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Manuel Gutiérrez Aragón y la rebelión ante el salto de eje
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Manuel Gutiérrez Aragón y la rebelión ante el salto de eje

Bajo el título 'En busca de la escritura fílmica', la editorial Crítica publica una compilación de textos del escritor y cineasta que se puede leer como una memoria intelectual del cine español

Foto: Manuel Gutiérrez Aragón. EFE / Ballesteros
Manuel Gutiérrez Aragón. EFE / Ballesteros

Tan sólido como ecléctico en su modo de atacar el discurso cinematográfico, Manuel Gutiérrez Aragón ha terminado aupándose al podio del cineasta más original de su generación, la que vivió la postrimería del franquismo y el compromiso, la transición y el reto democrático en libertad. Desde Feroz a Habla Mudita, pasando por Demonios en el jardín o Maravillas, la obra del cineasta cántabro ha ofrecido unos registros tan peculiares que parece transitar entre el costumbrismo y el surrealismo, pero siempre desde una posición intelectual pétrea.

Bajo un título que no augura la brillantez y hasta el divertimento incluido en los textos, En busca de la escritura fílmica (Cátedra), nos pone el cineasta ante los ojos sus escritos sobre el cine y las artes visuales, sobre su visión de la cinematografía, sus secretos y enredos, en definitiva, sobre su concepto del séptimo arte, su lenguaje y su influencia social. Gutiérrez Aragón venía del mundo de la escritura y del compromiso como compañero de viaje del comunismo antifranquista. Con ese bagaje entra un chico de Torrelavega en la Escuela de cine de Monte Esquinza en Madrid, donde el claroscuro de la libertad creativa y la censura jugaban una partida siempre peligrosa.

Rememoraban los alumnos Gutiérrez y Méndez Leite sus andanzas- durante la presentación del libro en la Academia de cine - en aquella casa de experimentos, donde sus profesores eran desde Berlanga a Saura. Unos obsesionados con hacer lo que tu gusto te dictase y otros ante la matemática ineludible de “no saltarse el eje”. Entre sus prácticas y primeros trabajos, nuestro director supo navegar distintas corrientes, planificando unos guiones de estructura clásica con elementos sorprendentes que dieran a las historias el aire de “realidad inaudita” que ofrecía la propia España del tardo franquismo. ¿Un mudo, un oso, un judío?

Los saltos de eje de Manolo G. Aragón son en verdad los de un francotirador que enseña levemente la escopeta pero que termina disparando a la forma de ver y entender de sus espectadores. Triunfó en Berlín, que siempre buscó y busca obras cinematográficas de riesgo, y empezó un camino fructífero. 16 largos, varios cortos, numerosos guiones para sus colegas y… textos sobre el cine y las artes, y ahora también novelas, que le llevaron a sentarse en el sillón de la Real Academia heredado de José Luis Borau, su gran mentor.

placeholder Portada de 'En busca de la escritura fílmica'.
Portada de 'En busca de la escritura fílmica'.

Gutiérrez Aragón reconoce los grandes cambios experimentados por el cine español y en todas las cinematografías al extremo incluso de que el famoso salto de eje ya no sea una cuestión fundamental en un rodaje. Todo ha saltado por los aires a la hora de trasladar una historia al espectador. Pero la clave de los “saltos” no está en su vertiente más formal, sino en cómo activar los relatos, cómo deslumbrar o atraer para que una historia tenga su consistencia o su punto de fuga. Y ahí, solo los grandes creadores ofrecen propuestas rompedoras que hacen historia. ¿Un mudo, un oso, un judío? La cuestión no está ya en saltarse el eje, sino en revelarse ante la fórmula preestablecida.

Manolo es un quijote con tentaciones sanchopanzistas. Sin duda un oráculo, a veces silencioso y con aire altivo, que finalmente se desempeña como una salida de pata de banco que causa sorpresa e hilaridad. Cultivado y seguro en su pensamiento, aparece como un sabio en medio de esta tribu de titiriteros del cine, que siempre esperan la orden del director para hacer algo de provecho.

En sus memorias intelectuales, si podemos calificar así esta edición, la recopilación de escritos de Gutiérrez Aragón repasa desde el trabajo determinante de los actores a la sempiterna queja de los guionistas, los miedos del director y una serie de visiones poliédricas sobre las artes visuales que alimentan por su hondura y originalidad.

Creo que Gutiérrez Aragón tiene quizá sin premeditarlo un aire surreal en su forma de aproximarse a las historias basadas en su mundo cercano (mucha infancia al descubierto). Destacaría aquí su texto en torno a Un perro andaluz de Luis Buñuel que, aunque “gustarme no me gusta mucho”, le permite relatar la efectista historia de “los rollos cambiados”. Cuenta que de pequeño vio El salario del miedo, de Clouzot, en el cine de su pueblo y ocurrió algo imprevisible. El proyeccionista sin querer alteró el orden de los rollos, lo que hizo de la película un relato incomprensible. “Las condiciones para una alteración surrealista consistieron en que sucedió de forma no meditada y en que los espectadores estaban anestesiados por la creencia de que las cosas tienen que ser como se proyectan en pantalla. O, dicho de otra manera, que el orden artístico es como el social, seguro y fiable”.

Tan seguro y fiable es su cine, sus guiones pulcros y de desarrollo lineal, como inesperado es el revulsivo que suele utilizar y que quizá tenga como culmen el texto que cumple ambas premisas: El Quijote cervantino en el que Gutiérrez Aragón se sintió sumergido como en agua propia.

Confiesa el cineasta que su pasión era la escritura, que devino en cine y ha vuelto por sus fueros. Quizá por eso aparezca en este título algo pomposo el término de “escritura fílmica”, aunque la suerte del arte de MGA es que tiene una visión, esa que permite que el guion escrito puede ir borrando palabras ante el destello de imágenes que lo dicen todo o que nos dejan absortos como espectadores y nos permiten comprender sin entender. Así es su cine, quizá alimentado por aquellos años en que había que hacer esfuerzos para contar lo que la censura quería arrebatarnos de las historias. Recuerdan estos alumnos de aquella mítica escuela de cine que Carlos Fernández Cuenca, su director, era asimismo el jefe de la censura en el Ministerio de Información. “Por la mañana cortaban las secuencias censuradas de las películas, y por la tarde nos las proyectaban en la Escuela a los alumnos”. Así creció de misterioso nuestro cine.

'En busca de la escritura fílmica' de Manuel Gutiérrez Aragón. Edición y selección de textos José Luís Sánchez Noriega. Editorial Cátedra. 233 páginas

Tan sólido como ecléctico en su modo de atacar el discurso cinematográfico, Manuel Gutiérrez Aragón ha terminado aupándose al podio del cineasta más original de su generación, la que vivió la postrimería del franquismo y el compromiso, la transición y el reto democrático en libertad. Desde Feroz a Habla Mudita, pasando por Demonios en el jardín o Maravillas, la obra del cineasta cántabro ha ofrecido unos registros tan peculiares que parece transitar entre el costumbrismo y el surrealismo, pero siempre desde una posición intelectual pétrea.

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