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Zidane no cumple su promesa con Morata
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Antonio Sanz

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Zidane no cumple su promesa con Morata

Cada gol del chico es un aviso a su paciencia… y a la del entrenador del Real Madrid. El mismo que le prometió confianza, aunque esa voluntad hasta ahora brilla por su ausencia

Foto: Morata celebra su gol al Sporting de Portugal en la Champions. (REUTERS)
Morata celebra su gol al Sporting de Portugal en la Champions. (REUTERS)

Seis goles en catorce partidos es la tarjeta de presentación que manifiesta Álvaro Morata en su vuelta al Real Madrid. Sin embargo, y aunque los números suenan rimbombantes y las sensaciones preciosistas, cuando llega la hora de la verdad aparecen en los carteles los artistas de siempre. Y al chico no le queda más remedio que aferrarse a los circunloquios que relatan tiempos de paciencia o aprovechamiento del momento. Sin perder la sonrisa, salta al campo con firmeza y hasta decide en el marcador. Pero para vivir con este rol no se quedó en el Real Madrid. Con imponentes ofertas, optó por darse una nueva oportunidad para vestir de blanco tras la experiencia italiana, dónde, por cierto, tampoco fue titular indiscutible. Y decidió volver a probar, entre otras cosas, por la carga de intención que le planteó el entrenador. Pero los números hablan otro idioma: catorce partidos oficiales, seis veces en el once inicial -ninguno en Champions y sólo cuatro de nueve en Liga-. Con 24 años recién cumplidos, no parece suficiente. Al menos, la ambición del jugador esgrimía otro plan en verano. Entonces, el Real Madrid se enrocaba y él dudaba. Hoy comprueba que el míster se aleja de aquellas voluntades estivales.

Foto: PresentaciÓn de Álvaro Morata (Javier López/EFE)

Morata se presentó en Canadá a la gira norteamericana del Real Madrid. En el hall del hotel de Montreal, donde se hospedaba el equipo, le esperaba Zinedine Zidane. La Eurocopa y el tránsito veraniego habían contado lo suyo y el entrenador quería recibirle personalmente. La puesta en escena pretendía hacerle entender que no se aguardaba a un chaval de la cantera, al meritorio que cada estación veraniega se presenta para tratar de convencer y hacerse con un hueco en la plantilla. Tras el Erasmus de Turín, el club blanco aprobaba el crecimiento del delantero y lo premiaba con honores de gran fichaje. Zidane se declaraba el primer fan. El técnico admitía que buscaba la empatía desde el primer día, sabedor de la dificultad de tener contento a un jugador que aspira a la titularidad con Cristiano, Bale y Benzema en la misma plantilla. Antes, ya habían dialogado por teléfono. Al entrenador no le quedó más remedio que descolgar el móvil para atraer la confianza del ariete. Y es que las ofertas eran tentadoras para cualquiera. Pero Zidane no es cualquiera y el aura que desprende todavía hipnotiza. Y Morata cayó en el hechizo.

Florentino Pérez presumía en aquellos días de julio de retener en el Real Madrid a una pieza más que codiciada en el mercado. La entidad había desembolsado 30 millones de euros para satisfacer con la Juventus la opción de recompra fijada en el traspaso realizado dos años antes. Pérez, ufano, proclamaba que había rechazado propuestas de 70 millones de euros. Y no era un farol. Tanto el Chelsea como el Atlético de Madrid habían comunicado con Concha Espina para ofertar esa cantidad por el joven delantero madrileño. Desde Londres, Antonio Conte buscaba una alternativa para un Diego Costa reacio a continuar en Stamford Bridge. Ya había apostado por Morata cuando decidió contratarlo para la Juve. Sin embargo, no llegaron a trabajar juntos porque Conte decidió abandonar la entidad ‘bianconera’ por discrepancias con la dirigencia. En este intento, desde el Bernabéu le brindaron un intercambio entre el goleador y Hazard. Abramovich dijo no. La otra vía tentadora llegaba desde el Calderón, quienes trataban de conquistar un ‘9’ de garantías para Simeone. Pero Florentino ni se planteó reforzar al vecino. Esa puerta estaba más que cerrada para Morata.

El verano resultó más que complicado para el goleador del Real Madrid. Como él mismo reconoció recientemente “hablé con muchos entrenadores, pero les dije que mi sueño era el Real Madrid”. Palabra arriba, palabra abajo este fue el mensaje que trasladó a Conte o a Simeone, además de su agradecimiento por el interés mostrado. También era consciente de que perdía la oportunidad de ser titular sin discusión en cualquiera de las dos entidades que más empeño pusieron en firmarlo. Pero las palabras de Zidane, otro entrenador con el que también habló, resultaron determinantes. El galo le habló de confianza y le prometió oportunidades siempre que se las ganase sobre el terreno de juego. La sombra de la ‘BBC’ sería alargada, pero los ojos del técnico mirarían con esperanza a un joven que nunca se hubiera perdonado no haberse dado la oportunidad de equivocarse en el Real Madrid.

Foto: Diego Costa sustituyó al lesionado Álvaro Morata en el minuto 27 (Sergio Barrenechea/EFE) Opinión

Camino del primer tercio de temporada, ha llegado el momento de darse cuenta que el rol de Morata es el de suplente. La ecuación de Zidane es clara: Cristiano Ronaldo juega porque es la estrella y el goleador; Benzema es titular porque cose más que nadie en una zona compleja del campo; y Bale es indiscutible porque actualmente es el que en mejor forma está y porque sobre él se construye el futuro del Real Madrid. Con estos parámetros, se tuerce también la titularidad en la Selección. Tal y como intuía Lopetegui, el ‘9’ tendría dueño en la figura de Diego Costa obligado por la interinidad de Morata en el once. Esa base de la sub 21 que logró con el seleccionador guipuzcoano el campeonato de Europa de la categoría acababa en el delantero madrileño. Resta mucha temporada y restan muchos partidos por disputar y todo puede cambiar. Pero hasta hoy, lo demostrado es que el rendimiento de Morata es insuficiente para apoderarse de un lugar en el equipo titular. Cada gol del chico es un aviso a su paciencia…y a la de Zidane. El mismo que le prometió confianza. Sin embargo, esa voluntad hasta ahora brilla por su ausencia.

Seis goles en catorce partidos es la tarjeta de presentación que manifiesta Álvaro Morata en su vuelta al Real Madrid. Sin embargo, y aunque los números suenan rimbombantes y las sensaciones preciosistas, cuando llega la hora de la verdad aparecen en los carteles los artistas de siempre. Y al chico no le queda más remedio que aferrarse a los circunloquios que relatan tiempos de paciencia o aprovechamiento del momento. Sin perder la sonrisa, salta al campo con firmeza y hasta decide en el marcador. Pero para vivir con este rol no se quedó en el Real Madrid. Con imponentes ofertas, optó por darse una nueva oportunidad para vestir de blanco tras la experiencia italiana, dónde, por cierto, tampoco fue titular indiscutible. Y decidió volver a probar, entre otras cosas, por la carga de intención que le planteó el entrenador. Pero los números hablan otro idioma: catorce partidos oficiales, seis veces en el once inicial -ninguno en Champions y sólo cuatro de nueve en Liga-. Con 24 años recién cumplidos, no parece suficiente. Al menos, la ambición del jugador esgrimía otro plan en verano. Entonces, el Real Madrid se enrocaba y él dudaba. Hoy comprueba que el míster se aleja de aquellas voluntades estivales.

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