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Jules Vedrines, el pionero francés de la aviación que Madrid convirtió en héroe
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Gonzalo Mazarrasa

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Jules Vedrines, el pionero francés de la aviación que Madrid convirtió en héroe

Fue el único que consiguió finalizar la primera gran carrera de la aviación organizada en 1911 entre París y España. A su llegada a Madrid, fue aclamado y condecorado por el rey Alfonso XIII

Foto: Jules Vedrines fue el único piloto que completó la carrera por etapas París-Madrid en 1911
Jules Vedrines fue el único piloto que completó la carrera por etapas París-Madrid en 1911

Hablar de deporte y contextualizarlo en 1911 resulta francamente difícil. El deporte más seguido, el fútbol, era todavía una practica amateur. Apenas se habian celebrado cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos y su continuidad ya estaba en entredicho al ser eclipsados por las Exposiciones Universales. Problemas de hoy en día como los derechos de televisión no podían ni imaginarse. Por eso, a los protagonistas del deporte todavía se les consideraba autenticos héroes. Semidioses aventureros que rompían barreras. Ahora que tenemos atascos para alcanzar la cima del Everest, en 1911 todavía ni se había planteado la posibilidad de subir la montaña más alta de la tierra, así que fíjense. Al final, los grandes retos son el motor del ser humano y en aquella época mirar hacia arriba y llegar alto era combustible de alto octanaje.

El cielo era el techo. Al principio del siglo XX hubo abundantes proyectos para tratar de surcar los aires. Primero planeando y luego desafiando a la naturaleza con máquinas pesadas que pudieran transportar pasajeros. La aviación se convirtió en uno de los deportes-exhibición más espectaculares para el gran público. Poco a poco se iban consiguiendo nuevos hitos: vuelos de dos personas, vuelos de mayor distancia, de más velocidad, las primeras pioneras femeninas... La industria militar prestaba especial atención, consciente de que el aire sería el próximo medio, el próximo campo de batalla económico. También se frotaban los ojos los periódicos que, dado el interés generado, comenzaron a organizar pruebas y carreras. ¿Carreras aéreas? Como lo oyen, todo y cuando apenas llevamos unos años en la aviación.

Foto: El estadio Lluis Sitjar, en Mallorca (RTVE) Opinión

El caso es que, aún en su fase primera, estas pruebas despertaban pasiones y concentraban a multitud de espectadores. En ocasiones, los aviones participantes se averiaban sin poder iniciar el despegue. En vuelo, las garantías tampoco eran absolutas y los accidentes estaban prácticamente asegurados. En marzo, en el Hipodromo de Madrid, una exhibición del aviador francés Jean Mauvais se llevó por delante la vida de una persona y dejó varios heridos de gravedad. El piloto perdió el control del avión y se estrelló. Lejos de replantearse la seguridad y lo conveniente de estos espectáculos, no hubo ningún tipo de problma en seguir celebrándolos.

Apenas un par de meses después, España iba a tomar parte en su primer evento internacional: una carrera de tres etapas que unía Paris y Madrid organizada por el diario francés 'Le Petit Parisien'. El 21 de mayo de 1911 arrancó la prueba, con 28 inscritos. En un abarrotado aeródromo de Issy-Les-Molineaux, a las afueras de la capital gala, los pilotos tomaron la salida en intervalos de 10-15 minutos hacia Angulema, meta. Pero los problemas mecánicos aguaron por completo la fiesta y solo el mitiquísimo Roland Garros inició el vuelo sin problemas. Del resto, Jules Vedrines despegó, pero tuvo que regresar y André Frey rompió el motor, entre otras calamidades.

placeholder Jules Vedrines y uno de sus ayudantes, en 1911
Jules Vedrines y uno de sus ayudantes, en 1911

Eso sí, la peor parte se la llevó sin duda Louis Emile Train, que tuvo que dar la vuelta por una avería y, sin querer, dirigó su avión hacia unas personas que caminaban desprecupadas por la zona de aterrizaje. Los despistados, un selecto grupo de autoridades que previamente habian desobedecido las indicaciones de permanecer en sus tribunas. Heridos resultaron el primer ministro de Francia, Ernest Monis, y sobre todo el ministro de Guerra, Henri Berteaux, al que el paso del aparato le amputó un brazo y le golpeó en la cabeza, matándole. El caos se apoderó del aeródromo y se retrasó un día el inicio de la prueba. Solo Roland Garros llegó con éxito a Angulema.

Tres pilotos en liza

En la reanudación del prólogo, más noticias desagradables: varios de los participantes abandonaron por el mal estado de sus aviones y muchos de los que consiguieron salir no finalizaron la etapa. Stephen Beaumont lo dejó a unos 50km de París, como Frey. Solo Eugène Gilbert y Vedrines alcanzan Angulema junto a Roland Garros. En la segunda etapa, con tres pilotos en liza y el objetivo de cruzar los Pirineos hasta San Sebastián, los percances siguieron sucediéndose. Roland Garros se quedó sin combustible y tuvo que aterrizar en el Monte Jaizquibel, el monte costero más alto del Cantábrico. Gibert tuvo que parar en Bayona para reparar el avión y solo Vedrines, mal que bien, pudo alcanzar el País Vasco sin interferencias. El paso por los Pirineos provocó un nuevo retraso en la carrera, pero esta vez no por razones mecánicas, sino de salud: los tres pilotos presentaron un cuadro de hipotermia avanzado y guardaron un día más de reposo antes de continuar la marcha hacia Madrid.

En la supuesta última jornada (así iba a ser en la teoría), nuevos despropósitos. Roland Garros, que parecía el claro favorito, estrelló su nave, dañó un ala y dijo adiós a la aventura. Gibert, en un hecho tan curioso como tronchante, siguió el mismo camino que su compatriota al ser, según cuentan las leyendas, atacado por un águila y emprenderla posteriormente a balazos contra el animal, dañando el avión. Vedrines no escapó tampoco de la inestabilidad, aterrizando en Quinalapalla (Burgos) para solucionar algunos problemas. Se guardó, eso sí, un as bajo la manga: al ser el único competidor en liza, pidió a la organización de la carrera una jornada extra para intentar reparar su nave. Pese a que las tres etapas ya habían doblado el tiempo estimado para su conclusión, los responsables accededieron a su petición.

placeholder Vedrines, en un aeródromo francés antes de iniciar el vuelo
Vedrines, en un aeródromo francés antes de iniciar el vuelo

Condecorado por Alfonso XIII

Vedrines hizo noche en Burgos y retomó la ruta. Para indicarle el camino en la oscuridad, los vecinos de las localidades que atravesó prendieron hogueras. Superando un sinfín de inconvenientes, Vedrines llegó a Madrid convertido en héroe. En la dehesa de Santa Quiteria de Getafe la expectación fue máxima. Aparte del premio económico, en los días siguientes recibió las felicitaciones del rey Alfonso XIII, que le condecoró con la Cruz de la Orden Civil Alfonso XII, y del Congreso. Vedrines se acabaría convirtiendo en un galáctico de la aviación ganando otras carreras y realizando diversas exhibiciones (por ejemplo, el aterrizaje en la azotea de las galerías Lafayatte, donde ahora una lápida con su nombre conmemora la acción) para luego morir joven, con apenas 37 años, en un accidente de avión.

A él se le debe que comenzasen a surgir reclamaciones por sobrevolar espacios aéreos extranjeros, al internarse en Alemania sin permiso, hecho por el que se le condenó a un año de prisión. Vedrines siempre fue contrario a poner fronteras aéreas. Más joven que él, pero también surcando el cielo, fallecería Roland Garros, combatiendo en la I Guerra Mundial. Gilbert también conseguiría fama derribando aviones alemanes en la guerra, además de imponerse en diversas carreras posteriores.

Hablar de deporte y contextualizarlo en 1911 resulta francamente difícil. El deporte más seguido, el fútbol, era todavía una practica amateur. Apenas se habian celebrado cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos y su continuidad ya estaba en entredicho al ser eclipsados por las Exposiciones Universales. Problemas de hoy en día como los derechos de televisión no podían ni imaginarse. Por eso, a los protagonistas del deporte todavía se les consideraba autenticos héroes. Semidioses aventureros que rompían barreras. Ahora que tenemos atascos para alcanzar la cima del Everest, en 1911 todavía ni se había planteado la posibilidad de subir la montaña más alta de la tierra, así que fíjense. Al final, los grandes retos son el motor del ser humano y en aquella época mirar hacia arriba y llegar alto era combustible de alto octanaje.

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