemente sofisticadas, grandes, caras y burocráticas -pero también importantes- del mundo: el Estado. Y es además la celebración de una figura que con frecuencia es vilipendiada o mal comprendida: el alto funcionario. La persona que pone su conocimiento al servicio del bien común, renuncia a empleos más lucrativos en el sector privado y asume que el buen funcionamiento del Estado es la primera condición para el buen funcionamiento de una sociedad. Los retratos que hace de burócratas grises, abnegados y fiables son extraordinarios -Lewis no solo logra que cosas anodinas parezcan interesantísimas; hace lo mismo con las personas-, y al mismo tiempo resumen el aspecto más novedoso de 'The Fifth Risk' en el conjunto de la obra de Lewis: es su primer libro marcadamente político y en el que adopta una posición clara en un debate que, aunque un tanto secundario en Europa, es central en Estados Unidos: ¿en qué medida el Estado debe hacerse cargo de asuntos que, como dicen los críticos del “gran gobierno”, el mercado podría resolver a través de las empresas y la competencia?

Lewis hace aquí un elogio evidente al “gran gobierno” y reivindica la confianza en los tecnócratas frente a los políticos oportunistas que no solo no saben ni quieren saber, sino que creen que todo se puede manejar ideológicamente, sin necesidad de conocimientos detallados, aburridos y precisos. Y reivindica también, por medio de sus entrevistados, la gran cantidad de aspectos que el mercado no es capaz de solucionar. “El papel básico del gobierno es hacer que estemos seguros”, dice uno de ellos. Lewis, en muchos sentidos, tiene razón. Y su talento como narrador es tan absoluto que, incluso aunque no la tuviera, uno siente que podría convencernos de lo contrario. Pero en todo caso, aunque se trate de un caso excepcional en su obra -es un libro más corto, y quizá más apresurado- leer a Lewis siempre es un enorme placer y un ejemplo de lo que los periodistas, más allá de ideologías, deberíamos hacer siempre: convertir lo aburrido, pero importante, en interesante.

De las muchas cosas importantes pero poco excitantes que hay en el mundo, una de las más aburridas debe ser el proceso de transición que tiene lugar cuando un gobierno abandona el poder para que otro lo ocupe. Hay multitud de detalles que los salientes deben explicar a los recién llegados, muchos papeles y cálculos que transferir (o destruir) y, si la transición se hace bien, muchos consejos que dar. Los que se van, por lo general, han estado suficientes años gobernando para saber más o menos cómo se hace. Los que llegan, en ocasiones, no tienen tanta idea como nos gustaría pensar.

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