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Neymar y un oro olímpico que devuelve el orgullo a los brasileños
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Valeria Saccone

Río por no llorar

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Neymar y un oro olímpico que devuelve el orgullo a los brasileños

Río de Janeiro vibró durante horas, hasta comprobar que la locura olímpica había merecido la pena. El triunfo de la selección de fútbol liderada por Neymar devolvió el orgullo a Brasil

Foto: Neymar con la medalla de oro ganada tras imponerse Brasil a Alemania en la final de fútbol (EFE)
Neymar con la medalla de oro ganada tras imponerse Brasil a Alemania en la final de fútbol (EFE)

Fue una noche histórica la que el sábado sacudió hasta los cimientos el famoso Maracaná. El grito de los hinchas en el momento exacto en que Neymar acertó el último penalti, asegurando la victoria olímpica a su equipo, sonó como un rugido en el estadio. El 5-4 en la tanda de penaltis (1-1 acabó el partido) contra Alemania de 2016 sirvió para lavar la deshonra de aquel bochornoso 1-7, que desde los Mundiales de Fútbol de 2014 pesaba como una losa sobre el orgullo patrio de los brasileños.

Aunque ningún periódico nacional se atrevía a citar la palabra, el sentimiento general era de revancha. Lo importante no era competir, sino vengarse de aquel resultado que hace dos años cubrió de vergüenza la selección de fútbol y todo un país. El estadio más famoso del mundo estaba tomado por una ardiente multitud verde-amarilla: 200.000 ojos miraban al campo con una mezcla de esperanza y de temor. “Vamos a ganar, tenemos que ganar”, decía un joven al principio del partido, ataviado con una bandera de Brasil.

Foto: Neymar por fin logró una corona con Brasil (Marcos Brindicci/Reuters).

Con el primer gol de Neymar, en el minuto 26, el triunfo apareció como una posibilidad real. El empate del minuto 58 torturó durante una hora la afición brasileña, completamente entregada al sueño olímpico. El momento decisivo en el que el portero Weverton paró el penalti de Petersen produjo una profunda conmoción dentro del estadio. Finalmente, el último penalti de Neymar otorgó a Brasil un inédito oro olímpico y un ulterior desagravio para este joven líder, que perdió la final en Londres 2012 frente a México.

Usain Bolt no se lo perdió

La pasión de los brasileños por el fútbol es archiconocida. Pocos hinchas en el mundo se desviven con tanto ardor en los partidos nacionales e internacionales. En el penúltimo día de los JJ.OO., todo Río de Janeiro vibró durante más de dos horas, hasta comprobar que la locura olímpica había merecido la pena. Los primeros Juegos en Sudamérica concluyen en una atmósfera de éxtasis.

En el Maracaná, el tricampeón Usain Bolt homenajeó a la selección brasileña con su presencia. La estrella jamaicana había declarado en varias ocasiones que adora ver a Neymar jugar y que le gustaría conocerlo cuando estuviese en Río de Janeiro. Por fin se produjo el ansiado encuentro entre los dos astros. Mientras tanto, a siete kilómetros del estadio, el recién estrenado Boulevard Olímpico atrajo a una multitud de más de 200.000 personas. A pesar de la lluvia, los fans abarrotaron la plaza Mauá y asistieron emocionados a la victoria de Brasil ante las pantallas gigantes.

Foto: Vista panorámica del estadio olímpico (EFE) Opinión

“Yo quiero otros tres meses de JJ.OO. No aguanto más, pero quiero”, decía entre risas Thiago. “Este resultado nos va a ayudar a enfrentar lo que se nos viene encima: el proceso de 'impeachment' de Dilma Rousseff y la crisis económica que nos aqueja. Creo que la victoria le va a venir muy bien a Brasil en este momento de ‘baixo astral’, de estado de ánimo por lo suelos”, argumentaba Paulo.

La Casa Alemania

Muchos hinchas escogieron la Casa Alemania, ubicada en el lujoso barrio de Leblon, para ver el partido. Allí el clima era de complicidad y buen rollo. No hay que olvidar que en 2014 los cariocas dieron una muestra de su invencible buen humor cuando reaccionaron con gran espíritu deportivo tras la derrota. Y en aquel preciso momento, los perdedores recurrieron a las bromas y a las risas para quitar hierro a lo que, sin duda, fue un palo para todos.

Este sábado las camisetas verdes y amarillas inundaron la Casa de Alemania y rodearon a los pocos hinchas germanos que había en el local. “Si Brasil pierde, será una humillación extra estar aquí, en territorio alemán, debajo de la bandera negra, roja y dorada. Pero si gana, será la revancha perfecta”, decía Aline antes del partido. “Soy brasileño, con mucho orgullo, con mucho amor”, cantaba la afición a todo pulmón. Al final, entre los gritos de felicidad de los brasileños, los alemanes decidieron sumarse a la fiesta y celebraron con entusiasmo el éxito de sus contrincantes.

En el metro de Río, la marea verde-amarilla invadió los vagones con sus coros triunfales. Además de ensalzar un resultado histórico, los brasileños no perdieron la ocasión de meterse con Argentina, su enemigo de siempre, y con su ídolo Maradona. Las canciones ofensivas que en 2014 causaron tanta polémica y alguna que otra pelea en la playa de Copacabana fueron recuperadas en una noche inolvidable, en la que el pueblo de Brasil volvió a soñar y a sentir que todo es posible, incluso ganar contra Alemania.

Fue una noche histórica la que el sábado sacudió hasta los cimientos el famoso Maracaná. El grito de los hinchas en el momento exacto en que Neymar acertó el último penalti, asegurando la victoria olímpica a su equipo, sonó como un rugido en el estadio. El 5-4 en la tanda de penaltis (1-1 acabó el partido) contra Alemania de 2016 sirvió para lavar la deshonra de aquel bochornoso 1-7, que desde los Mundiales de Fútbol de 2014 pesaba como una losa sobre el orgullo patrio de los brasileños.

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