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El día en que Rubiales arruinó la histórica celebración del Mundial
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Andrea Menéndez Faya

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El día en que Rubiales arruinó la histórica celebración del Mundial

Las actitudes del dirigente en la celebración, beso deleznable incluido a Jennifer Hermoso, definen la impunidad con que la Federación ha tratado a las futbolistas durante años

Foto: Rubiales abraza a Jenni, instantes antes del beso. (Reuters/Hannah Mckay)
Rubiales abraza a Jenni, instantes antes del beso. (Reuters/Hannah Mckay)

El 20 de agosto de 2023 pasará a la historia del fútbol español por la victoria de la Selección femenina en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda. 23 jugadoras, en el año más duro del fútbol femenino de nuestro país, se colgaron la medalla de oro en un Mundial marcado por las reivindicaciones sociales de varias selecciones, entre ellas la nuestra. Tres de las futbolistas que vistieron la Roja en el Estadio Olímpico de Sídney lo hicieron también en Canadá, donde se inició una batalla contra la Federación por hacerse respetar y que terminó con la destitución de Nacho Quereda, un tipo que profería comentarios sexuales y actitudes machistas a cada paso que daba. De esas tres —Alexia Putellas, Jenni Hermoso e Irene Paredes— se han escrito ríos de tinta sobre la importancia capital que tienen en el panorama futbolístico mundial. Una de ellas no ha podido celebrar el máximo logro de su carrera deportiva en paz.

Foto: El presidente de la RFEF, Luis Rubiales. (Reuters/Kim Hong-Ji)

No es que no hayan pasado 24 horas sin que tengamos una polémica extradeportiva después de la gesta, es que no pasó ni media. La imagen la conocen: el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, durante la entrega de medallas, agarra con las dos manos a Jenni Hermoso y le planta un beso. El gesto es, como mínimo, poco profesional. Recuerda al jefe de mediana empresa que aprovecha el jolgorio de las copas en la cena de Navidad para acercarse a la becaria y ponerle la mano en la cintura en una conversación incómoda. No habíamos visto nada igual en una entrega de trofeos, con total impunidad, rodeado de cámaras y personalidades, cometiendo un abuso de poder a toda luz y sin ser capaz de entender que lo que hace está totalmente fuera de lugar, del mismo modo que lo está agarrarse los genitales delante de la Reina de España en el palco, o salir en la radio insultando a quienes vemos en este beso un acto deleznable y que jamás sucedería si se tomara a las futbolistas como lo que son: deportistas profesionales.

Luis Rubiales, en su total derecho, estaba exaltado y lleno de una euforia que es achacable al último año vivido por su pupilo Jorge Vilda. Se tomó este Mundial como una venganza contra quienes hemos puesto en valor las demandas de las 15, sin las que esta victoria no sería posible. De esas demandas, los cambios. El afán de revanchismo ante la opinión pública que les cuestionaba le llevó a desatarse y comportarse como un hincha frenético más. Pero el máximo responsable del fútbol español no es uno más: tiene que serlo y parecerlo. Tiene que saber de protocolo, comportarse a la altura de su cargo y, sobre todo, respetar a quienes han logrado esta victoria. Sin el respeto a las protagonistas, no existe el fútbol. Parece que todavía cuesta entender esto.

placeholder Una celebración manchada. (Reuters/Amanda Perobelli)
Una celebración manchada. (Reuters/Amanda Perobelli)

Jenni Hermoso tendría que estar hoy celebrando que es, como ella misma dijo, campeona del puto mundo, y nada más. No tendría que recibir llamadas en su teléfono preguntando si quiere hablar del beso de Rubiales. No tendría que abrir su teléfono y encontrar insultos por no salir a decir que estuvo mal, ni tendría que preguntarse si debe o no hacerlo. Estuvo mal, y lo sabemos todos, no hace falta que la víctima se exponga más. Lo que hace falta es una disculpa del que empañó el momento más importante de su vida, una disculpa real, sin paseos previos por las radios de los colegas, sin el miedo a los tuits de políticos y en la que no se eche la culpa a los que según él lo hemos entendido mal, quitándole hierro a un asunto que es grave: si no nos podemos fiar del que tiene que velar por nuestra integridad, ¿en quién confiamos?

Foto: El momento del beso de Rubiales con Jennifer Hermoso. (RTVE)

Jenni es historia del deporte español. Lo era ya antes de ganar un campeonato del mundo. Lo es porque es una de las que se enfrentaron a todo para poder ser futbolista, que se pateó los campos buscando dónde jugar, que llegó al Rayo cuando el Rayo dejó de ser el Rayo, que hizo las maletas para intentar ganarse el pan en Francia, que volvió y triunfó primero en el Atleti y luego en el Barça y que ahora es embajadora de nuestro fútbol en México. Deberíamos estar hablando de eso: de que Jenni Hermoso ha culminado una carrera de éxito firmando un Mundial en el que brilló hasta levantar la Copa del Mundo. Nadie le tenía que haber robado eso. El momento en el que Jenni sube a besar por primera vez el mayor trofeo del fútbol, era suyo. Ahora es compartido por un tipo que no supo comportarse, que ensució su momento, que, una vez más, acapara las noticias y le quita la importancia a lo importante: somos campeonas del mundo. Y lo somos a pesar de no tener directivos a la altura de nuestras jugadoras.

El 20 de agosto de 2023 pasará a la historia del fútbol español por la victoria de la Selección femenina en el Mundial de Australia y Nueva Zelanda. 23 jugadoras, en el año más duro del fútbol femenino de nuestro país, se colgaron la medalla de oro en un Mundial marcado por las reivindicaciones sociales de varias selecciones, entre ellas la nuestra. Tres de las futbolistas que vistieron la Roja en el Estadio Olímpico de Sídney lo hicieron también en Canadá, donde se inició una batalla contra la Federación por hacerse respetar y que terminó con la destitución de Nacho Quereda, un tipo que profería comentarios sexuales y actitudes machistas a cada paso que daba. De esas tres —Alexia Putellas, Jenni Hermoso e Irene Paredes— se han escrito ríos de tinta sobre la importancia capital que tienen en el panorama futbolístico mundial. Una de ellas no ha podido celebrar el máximo logro de su carrera deportiva en paz.

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