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Es lo que hay
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El activista Guardiola cambia el catálogo del fútbol inglés
Pep Guardiola no solo está batiendo récords en la Premier League, también está generando nuevos hábitos en los terrenos de juego británicos con un estilo diferente
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La obsesión por politizar el fútbol imposibilita una imagen inmaculada del, probablemente, mejor entrenador del universo del balompié. Pep Guardiola mantiene la cruzada de la independencia de Cataluña con un balón de por medio. Esta actitud irrita a buena parte de la opinión pública que injustamente desmerece su valía en una profesión tan vulnerable. Pero más allá del ideario político del protagonista, Inglaterra habita asombrada por lo que el Manchester City ha construido durante estos últimos meses. Ya ofreció señales de su grandeza en el primer tramo del primer curso pasado. Sin embargo, el equipo se desinfló según caían las hojas del almanaque. Ahora ha logrado el mejor inicio en la historia de la Premier, instaurada en 1992. Nunca nadie había sumado tantos puntos ni tantos triunfos consecutivos. Además, la admiración llega a un país que siente que debe refundarse en su catálogo futbolístico para penetrar en la cosecha de los títulos. La ideología británica, que ya se vive en las categorías inferiores de su selección, siente el cambio de estilo imperado por el entrenador catalán.
El penúltimo capítulo de la relación Mourinho-Guardiola se escribió en los vestuarios del legendario Old Trafford, el estadio del United. En Manchester se disputó un derbi que causó estragos en la cabeza del portugués. No por la derrota o por el escueto resultado y sí por la abrumadora superioridad demostrada por el conjunto visitante. Tan claro lo sintió la grada local que durante tramos del partido gritaron "¡Ataque! ¡Ataque!", tal y como recogieron en sus ediciones pospartido los periódicos ingleses. Estos mismos recordaban a los seguidores más veteranos que rememoraban la histórica victoria en Wembley en la que fue su primera Copa de Europa. Aquella prórroga resultó feliz para el United, que goleó (4-1) al entonces bicampeón Benfica en 1968. Esta reacción provocó demasiada tensión en Mourinho, que acudió a silenciar la fiesta del vestuario de Guardiola. Después, diferentes versiones sobre lo ocurrido para un alboroto más propio de un 'pub' que del hogar de los deportistas.
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No vale solo con ganar
Guardiola se siente dichoso, feliz. Sus allegados explican que está disfrutando como nunca. Es difícil comparar, por todo lo logrado anteriormente, pero Pep considera que modificar el modelo inglés es para sentirse venturoso. El objetivo del técnico no es solo ganar. Se trata de imponer un estilo, de crear tendencia, de instituir escuela. La cara del técnico tras derrumbar al rival en el derbi del noroeste de Inglaterra era oportuna, como satisfactoria fue su respuesta en la sala de prensa: “La gente me decía que aquí no se podía jugar de esta forma. Pues hemos demostrado que también se puede ganar así”. Se refiere a sentirse el único dueño del balón, a jugar con asociaciones, a mover la pelota de un lado al otro. Los analistas británicos exponen que el equipo de Pep practica un fútbol abierto, sin corsés defensivos, con enorme despliegue ofensivo y sin concesiones en las áreas. En resumen, los observadores imparciales comienzan a emocionarse con el juego del conjunto de Guardiola. Lo más ‘cool’ es esquinar el balón aéreo para potenciar que el cuero recorra y se deslice más por la hierba.
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Dicen en la isla que el azul se ha puesto de moda. Pero el entrenador siente más el color amarillo. Como saca punta a todo, Mourinho consideró que el lazo que luce su colega cuenta con tintes políticos. El portugués, siempre pendiente de sentirse perseguido, declaró: "Mi duda es si las reglas permiten algún mensaje político en el campo. A mí seguro que no me lo permitirían". Guardiola no esconde sus sentimientos ni sus actos. Para él, la plataforma en la que vive instalado es la mejor tribuna para denunciar lo que considera una opresión, una injusticia o lo que en cada momento mejor convenga. El foco del fútbol le sitúa en una posición inmejorable para hacer campaña permanente. Da igual saltarse las reglas, da lo mismo mezclar fútbol y política. Pep siente la necesidad de seguir denunciando. Hoy es lo que él considera "la defensa de una cosa normal como votar". Mañana seguirá la lucha desde su posición activista. Mientras tanto, las autoridades británicas, que sufren también las veleidades de algunos territorios de la ínsula, miran hacia otro lado. No se trata de buscar más polémica, que tampoco le vendría nada mal a las huestes en las que milita el entrenador.
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Faltaría más que Guardiola no pudiera tener su propia posición política, su ideario ideológico. Lo que llama más la atención es su permanente activismo siendo excepción en un sector donde los profesionales del mismo sienten que deben ser políticamente correctos. Quizá este siglo nos trae también un cambio en el posicionamiento de los deportistas, que muchos ya explotan con el lenguaje, pero no tanto con la militancia activa. Mientras todo esto pasa, Pep ha conseguido que la hucha del grupo inversor de Emiratos Árabes, propietario de la entidad, se rebaje en 463 millones de euros en los dos años que acumula como entrenador, según datos recogidos en Transfermarkt, web especializada en la estimación del valor de los jugadores. El Manchester City ha ingresado por ventas en este mismo periodo 130 millones de euros. No importa, el gozo de la propiedad con los éxitos del equipo es más que suficiente para darlo por bien gastado. Para Pep, su felicidad va más con el estilo y el reconocimiento de la opinión pública británica. Por aquí y por el siguiente reto: repetir la imbatibilidad que logró el Arsenal hace casi quince años. Entonces, no perdieron ni un solo partido de Premier. Entonces, también Wenger cambió el catálogo a los ingleses. Hoy, la gran mayoría lo quiere despedir. El fútbol.
La obsesión por politizar el fútbol imposibilita una imagen inmaculada del, probablemente, mejor entrenador del universo del balompié. Pep Guardiola mantiene la cruzada de la independencia de Cataluña con un balón de por medio. Esta actitud irrita a buena parte de la opinión pública que injustamente desmerece su valía en una profesión tan vulnerable. Pero más allá del ideario político del protagonista, Inglaterra habita asombrada por lo que el Manchester City ha construido durante estos últimos meses. Ya ofreció señales de su grandeza en el primer tramo del primer curso pasado. Sin embargo, el equipo se desinfló según caían las hojas del almanaque. Ahora ha logrado el mejor inicio en la historia de la Premier, instaurada en 1992. Nunca nadie había sumado tantos puntos ni tantos triunfos consecutivos. Además, la admiración llega a un país que siente que debe refundarse en su catálogo futbolístico para penetrar en la cosecha de los títulos. La ideología británica, que ya se vive en las categorías inferiores de su selección, siente el cambio de estilo imperado por el entrenador catalán.