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Zidane se irrita para sosegar la persecución a Cristiano Ronaldo
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Antonio Sanz

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Zidane se irrita para sosegar la persecución a Cristiano Ronaldo

El técnico del Real Madrid reaccionó con dureza a la sanción al portugués, a pesar de que bien podría haberlo dejado de lado para centrarse en el gran momento de juego que exhibe su equipo

Foto: Cristiano Ronaldo y Zidane en la ida de la Supercopa. (Reuters)
Cristiano Ronaldo y Zidane en la ida de la Supercopa. (Reuters)

¿Por qué pudiendo hablar sólo de fútbol terminaron centrando el discurso en la queja arbitral? ¿Por qué tras una doble exhibición futbolística el entrenador y la opinión pública madridista se centró en ajusticiar a De Burgos Bengoetxea? ¿Por qué desde las oficinas de Concha Espina se agitó a la masa social para movilizarla en una protesta estéril? ¿Por qué vimos por primera vez irritado a Zidane, un ejemplo de mesura y sutileza? ¿Por qué el Real Madrid se obliga a contentar a CR7 defendiendo lo indefendible? ¿Por qué el portavoz del club se salió de su moderado guión para cuestionar al árbitro del Camp Nou? ¿Por qué Cristiano Ronaldo habla de persecución? Estas son algunas cuestiones que se mastican en la nube pública y que sorprenden especialmente cuando el club provoca un giro en su política tradicional de no inmiscuirse en las decisiones de los colegiados. Sin embargo, esta vez, el damnificado es la estrella del equipo. Esta vez tocaba cerrar filas para contentar, para satisfacer a quien se siente un incomprendido. Uno de los dos mejores jugadores del mundo parece que necesita demasiado reconocimiento personal. Precisa sentirse arropado. Tanto hasta lograr que el club modifique el discurso y tanto que hasta el entrenador se metió en un charco de difícil explicación.

Foto: Marco Asensio celebra el 1-0 en la vuelta de la Supercopa de España. (Cordon Press) Opinión

Poco menos de media hora resultó suficiente a CR7 para sobresalir de modo eminente en el reino de Messi. Parece como si el banquillo hubiera apretado las tuercas de quien siempre sale hipermotivado a un terreno de juego. Pero en esta breve temporalidad de juego comprobamos todas las aristas de quien es un fuera de serie cuando hay un balón de por medio. Una acción pura de ataque refrendada con un golpeo de maestro que concluye con un gol antológico dio paso a la secuencia del divo. Es el momento donde surge la egolatría, el culto por la adoración que siente de sí mismo. Esta acción innecesaria, la de despojarse de la camiseta para mostrarla al Camp Nou devolviendo la afrenta al otro astro que cabalga en su liga, dio paso al error del colegio y a la frustración del portugués. El leve empujón es incuestionable, como ninguna duda ofrece la acción nada fingida por la que fue castigado. Ahora le toca pagar por esta equivocación. Entonces, el ático blanco entendió que era el momento de cerrar filas. Decidió tocar la corneta para devorar al hombre que cometió la torpeza de expulsarlo. Todos a la misma.

“Ahí pasa algo”, sembró la sospecha ZZ. La molestia de Zidane se conjuga con la ecuación de la persecución que siente CR7 para dar como resultado que la afición promulgue una campaña de protesta. Y todo tiene una explicación. Lo primero que hay que apuntar es que empujar a un colegiado, aunque el empujón sea calificado de leve, se sanciona con entre cuatro y doce partidos. Por tanto, se la ha impuesto el grado menor de lo tipificado. “Es poco lo que ha hecho y mucho tiempo para él” decía el entrenador francés para defender a su pupilo. Se le aplicó la norma y nada más. Pero el extraño comportamiento de Zidane se entiende desde el trato que cualquier pastor ofrece a un miembro de su rebaño. El técnico es consciente de la dificultad que supone manejar el vanidoso carácter de Cristiano Ronaldo. Ha caminado paso a paso y con agudeza. Primero consiguió convencerle de que debía rotar, que debía administrar esfuerzos. Después le hizo entender que siendo el mejor debía aguardar su turno. Antes, asumió el monumental cabreo del portugués con el tema judicial que acabó con las frustradas intenciones de cambiar de aires. Ahora, la injusta segunda amarilla. Demasiado en poco tiempo. Por eso, el francés se colocó el primero de la hilera para agradar a quien se siente perseguido.

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Soccer Football - Real Madrid vs Barcelona - Spanish Super Cup Second Leg - Madrid, Spain - August 17, 2017 Real Madrid’s Cristiano Ronaldo reacts after winning the Spanish Super Cup REUTERS Juan Medina

"Está molesto porque quiere jugar"

Zidane explicó cómo vive CR7 la situación: “Está molesto porque quiere jugar”. No hizo falta esperar mucho para conocer vía red social lo que decía el interesado: “Me parece exagerado y ridículo, esto se puede llamar persecución. Gracias a mis compañeros y a los aficionados por el apoyo”. El portugués había esperado a la resolución del Comité de Apelación que ratificaba la sanción: un partido por la doble amarilla más cuatro más por el empujón. La conclusión es que CR7 está harto, hastiado del sistema, agotado por lo que entiende un esfuerzo permanente para defenderse dentro y fuera de los terrenos de juego. Pero el madridismo percibe demasiado capricho en la defensa a ultranza que se realiza desde los estamentos del club. Tanto que la protesta orquestada quedó en tibia y sólo unos calurosos gritos a la estrella recordaron la ofensa. Pero los requeridos pañuelos se quedaron en el bolsillo.

Un hombre nada iracundo como es Zidane debe afrontar ahora para los restos la carga de sospecha que dejó con el “ahí pasa algo”. Tanto que desde el portal 'Iusport' —dedicado a la difusión del derecho deportivo— deslizaron que el Comité Técnico de Árbitros estaba estudiando las palabras del francés por si son merecedoras de denuncia. No parece que vayan a entrar de oficio y que enreden más el asunto. Pero la advertencia sí queda hecha. Es extraña la estrategia que ha seguido el Real Madrid. Lo sensato era desmarcarse de lo fácil —las críticas al colegiado— para explotar el guión futbolístico de la exhibición deportiva. Pero había que satisfacer al astro luso, debía percibir que se cerraban filas en torno a su figura. Por cierto, en esta riada de apoyos desaforados a Cristiano se extraña la voz del capitán del equipo. El silencio y el balón eran las mejores armas para significarse como los mejores. Sin embargo, CR7 exigía mucho ruido, aunque nos hayamos encontrado pocas nueces en el camino.

¿Por qué pudiendo hablar sólo de fútbol terminaron centrando el discurso en la queja arbitral? ¿Por qué tras una doble exhibición futbolística el entrenador y la opinión pública madridista se centró en ajusticiar a De Burgos Bengoetxea? ¿Por qué desde las oficinas de Concha Espina se agitó a la masa social para movilizarla en una protesta estéril? ¿Por qué vimos por primera vez irritado a Zidane, un ejemplo de mesura y sutileza? ¿Por qué el Real Madrid se obliga a contentar a CR7 defendiendo lo indefendible? ¿Por qué el portavoz del club se salió de su moderado guión para cuestionar al árbitro del Camp Nou? ¿Por qué Cristiano Ronaldo habla de persecución? Estas son algunas cuestiones que se mastican en la nube pública y que sorprenden especialmente cuando el club provoca un giro en su política tradicional de no inmiscuirse en las decisiones de los colegiados. Sin embargo, esta vez, el damnificado es la estrella del equipo. Esta vez tocaba cerrar filas para contentar, para satisfacer a quien se siente un incomprendido. Uno de los dos mejores jugadores del mundo parece que necesita demasiado reconocimiento personal. Precisa sentirse arropado. Tanto hasta lograr que el club modifique el discurso y tanto que hasta el entrenador se metió en un charco de difícil explicación.

Zinédine Zidane Cristiano Ronaldo