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El chándal de Lopetegui: un traje de superhéroe que me traslada al pasado
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Pablo Martínez-Arroyo

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El chándal de Lopetegui: un traje de superhéroe que me traslada al pasado

Ese chándal es el traje de superhéroe de Julen, que lo identifica con una manera de entender el fútbol, con la energía que, como líder, quiere transmitir a sus jugadores

Foto: Julen Lopetegui durante el partido entre el Sevilla y el Dortmund. (Efe)
Julen Lopetegui durante el partido entre el Sevilla y el Dortmund. (Efe)

Cada vez que veo a Julen Lopetegui agitándose permanentemente en la banda, vestido con su chándal, gesticulando tanto, me traslado hasta Logroño de repente. Y tirando de ese hilo, de esa "conexión a campo", siento que en realidad Julen se mueve por una de las embarradas áreas chicas del estadio de Las Gaunas -que él protegía como portero-; e inmediatamente siento que a su equipo le va a costar pasar de un empate. Me viene entonces el temor de que el árbitro les pueda birlar un penalti; de que su delantero centro pueda fallar una ocasión clamorosa de gol delante del portero rival, por culpa del mal estado del césped; de que el propio Julen salga hundido del campo, con una mezcla de extremo cansancio y una necesidad de recuperar un arma con la que abatir a Goliat. No lo puedo evitar.

(Mi admirado filósofo Bernardo Ortín, explica de cine ese concepto que llama "conexión a campo", la facultad que todos tenemos de recuperar nuestras vivencias a la menor ocasión. La magdalena de Proust. Las imágenes, las experiencias…).

Foto: Djokovic posa junto al trofeo del Open de Australia. (Reuters) Opinión

Para que esa "conexión a campo" se produzca, debe haber algo que active de forma imparable nuestros recuerdos. En mi caso con Lopetegui, es claramente su chándal. Qué tendrá ese chándal para Lopetegui. Lo vestirá por una simple superstición (he escuchado que esa es la razón de la pinta de ir de entierro que siempre luce Simeone); quizá simplemente por comodidad… a veces pienso que ese chándal es el traje de superhéroe de Julen, que lo identifica con una manera de entender el fútbol, con la energía que, como líder de grupo, quiere transmitir a sus jugadores.

Diferentes estilos

El chándal de Lopetegui; la pinta de Bruce Wayne de Simeone; la cantidad de tela azul sobre fondo amarillo de Ronald Koeman; los ceñidos trajes de Zidane, en contraposición con aquella camiseta del centenario, en la que "le cabía un Villarroya en cada manga", como solía decir un amigo mío. Diferentes formas de estar en un campo de fútbol, aparentemente todas dispuestas hacia la persecución de un mismo objetivo, ganar y ganar y volver a ganar, como decía el Sabio. O al menos, inspirándose en Di Stefano, para que no nos metamos las pelotas dentro cuando vayan fuera.

placeholder Zinédine Zidane, siempre opta por el traje. (EFE)
Zinédine Zidane, siempre opta por el traje. (EFE)

Mucho antes de que Juanma Lillo hubiera seducido a Pep Guardiola, el hoy ayudante y piedra filosofal sobre la que el entrenador del Manchester City planea el asalto a la Champions, había acuñado una frase que ni siquiera Bernardo Ortín hubiera sido capaz de mejorar. "Deben ustedes saber, -decía en alguna de sus conferencias-, que para jugar realmente bien en zona, debemos ser capaces de vivir muy bien en zona". No me pregunten mucho más por ella, se lo pido con la humildad de un ex deportista que nunca estuvo al otro lado de la trinchera. Probablemente son cosas de entrenadores, nada más. O tal vez no. Este que les escribe, jamás quiso, pudo o supo ponerse un disfraz de entrenador.

Esas "imágenes, los sonidos, las sensaciones, los olores y sabores que pueblan nuestra imaginación -dice el filósofo Ortín-, (...). La palabra dicha, lo que sentimos a continuación y lo que nos hace sentir nuestro interlocutor…". A veces siento a España jugando un partido político, económico y social desde en el embarrado estadio de Las Gaunas; intuyo la necesidad de recuperar un arma con la que batir a Goliat; e imagino la protección de un buen traje de superhéroe; el artículo 1 de la Constitución y el respeto por las reglas del juego.

Cada vez que veo a Julen Lopetegui agitándose permanentemente en la banda, vestido con su chándal, gesticulando tanto, me traslado hasta Logroño de repente. Y tirando de ese hilo, de esa "conexión a campo", siento que en realidad Julen se mueve por una de las embarradas áreas chicas del estadio de Las Gaunas -que él protegía como portero-; e inmediatamente siento que a su equipo le va a costar pasar de un empate. Me viene entonces el temor de que el árbitro les pueda birlar un penalti; de que su delantero centro pueda fallar una ocasión clamorosa de gol delante del portero rival, por culpa del mal estado del césped; de que el propio Julen salga hundido del campo, con una mezcla de extremo cansancio y una necesidad de recuperar un arma con la que abatir a Goliat. No lo puedo evitar.

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