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Los egos de Cristiano y Florentino Pérez dinamitaron el gran negocio del Real Madrid
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Gonzalo Cabeza

Los egos de Cristiano y Florentino Pérez dinamitaron el gran negocio del Real Madrid

Se marcha del Real Madrid Cristiano Ronaldo, uno de los mejores jugadores que han vestido su camiseta. Ni el club ni el jugador irán a mejor ahora, pero su amor ya no podía recomponerse

Foto: Cristiano y Florentino posan en una renovación. (Reuters)
Cristiano y Florentino posan en una renovación. (Reuters)

Se les rompió el amor de tanto usarlo. Y luego estuvieron un tiempo, bastante largo, en el que se toleraron porque sabían, como probablemente todavía hoy saben, que no iban a encontrar mayores réditos que caminando juntos. Cristiano Ronaldo es ya pasado del Real Madrid, su salida es un punto de inflexión en la institución entera, que ve cómo nueve años después de llegar se despide una de sus mayores leyendas. Deportiva y económicamente ha sido una historia de éxito, una tan grande que incluso en las malas ha ido compensando. Al menos hasta este verano, cuando todo saltó por los aires y ha terminado fichando por la Juventus.

Florentino Pérez, representante del Real Madrid en la tierra, y Cristiano Ronaldo, que se representa solo a sí mismo, que no es poca cosa, han salido tarifando. No es un problema futbolístico, porque el luso viene de ganar otra Champions, siendo fundamental para el equipo. Tampoco lo es comercial, el Madrid es un club mucho más grande y poderoso con una de las dos enormes estrellas mundiales en el equipo. La lógica lleva a pensar que lo normal era mantenerse unidos, una entente poderosa y de eficacia probada, pero la lógica funciona mejor en los programas matemáticos que en la vida real, cuando en medio hay personas, orgullos, dolores y emociones.

Foto: Cristiano Ronaldo. (Reuters) Opinión

Cristiano Ronaldo y Florentino Pérez han terminado aborreciéndose, lo cual tampoco debería sorprender demasiado porque tienen dos personalidades preparadas de fábrica para chocar. El ego del portugués es casi legendario, es el jugador que se quitaba la camiseta para enseñar sus músculos, el que ganó un Balón de Oro y decidió que lo apropiado en ese momento era gritar "siuuuu" para pasmo de los presentes. Alguien con un concepto tan alto de sí mismo que llegó a decir que las personas le envidiaban por ser "rico, guapo y un gran jugador de fútbol". Como dice el castizo, no tiene abuela.

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La gestión de un ego

En el otro lado de la mesa, Florentino Pérez, presidente —ya casi eterno— del Real Madrid y uno de los empresarios más grandes de Europa. Está en esa realidad paralela de unos pocos privilegiados en los que la palabra 'no' rara vez es una opción. Acostumbrado a un poder casi omnímodo, tratar con los egos de los futbolistas, sobre todo de un divo como este, nunca fue del agrado del presidente blanco. Hasta ahora, y a pesar de acumular un buen número de momentos tensos, la cosa había funcionado. Pérez, que antes de todo es madridista, consideró hasta hace solo unos días que el club era mucho mejor con un talento como el de Cristiano en la plantilla.

Datar en Kiev el final no es aventurado. Las relaciones ya venían algo turbias de antes, porque el portugués pensaba que no se le estaba tratando acorde con su figura. Envidió que Messi y Neymar firmasen contratos más jugosos que él, no entendió que el club, en un acto que lo dignifica, no saliese explícitamente a defenderle en sus problemas judiciales. El Real Madrid podría haber intentado victimizar a Cristiano y presentarle como un agredido por el sistema, pero prefirió tomar una higiénica distancia para no verse salpicado por lo que ha terminado con una condena por delito fiscal. Él nunca lo entendió, también porque cree que Messi, que se encontró en circunstancias similares, sí tuvo ese respaldo que él echó de menos.

Ese mar de fondo existía, pero podría reconducirse, como había ocurrido otras veces antes, si todo quedaba en el ámbito privado. No fue así, Cristiano en Kiev, en plena celebración del equipo, ejerció de plañidera y se quejó, abrió la puerta de salida y manchó un evento que tendría que rebosar felicidad por todos los lados. Nunca gusta a un directivo una palabra caprichosa de un artista, pero enmarañar una situación así con sus mohines fue la gota que colmó el vaso.

Ahí entendieron unos y otros que ya no había puente posible que cubriese esa distancia. Jorge Mendes, agente del jugador y presencia constante en la vida deportiva de Florentino, trató de encontrar algún entendimiento, porque su visión comercial recuerda lo que todos saben todavía hoy, que esta relación era muy productiva. Fue estéril el intento, ninguno de los dos quería ya mirarse a los ojos, ni hacer una sola concesión a la otra parte. El relato había cambiado delante de un micrófono de BeIn; lo que antes era una relación fructífera, aspectualmente idílica, se había convertido en un muro infranqueable.

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Un reemplazo imposible

Los egos, la soberbia y algunos otros factores más han conducido a este desenlace. Porque Florentino, a quien le importa la opinión de la grada más de lo que parece, ha calibrado las consecuencias de la huida y no ha encontrado una oposición fuerte entre los suyos. Cristiano, una leyenda de proporciones gigantes, no ha logrado nunca el cariño irracional de la grada. Le querían por lo que era, por lo que conseguía, pero nunca tuvo una conexión que fuese más allá de la productividad. Cristiano es una hoja de Excel, no una poesía, y como tal le ha tratado su hinchada.

Este final es comercial y deportivamente dudoso para las dos partes, pero esta historia hace tiempo que es una cuestión emocional. El Madrid buscará alguien que marque los goles de Cristiano y venda las camisetas de Cristiano, pero no lo encontrará. No lo encontrará porque es un unicornio, un ser casi mitológico que no se da en la vida real. Vendrán otros, muy buenos, porque esto es el Real Madrid, pero con uno solo es imposible cubrir el espacio que deja este tremendo futbolista.

Tampoco es probable que el portugués encuentre en Turín una casa en la que se acomode mejor que en Madrid. La Juventus es un equipo enorme, el mejor de Italia, probablemente ganará también el próximo 'Scudetto' y la Coppa y será feliz allí. Un club increíble, uno que no es el Real Madrid. Sus compañeros serán de menor nivel, el campeonato en el que está también lo es. Se va del club más global, que le ha servido durante casi una década como trampolín para darse a conocer y convertirse en un imperio comercial. Sin el Real Madrid no habría ganado tantas Champions y, consecuentemente, tampoco tantos balones de oro; cuando vas a un club con menos presupuesto y menos plantilla, las opciones de seguir ganando no se anulan, pero sí decrecen.

Inicia de nuevo su vida en otra ciudad y ante un estadio que, hace solo unos meses, vitoreó el mejor gol de su carrera deportiva. Es improbable que eso, el calor de la grada, haya sido el motivo final de esta decisión, pero Cristiano siempre se ha quejado cuando se ha encontrado falto de cariño, y en Italia puede encontrar lo que en Madrid no supieron o no quisieron darle. Los años que le quedan por jugar, que no serán muchos, serán lejos del Madrid. Entra ahora en juego la nostalgia, pero nunca el olvido. No es posible borrar un tiempo como el que ambos disfrutaron juntos, y malo sería que lo intentasen.

Se les rompió el amor de tanto usarlo. Y luego estuvieron un tiempo, bastante largo, en el que se toleraron porque sabían, como probablemente todavía hoy saben, que no iban a encontrar mayores réditos que caminando juntos. Cristiano Ronaldo es ya pasado del Real Madrid, su salida es un punto de inflexión en la institución entera, que ve cómo nueve años después de llegar se despide una de sus mayores leyendas. Deportiva y económicamente ha sido una historia de éxito, una tan grande que incluso en las malas ha ido compensando. Al menos hasta este verano, cuando todo saltó por los aires y ha terminado fichando por la Juventus.

Cristiano Ronaldo Florentino Pérez