Tribuna
Por
María de Villota, a nueve años vista de un legado que no deja de crecer
La figura de la tristemente desaparecida piloto española, lejos de caer en el olvido, sigue alumbrando la lucha diaria de mucha gente con su ejemplo y su recuerdo
Todos tenemos grabado, con absoluta precisión, ese momento que impactó nuestras vidas al enterarnos de la muerte de alguien muy especial para nosotros. A mí me ocurrió una mañana del 11 de octubre de 2013, cuando supe que mi querida prima María de Villota fallecía en Sevilla a consecuencia de las secuelas de su accidente sucedido un año antes, en su debut como piloto de pruebas del equipo Marussia de Fórmula 1. Espero que sepan disculparme por este relato personal y familiar, pero sentía la necesidad de recordarla, al comprobar hasta qué punto su paso por este mundo ha impactado para bien en tantas personas.
Debían de ser las 12 del mediodía, cuando recién terminada la primera sesión de entrenamientos libres del Gran Premio de Japón, estaba en una reunión de trabajo en el box de Ferrari con los miembros del departamento de marketing. En aquella época trabajaba como responsable de patrocinio de Fórmula 1 para el Banco Santander y estábamos planificando las actividades del fin de semana. En ese momento, irrumpe en la sala Luis García-Abad el mánager de Fernando Alonso y por su cara de preocupación, intuyo que algo malo ha pasado. Me pasa su teléfono móvil y leo las terribles noticias de su fallecimiento, quedándome en el lógico estado de shock.
La primera llamada que recibo es la de mi madre confirmándome la tragedia y la segunda del presidente de mi empresa, Emilio Botín, dándome el pésame y diciéndome que va a organizar mi regreso a España. "No hace falta presidente, antes de querer darme cuenta, Stefano Domenicali ha movilizado a todo su equipo y me están llevando al aeropuerto ahora mismo, para tratar de alcanzar un vuelo que parte enseguida", afirmé. He querido nombrar en este relato a las personas, porque en este mundo a menudo tan egoísta e interesado, es justo reconocer a esa gente que sabe dar ese paso adelante en los momentos difíciles. Ese tipo de detalles que te hacen estar agradecido por ello el resto de tu vida.
Gracias a ellos llegué a tiempo a Madrid al tanatorio y estar unido a la familia en aquel trago tan amargo. No puedo olvidarme de Alberto Revelli y Michele Pignatti que, como responsables de patrocinio de Ferrari, se echaron a sus hombros todo el trabajo en mi ausencia. Tampoco puedo olvidarme de Renato Bisignani, el que por entonces era director de comunicación del equipo, que se las ingenió para proporcionar a todos los pilotos pegatinas para sus cascos de la icónica estrella de María. Qué decir de Juan Manuel Cendoya, María Sánchez del Corral, Enrique Arribas, Ana García-Sansigre, José Villanueva y todos mis compañeros del Banco Santander. La lista de agradecimientos a tanto cariño y apoyo recibido en aquellos momentos es inacabable y por supuesto que el afecto personal influía, pero inmediatamente comprendía que había algo más: María y su historia de superación habían dejado una profunda huella en todos ellos.
Siempre con nosotros. Te echamos de menos María. 🙏🏼🙏🏼 @legadomaria pic.twitter.com/eGr7w7kr7G
— Carlos Sainz (@Carlossainz55) October 11, 2022
Un impacto abrumador
Ese mismo impacto lo pude comprobar hace apenas unos días en los premios homenaje que la Fundación Barreiros otorgó a título póstumo al gran Ángel Nieto y a María. El auditorio del circuito del Jarama estaba a reventar y no solamente por parte de la comunidad del mundo del motor, sino por muchos gigantes del deporte español como el jugador de baloncesto Juan Antonio Corbalán o la medalla de oro en hockey hierba, Mercedes Coghen. No hacía falta preguntarles a ellos ni a nadie, la razón de estar allí ese día. Cualquiera de los asistentes te reconocía el lugar tan especial que tenían tanto el 12+1 como mi prima en sus corazones.
Yo, tantos años después, sigo desconcertado por cómo Emilio, el padre de María y mi admirado tío, consigue controlar las emociones en estos actos cada vez que tiene que dar unas palabras de agradecimiento y recuerdo. Quizá la razón a esa descomunal entereza que tiene siempre se encuentre en una frase que me dijo un día y que no puede ser más certera: "Pablo, María no se ha ido. María sigue aquí con nosotros". Y no es una frase hecha, es que es exactamente así. Cuando ves la cantidad de gente que te dice que le ha ayudado su libro 'La vida es un regalo' a superar sus dificultades, cuando ves la cantidad de voluntarios que entregan su tiempo ayudando en los comedores sociales y hogares de acogida que llevan su nombre, cuando en definitiva, ves que su legado crece y se agiganta cada año, te das cuenta de que es cierto, que María sigue en nuestras vidas. De otra forma, pero sigue indudablemente acompañándonos.
El propio Emilio me pidió que en el año 1999 le organizara un equipo para que mis primos María y Emilio compitieran en la Fórmula Toyota. La razón fundamental de aquella petición estribaba en que él, como padre, iba a tener un follón monumental en casa con los dos hermanos peleando en el mismo gallinero. Al estar yo al frente como primo mayor, iba a haber menos lío cuando las aguas bajaran revueltas. Como acertadamente dijo Andy Soucek en el acto de la Fundación Barreiros, Emilio Jr. era un gran piloto y fue una pieza clave para que el amor propio de María y su determinación se dispararan más allá de lo que ni ella misma hubiera imaginado. Si se dice que tu primer rival es tu compañero de equipo, imaginen si encima es tu hermano...
Los límites los ponía ella
En el Gran Premio de Australia de 2013, María y yo nos encontramos el viernes a primera hora en el paddock del circuito de Melbourne y rememorábamos divertidos aquellas carreras de diez años atrás en nuestro equipo familiar. "¿Quién nos lo iba a decir, eh, primo?", me decía María con aquella sonrisa inconfundible. "Tú ahora trabajando para el Santander y Ferrari y yo mi primera carrera como piloto de pruebas de Fórmula 1". Aquel bonito momento, aparte del lógico orgullo que sientes como primo, me demostró por qué María llegó donde llegó. Era absolutamente impresionante ver, de primera mano, las sentidas felicitaciones que recibía de todo el paddock, pero de forma especial de los pilotos. Créanme que en aquellas palabras y felicitaciones, no había ni 'bienquedismo' ni teatro. Era el genuino reconocimiento de hombres a que una mujer irrumpiera con su talento y su tesón en un mundo reservado a ellos.
Detrás de María han venido inspiradas en su ejemplo muchas mujeres piloto y las que vendrán. Es una triste coincidencia que en un día como el de ayer, la Formula W (creada para fomentar el talento femenino) haya cerrado sus puertas ante la falta de patrocinadores. Una situación que amargamente me recuerda a la lucha de la propia María cuando muchas directoras de marketing del mundo de la moda y cosmética femenina no la querían patrocinar porque eso del deporte es cosa de 'machonas'. Si algo (aunque por desgracia poco aún) ha cambiado estos diez años, sin duda es porque alguien como María vino antes y plantó una bandera. Luego ha venido otra mujer avanzando unos metros más. Y, así, sucesivamente.
María, sin embargo, ante todas las barreras que tenía por ser mujer, no era persona de reivindicar, sino de hacer. Era de demostrar con sus hechos a los demás cuánto estaban de equivocados. Si le decían que una mujer no podía tener el cuello de Fernando Alonso, ella lo entrenaba hasta que se lo rompía, (ocurrió así). Si le decían, después de su accidente que iba a tener que llevar una vida tranquila, se puso a correr la San Silvestre apenas salida del hospital. No era temeridad, era simplemente que ella sabía dónde marcar sus límites, no aceptaba que se los impusieran otros. Quizá la mejor definición de cómo era María la diera el gran Antonio Vega en una de sus mágicas canciones: "Mujer hecha de algodón, de seda, de hierro puro. Donde las haya tenaz, mujer de cartas boca arriba. Siempre dispuesta a entregar, antes que sus armas, su vida".
Todos tenemos grabado, con absoluta precisión, ese momento que impactó nuestras vidas al enterarnos de la muerte de alguien muy especial para nosotros. A mí me ocurrió una mañana del 11 de octubre de 2013, cuando supe que mi querida prima María de Villota fallecía en Sevilla a consecuencia de las secuelas de su accidente sucedido un año antes, en su debut como piloto de pruebas del equipo Marussia de Fórmula 1. Espero que sepan disculparme por este relato personal y familiar, pero sentía la necesidad de recordarla, al comprobar hasta qué punto su paso por este mundo ha impactado para bien en tantas personas.