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Fusión nuclear. El órdago energético (y II)
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Fusión nuclear. El órdago energético (y II)

La semana pasada trajimos a estas páginas la existencia de una inagotable, ecológica –para lo que estamos acostumbrados- y esperanzadora fuente de energía. Pero, como nada

La semana pasada trajimos a estas páginas la existencia de una inagotable, ecológica –para lo que estamos acostumbrados- y esperanzadora fuente de energía. Pero, como nada en esta vida, no es oro –Sol en este caso- todo lo que reluce. Tenemos muchos “peros” por delante antes de que pueda estar disponible industrialmente, casi todos buenos, alguno no tanto. He aquí algunos. Pero…

¿…de dónde sacamos el combustible?

Podemos obtener el necesario deuterio y tritio del agua, nuestro indispensable H2O que cubre las cuatro quintas partes de nuestro maltratado planeta. Con lo que materia prima no falta. El deuterio se puede extraer del agua del mar mediante electrolisis, y se piensa que el tritio se podría conseguir industrialmente, dentro de las mismas centrales de fusión, a partir de pequeñas cantidades de litio (Li).

¿…cómo andamos de radiactividad?

Y aunque el proceso no está totalmente libre de efectos secundarios, no son ni de lejos tan importantes como los que produce la fisión. No emite CO2 ni contamina –excepto durante la construcción de la central, como cualquier otra instalación- y el helio resultante no es radiactivo. Tan solo producen radiactividad de baja intensidad el combustible intermedio, el tritio, y los propios materiales estructurales del reactor debido al bombardeo que sufren por parte de los neutrones sobrantes en el interior de la vasija. Apenas cien años después de clausurada, una central nuclear de fusión ya habría perdido casi toda radiactividad significativa. Es decir, que probablemente emitiría a niveles no muy diferentes a la radiación natural que cualquiera recibe cada vez que visita la Pedriza, en la sierra de Madrid, y disfruta de su abundante granito. O de la montaña de Montserrat en Barcelona, no seamos centralistas.

¿…a cambio de qué?

Si se consiguiese, los problemas mundiales de generación energética habrían terminado. Se cree que con 100 kg de deuterio y 3.000 kg de litio se podría producir la misma cantidad de energía que una central de carbón con 3 millones de toneladas de combustible, suficiente para cubrir alrededor de un 2,3 % de la demanda anual de electricidad en España. Eso significa que 4.300 kg de deuterio y 130 toneladas métricas de litio serían suficientes para abastecer de electricidad a toda España durante un año. Y parece ser que la disponibilidad de litio no sería ningún problema a corto plazo. A largo plazo, la producción de tritio a partir del litio podría ser el cuello de botella más importante, aunque habría métodos para solucionarlo, no iremos a fracasar por minucias después de haber llegado tan lejos.

¿…qué tal andamos de tecnología?

El reto tecnológico al que nos enfrentamos es brutal. Se necesitan, para poner en marcha la reacción, unos dispositivos fabricados por nosotros que permitan, mediante el aporte inicial de una importante cantidad de energía, alcanzar en su seno temperaturas similares a las que el Sol alcanza en sus entrañas, confinando el plasma –así se llama todo el material a temperaturas solares que bulle en el interior de un reactor de fusión- de alguna manera, ya que es fácil imaginar que no existe ningún material que aguante semejantes temperaturas. El segundo gran problema es conseguir que la reacción nuclear sea estable, para que acabe produciendo más energía que la que consume y para que pueda ser transformada en electricidad y enviada de forma regular y continua a nuestras casas. O para que pueda producir el hidrógeno que mueva nuestros coches, barcos o aviones del futuro. Y el tercer reto: ser capaces de construir reactores estructuralmente robustos que permitan aguantar la fatiga que un funcionamiento continuo exige, sabiendo que a mayor potencia del reactor, cuanto más grande sea el mini Sol que contiene, mayor facilidad habrá para conseguir la estabilidad indispensable en la provocada reacción nuclear de fusión. ¡Ah! Se me olvidaba. Al utilizar combustible en muy pequeñas cantidades, nunca podrá descontrolarse la reacción ni explotar cual temida bomba H.

¿…cómo lo hacemos?

Tal reto tecnológico se ha de vencer, necesariamente, con la invención de algún sistema ingenioso que nos permita avanzar en la evolución tecno-humana. Pasar de quemar energía fósil procedente de agujeros hechos en el suelo, emitiendo CO2 y contaminando, a fabricar abundante energía limpia mediante sistemas que por fin puedan certificar que el ser humano es capaz de vivir en paz y armonía con la naturaleza y, como parte integrante de ella, consigo mismo. Abandonando la espiral autodestructiva a la que está condenado, hoy por hoy, nuestro planeta. Hay en estos momentos, entre otros, dos grandes proyectos en marcha para avanzar en el desarrollo de la fusión nuclear: el ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor) mediante confinamiento magnético y el NIF (National Ignition Facility) mediante sistemas de láser inercial. Ya tendremos tiempo de hablar de ellos.

Pero…

… cuando era yo pequeño se iban a necesitar treinta años para desarrollar la fusión nuclear. Han pasado esos treinta años y dicen ahora los científicos que volvemos a necesitar por lo menos otros treinta años más para conseguir energía, de manera industrial, mediante la fusión nuclear. La pregunta obvia: ¿Cuántos períodos de treinta años adicionales vamos a necesitar antes de disponer de una central de fusión nuclear al lado de casa? ¿Llegaremos a tiempo antes de que se acabe la energía fósil? ¿O nos tendremos que conformar, una vez se agoten las reservas, con las actuales centrales solares basura, bien sea fotovoltaicas o termosolares, que por mucho que mejoren estarán siempre condenadas a alimentarse de los desechos solares, esos rayos del Sol tan viajados que hoy nos cuesta recoger, cuando por fin terminan su viaje estelar, cansados y casi sin fuerza, a millón la arroba?

Esperemos que, con sensatez y trabajo, el milagro de mi energía solar favorita se haga realidad aquí, en la Tierra, algún día. Para que podamos ser capaces de derribar el muro energético como ya lo fue aquel otro tan desdichado de Berlín que hace escasamente veinte años parecía que iba a ser eterno, para oprobio de la deficiente especie humana. La fusión nuclear, el definitivo órdago tecnológico, energético y medioambiental del siglo XXI.

La semana pasada trajimos a estas páginas la existencia de una inagotable, ecológica –para lo que estamos acostumbrados- y esperanzadora fuente de energía. Pero, como nada en esta vida, no es oro –Sol en este caso- todo lo que reluce. Tenemos muchos “peros” por delante antes de que pueda estar disponible industrialmente, casi todos buenos, alguno no tanto. He aquí algunos. Pero…