¿Qué significa hoy en día ser un intelectual?

La palabra 'intelectual' hace una vaga referencia a una persona ilustrada, culta y con ascendencia social. Desde que se puso en circulacion en Francia, y con uso despectivo, ha ido rodando hasta nuestros días, esquivando una satisfactoria definicion. Tan poco satisfactoria que, siguiendo a Ferrater Mora, incluiria filósofos, tipo Voltaire, y mandarines.

En nuestros días se emplea tanto para mofarse de alguien por "leer muchos libros" o para llamarle sin mas imbécil. Pero también se usa, por el contrario, como una marca de prestigio, una persona por encima de la masa que nada en la mediocridad. Y hasta para jugar el pedante juego de la seduccion. Por no hablar de quienes, con una licencia sin límites, llaman intelectuales a influencers, couchers o periodistas.

Entre los muchos que han querido acotar el concepto algunos han señalado características que son de interes. Por ejemplo Max Weber para contraponer la gestión del político frente a las finas críticas de quienes, desde su sabiduría, no se pliegan al mantenimiento del poder. En este sentido se separa el mero poder de la autoridad del que sabe. Otros, como Chomsky, se fijan en su compromiso social. Compromiso que nace de su conocimiento y se encarna, moralmente, en la sociedad que le toca vivir. Y otros, como Gramsci, con su idea de intelectual orgánico, lo colocan con una responsabilidad política que sirve para el triunfo de la izquierda o la perpetuacion de la derecha.

Hoy el desierto avanza, como se quejaba Nietzsche. La disidencia se silencia, el resentimiento se convierte en argumento y el grupo estrangula

Por mi parte, el intelectual, si no es una tonta manera de creerse un exquisito, conjuga saber mucho de una materia, hacer pensar y comprometerse con las causas justas. Si miramos hacia atras, en la Republica española podríamos contar con no pocos intelectuales, pero han ido desapareciendo a causa del golpe franquista o por una transicion que, con el mantra de que hay que ser hormigas y no cigarras, ha conseguido que el pensar libre se meta debajo de la cama.

Hoy el paramo es casi total o, como se quejaba Nietzsche, el desierto avanza. La disidencia se silencia, el resentimiento se convierte en argumento y el grupo estrangula. Tal vez la esperanza de una resurreccion sea el silencio crítico.