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Barcelona y Real Madrid, una catedral del baloncesto en Europa
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Pablo Martínez-Arroyo

Cartas Deportivas

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Barcelona y Real Madrid, una catedral del baloncesto en Europa

Una vez enfriado el problema (muy lejos todavía de haberse solucionado), queremos compartir algunas reflexiones sobre el 'caso Heurtel' en el Barcelona de baloncesto

Foto: El base francés Thomas Heurtel en el partido contra el Armani Milán. (Efe)
El base francés Thomas Heurtel en el partido contra el Armani Milán. (Efe)

¿Quién tiene "la propiedad" de un jugador de baloncesto profesional en Europa? "Me debo al club que me paga", es la frase típica de tantos deportistas de nuestro entorno a lo largo de tantos años. Por establecer una comparación con otro modelo, en la NBA, y en todas las ligas profesionales en Estados Unidos, el sistema de "franquicias" asegura una "propiedad" común. Hagamos una simulación del 'caso Heurtel', si en Europa se jugara una competición con las mismas reglas que la NBA.

Jasikevicius hubiera pedido a Nacho Rodríguez una salida inmediata del jugador. Nacho se hubiera puesto en contacto con las franquicias de otras ciudades. Alberto Herreros y Maurizio Gherardini (responsables de la parte deportiva del Real Madrid y Fenerbaçe, respectivamente), hubieran mostrado interés, y probablemente el asunto hubiera acabado con Leo Westermann yéndose del Fenerbaçe al Barça (era el base que quería su entrenador), con Heurtel aterrizando en Madrid y con al menos dos jugadores de Madrid y Barcelona teniendo que reforzar al Fenerbaçe, porque de los tres equipos es el que más hubiera apretado para recibir refuerzos, que este año falta les hace.

Foto: Thomas Heurtel en un partido contra el Real Madrid. (Efe)

Los profesionales de los clubes europeos se quejan habitualmente del tratamiento periodístico que se da a sus gestiones. Realmente, si cualquiera de ellos fuera responsable en un medio de comunicación, ¿no estaría deseando ofrecer a sus lectores una resolución con tanto 'cuajo' mediático como la que han hecho posible para el 'caso Heurtel'? Lo que debía haberse resuelto en los despachos, pensando todos en la buena marcha de la competición que les acoge, sin dar lugar nada más que a valoraciones técnicas de la gestión, se convirtió en una historia de individuos traicionándose en tiempos de pandemia. La 'glamurosa' noticia de un traslado en asientos de primera clase de cinco profesionales del baloncesto europeo, para beneficio de tres mercados importantísimos para la competición, ha derivado en la peripecia de un chaval francés abandonado en un aeropuerto turco, con sus compañeros acobardados y los rivales esperando los atractivos daños colaterales.

La rivalidad como esencia del deporte

Si han leído hasta aquí, podrán decirme -y tendrán mucha razón- que, si no soy idiota, lo parezco. "¿Y qué hacemos con la ACB, y con esa rivalidad de toda la vida?" "Esto, por mucho que usted se empeñe, jamás será como el sistema norteamericano de competiciones profesionales. ¡Si al baloncesto español, europeo (y quien dice baloncesto puede decir fútbol, o cualquier otro deporte entre clubes), le quitamos la rivalidad, la afrenta, la necesidad de crecer a costa de otros, el que tú te hundas para que a mí me vaya bien… le estamos quitando la 'salsa', su verdadera esencia!"

Deben saber, en mi legítima defensa de la idiotez, que les estoy escribiendo esta carta en el Día de los Magos de Oriente. Y como niño europeo que soy, me siento con pleno derecho, este 6 de enero de 2021, a pedir mi regalo deportivo para las siguientes generaciones.

Allá voy.

Mi querida y necesaria Europa, dos puntos; ¿Sería posible que me organizaran una gran competición de baloncesto profesional, con el mismo volumen de negocio para las ciudades y la misma riqueza deportiva para los aficionados, como la que tienen en Estados Unidos?

Si me trajeran los Reyes este primer regalo, las ciudades que no pudieran tener esa gran competición europea, tal vez pudieran organizar una competición igual de atractiva con las universidades europeas como grandes referentes. Y, como son ustedes tres, me atrevería a solicitarles que podamos completar la magia con unas grandes competiciones colegiales, lo que en Estados Unidos se llama 'high school sports', que llevarían mucho entusiasmo a los jóvenes y a sus entornos educativos.

Foto: Pau Gasol, en una imagen de archivo. (Reuters) Opinión

Si me concedieran los tres deseos juntos, creo que no solamente evitaríamos gran parte de los cortocircuitos cerebrales que provoca el 'odio tribal' en el deporte de élite, sino que, a medio y largo plazo, todas las líneas del proyecto acabarían siendo más rentables, empezando por las propias franquicias profesionales, siguiendo por el entorno educativo y su relación con el deporte, y acabando por los medios de comunicación.

Leíamos hace unos días que la solución a esta pandemia global pasa por "una sociedad unida dispuesta a construir de nuevo catedrales". "Nacho Rodríguez, Sarunas Jasikevicius, Thomas Heurtel... Alberto Herreros, Maurizio Gherardini… ¿os imagináis una 'catedral' así para el Baloncesto en Europa?"

"No seas ingenuo, chaval".

¿Quién tiene "la propiedad" de un jugador de baloncesto profesional en Europa? "Me debo al club que me paga", es la frase típica de tantos deportistas de nuestro entorno a lo largo de tantos años. Por establecer una comparación con otro modelo, en la NBA, y en todas las ligas profesionales en Estados Unidos, el sistema de "franquicias" asegura una "propiedad" común. Hagamos una simulación del 'caso Heurtel', si en Europa se jugara una competición con las mismas reglas que la NBA.