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Cumplo la promesa que le hice a Javier Reverte
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Juan Soto Ivars

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Cumplo la promesa que le hice a Javier Reverte

Fue un gran escritor de viajes pero también algo todavía más raro, valioso e infrecuente: una estrella generosa

Foto: El periodista y escritor Javier Reverte. (EFE)
El periodista y escritor Javier Reverte. (EFE)

Os contaré por qué he lamentado la muerte de Javier Reverte. Más allá de lo que todo el mundo sabe (un grandioso escritor de libros de viajes, un aventurero, etc.), Javier Reverte era algo todavía más raro, valioso e infrecuente: una estrella generosa. Os contaré una breve anécdota para despedirlo. Es todo lo que sé de él.

Era el año 2006 y yo acababa de cumplir los 21. Buscaba abrirme camino en la literatura sin éxito. No conocía a nadie. Mis padres no tenían amigos famosos, ni intelectuales, nada. Así que decidí que una buena forma de publicar podía ser montar una antología de cuentos con otros jóvenes y me puse a la tarea. Elegimos un tema: los viajes. Elegimos unos autores: mis amigos (todos bisoños), mi novia y hasta su hermana.

Se me ocurrió que podía pedir una beca a la Carlos III, donde estudiaba, y montar también un concurso de cuentos en busca de unas cuantas voces más: la pedí y me la concedieron. 1.000 euros que servirían para premiar a alguien, a poder ser latinoamericano, para darle un aire internacional al libro mientras el resto lo hacíamos gratis.

El jurado éramos mi amigo Alejandro Ingrisano, que entonces quería ser escritor y hoy quiere ser hombre de negocios, y yo mismo. Recibimos cientos de cuentos abominables y unos pocos excelentes: premiamos uno y ofrecimos al resto la publicación sin honorarios: todos aceptaron, el libro estaba montado.

Reverte era algo todavía más raro, valioso e infrecuente: una estrella generosa

Quien haya intentado publicar un libro en una editorial sabrá que no es fácil. Sin embargo, pedí otra beca a la Carlos III y nos dieron algún dinero para engatusar a una editorial: nosotros correríamos con los gastos con esa segunda beca, que no recuerdo si eran 400 euros o una cosa así. Oí hablar de una editorial minúscula y favorable a los experimentos: Gens. Hablé con su editor, Sergi Bellver, que se acabaría convirtiendo en uno de mis grandes amigos, y firmamos. Nosotros les dábamos la pasta de la beca y ellos hacían el resto.

El padrino

Pero nos faltaba una cosa: un padrino. Todos los autores éramos desconocidos aunque allí estaban también algunos nombres llamados a convertirse en grandes autores, como el poeta Pablo Fidalgo y la escritora María Folguera. ¿Quién mejor que Javier Reverte, el mejor autor de libros de viajes? El problema: no lo conocíamos de nada. No recuerdo ya quién me facilitó su correo, pero con 21 años tenía mucha iniciativa y ninguna vergüenza.

Le escribí a puerta fría, le conté lo que os he contado y lo adorné todo con la promesa de que nosotros éramos la próxima generación de premios nobel de la literatura, y que honraríamos su memoria cuando triunfásemos. Yo le pedía un prólogo a nuestro libro, totalmente gratis, claro. No me sorprendió entonces que Javier Reverte, sin conocernos de nada, respondiera que sí. Pero sí me sorprende hoy, cuando he podido conocer a muchos otros autores.

Le pedía un prólogo a nuestro libro, totalmente gratis, claro, y Javier Reverte, sin conocernos de nada, respondió que sí

Javier Reverte me preguntó cuánto tiempo tenía y yo le dije que muy poco, porque nos corría prisa (bendita arrogancia de juventud). Él se puso a la tarea y a los pocos días me envió tres páginas de su puño y letra. Una reflexión sobre la curiosidad y las ganas de conocer mundo, que el escritor unía a la curiosidad por el talento joven y las ganas de descubrir nuevos autores, como si fueran islas. Terminaba con estas palabras: "Así que, llegados a este punto, creo que unir mi pluma a la de estos jóvenes narradores que llenan de historias las páginas de este libro era un deber literario. Aquí, en los relatos que siguen, palpita la pasión viajera, entre perplejidades y guiños de variada naturaleza. ¿Y no es al fin su empeño el mío propio: detener el tiempo en el papel cuando no encerrarlo en la bolsa de viaje?".

Así que me subo a una piedra y anuncio a gritos la mala noticia: ha muerto Javier Reverte, un gran escritor, sí, un gran viajero, sí, pero por encima de todo un hombre curioso y rebosante de generosidad, y de esos quedan pocos. Como fue un enemigo de los tópicos no cometeré la cursilada de desearle buen viaje, pero los autores de aquella antología de jovencitos con ínfulas prometimos honrar su memoria, y eso es precisamente lo que hacemos hoy.

Firmado en nombre del resto de autores: María Folguera, Ana de la Cámara, Álex Ingrisano, Irene Tamayo, Pablo Fidalgo Lareo, Marisa Morata, Celso Giménez, Esteban José Alvés, Rosy Paláu, Mauricio D. Aguilera Linde.

Os contaré por qué he lamentado la muerte de Javier Reverte. Más allá de lo que todo el mundo sabe (un grandioso escritor de libros de viajes, un aventurero, etc.), Javier Reverte era algo todavía más raro, valioso e infrecuente: una estrella generosa. Os contaré una breve anécdota para despedirlo. Es todo lo que sé de él.

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