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Las luces y las sombras de Garbiñe en 2016: de ganar Roland Garros al temblor
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Álvaro Rama

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Las luces y las sombras de Garbiñe en 2016: de ganar Roland Garros al temblor

La tenista caraqueña vivió en esta temporada sensaciones extremas, de tocar el cielo en Roland Garros a mostrarse errática en la segunda mitad de la temporada. El 2017, clave para su porvenir

Foto: Garbiñe, en el sorteo del Masters WTA. (EFE)
Garbiñe, en el sorteo del Masters WTA. (EFE)

Garbiñe Muguruza atravesó en 2016 una temporada de experiencia profesional, con muchas etapas a quemar en un puñado de meses. Un curso donde ha probado la capacidad de daño de su juego, sin límites en un circuito que habla su idioma de juego recto, y la exigencia de la cima, que requiere un rendimiento permanente por los cuatro rincones del mundo. Repasamos algunas de esas fases sobre el curso de la caraqueña, ya dirigida hacia la desconexión del cierre de curso antes de abordar un 2017 que se antoja capital en su carrera.

Foto: Muguruza, durante su partido contra Putintseva en Pekín. (EFE) Opinión
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Álvaro Rama

El puntal obvio de la temporada. Muguruza trasciende a otra dimensión al levantar su primer título de Grand Slam. Lo hace, además, en la superficie donde debería encontrar más dificultad para imponer su juego directo. Batiendo en la final a Serena Williams, última gran dominadora y verdugo en su primera final de Slam; ganando 14 sets consecutivos, una muestra de concentración en la igualdad que impone la tierra batida, y arrastrando hasta a tres jugadoras que saben lo que es pelear la copa en París (Kuznetsova, Stosur, Williams). Es la irrupción definitiva de Muguruza entre la élite, la demostración de un juego sin límite. Con 22 años, en una época de carreras largas donde el talento joven tarda en florecer, Garbiñe pone las manos en la historia. Su juego, ha quedado claro, sirve para amenazar la cima el deporte.

Sostén en la Copa Federación

Un debate que previamente protagonizaba su carrera que ha pasado a un segundo plano. Primero por su conquista de París y, segundo, por su papel en los últimos torneos del año, espita para debates varios. España peleará por levantar la Copa Federación en 2017 y una parte importante del mérito corresponde a Muguruza, que lideró al país con una seriedad total ganando sus cuatro partidos individuales (dos en Kraljevo ante Serbia y otros dos en Lérida sobre Italia). Pocas jugadoras han asumido el protagonismo en un equipo nacional con la seriedad que ha mostrado Garbiñe en 2016, aparcando un debate entre su países de origen y adopción para ponerse a disposición de un objetivo. En un curso de transición y de regreso a la primera línea, esta narrativa quedó relegada a un asunto de importancia secundaria. Junto a Carla Suárez, y formando una pareja de argumentos más que suficientes para optar a la copa la próxima temporada, el rol de Muguruza en 2016 fue de un pilar maestro.

Segunda mitad de temporada

Garbiñe ha firmado un balance de resultados alejado de su potencial desde que levantara la copa de Roland Garros (13 victorias, 11 derrotas), un historial que le ubicaría en una posición muy distinta del número 7 mundial que hoy ocupa. No ha logrado victorias más allá de los cuartos de final en los 10 torneos siguientes a Roland Garros. Es el tramo del curso más inestable y, casualidad o no, se produce a continuación del mayor logro profesional de su carrera. Es un punto psicológico que parece clave para cualquier deportista y, dada su precocidad, Muguruza tiene margen para asimilarlo y utilizarlo camino de su madurez. La temporada 2016 convierte su figura en uno de los rostros principales de un deporte individual, en una de las deportistas femeninas mejor valoradas por actores ajenos a la competición y, en consecuencia, en una de las figuras con mayor presión a manejar en la actualidad. Garbiñe no juega únicamente en las pistas y en su madurez va saber tolerar ser Muguruza.

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Por segunda temporada consecutiva Muguruza tiene un lugar reservado entre las ocho mejores jugadoras del año. Antes de pensar en coronar la clasificación, la caraqueña deja una muestra tan valiosa como poco valorada: sus picos son tan altos que, pese a no tener unos mínimos consolidados (primera o segunda ronda en 10 de los 20 torneos del año), presenta potencial para mantenerse entre las más fuertes. Dicho de otra manera: con un margen de mejora amplio en términos de regularidad y construcción de un carácter que produzca el resultado semanal, ya es una de las mejores tenistas del mundo. Durante dos años seguidos. Una Muguruza en proceso de madurez es superior al grueso de jugadoras curtidas en el vestuario. Su actuación de 2015, con inercia de una gira asiática y clasificación hasta las semifinales, no tuvo su reedición en 2016. Fue eliminada, cierto, pero con una realidad: levantó situaciones de dominio en todos sus partidos (dispuso match point ante Pliskova, sirvió para ganar el primer set a Radwanska y remontó a Kuznetsova), plantando cara a la élite sin llegar con la mayor confianza.

Foto: Garbiñe Muguruza (EFE)

Número 3 en 2015, 7 en 2016

Una fría mirada a la clasificación indica que Muguruza ha consumido un año de su carrera y ha visto más que doblada su posición en la lista, cayendo del número 3 mundial en que cerró 2015 al séptimo peldaño que le ve despedir 2016. Haciendo una observación más cercana, Muguruza se encuentra a la misma distancia de la cima que 12 meses atrás (algo menos de 5.000 unidades), ha curtido las manos en un circuito más abierto tras la época de dominio de Serena Williams y ha probado su cabeza con la experiencia de un Grand Slam. Probablemente en uno de los momentos de mayor presión de su carrera mantiene su voto sobre la mesa del circuito. Un panorama realmente interesante de cara a 2017, un curso donde, con cierto tiempo transcurrido para la asimilación del nuevo estatus, y su primera pretemporada de reflexión como gran campeona, puede ser clave para determinar por el camino por el que discurre su carrera.

Garbiñe Muguruza atravesó en 2016 una temporada de experiencia profesional, con muchas etapas a quemar en un puñado de meses. Un curso donde ha probado la capacidad de daño de su juego, sin límites en un circuito que habla su idioma de juego recto, y la exigencia de la cima, que requiere un rendimiento permanente por los cuatro rincones del mundo. Repasamos algunas de esas fases sobre el curso de la caraqueña, ya dirigida hacia la desconexión del cierre de curso antes de abordar un 2017 que se antoja capital en su carrera.

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