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El destino del proceso económico
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El destino del proceso económico

La semana pasada hablamos de la herejía e incomprensión que supuso –y sigue suponiendo hoy para la economía ortodoxa- que el eminente economista Georgescu-Roegen pretendiera aplicar

La semana pasada hablamos de la herejía e incomprensión que supuso –y sigue suponiendo hoy para la economía ortodoxa- que el eminente economista Georgescu-Roegen pretendiera aplicar la Segunda Ley de la Termodinámica al proceso económico y, por ende, a la economía. Que tuviera la osadía de jubilar la imperfecta y a veces aberrante economía mecanicista reversible que todavía hoy rige nuestros destinos. Y que intentara espabilar la estancada ciencia económica incorporando el mundo físico y biológico que gobierna nuestras vidas al proceso económico real. Generalizando los postulados económicos estáticos y simplificados que hoy son dogma. Un intento de aplicar la teoría de la evolución a la economía.

Que de paso desmitificara el ansia de encontrar teorías bellas y sofisticadas, pero demasiado simples en su concepción, que poco tienen que ver con la economía real ni aportan apenas nada a la ciencia de la vida, de la cual la economía es tan solo un pequeño apéndice. Una economía que cuando por fin se decida a aplicar con rigor el método científico deberá ser capaz de medir, por la cuenta que nos trae, la velocidad con que aumenta el caos que cada día introducimos en nuestro minúsculo y cuasi aislado sistema Tierra-Sol.

Un Segundo Principio de la Termodinámica…

El calor fluye siempre del foco caliente al frío, nunca al revés. Con lo que llegará un momento en que el proceso térmico, a escala universal, habrá concluido. Ya que es irreversible. Y nuestro Universo quedará en un estado latente a temperatura constante donde habrán desaparecido todas las galaxias, estrellas o planetas porque se habrán consumido y convertido en un frío caos. Como le pasará a nuestro Sistema Solar. Y con él al Sol, o lo que quede de él, algún día.

…que sellará inexorablemente nuestro destino…

En nuestra pequeña bola de billar, esa burbuja llamada Tierra, la segunda Ley de la Termodinámica rige exactamente igual que en el resto del Universo, solo que con tempos a escala más humana. La Tierra desaparecerá, dentro de muchos millones de años, cuando sea achicharrada por un Sol casi agotado pero todavía voraz, para succionarla a continuación. Mucho antes habrá desaparecido todo rastro de vida inteligente, cualidad que parece que hoy no abunda, porque nuestro planeta se habrá vuelto térmicamente inhabitable. De momento no debemos preocuparnos. Falta mucho para eso. Tenemos problemas más urgentes que resolver antes de tener que emigrar a otro planeta.

…y que también rige la actividad económica…

La entropía, definida por Rudolf Clausius a mediados del siglo XIX, gobierna este segundo principio. Viene a decir que en estados reales, no ideales, los procesos térmicos son irreversibles. Y ahora también los económicos, como parte de ellos, ya que regulan la velocidad con la que el ser humano varía los procesos físicos y biológicos, antes exclusivamente naturales. La economía real rige la parte antropogénica del proceso, antes de aparecer nosotros sólo natural, de variación de la entropía. Con lo que cualquier teoría económica que excluya esta variable en sus postulados y formulaciones, o que no sea capaz de medirla, jamás podrá interpretar el proceso económico en su conjunto.

Ningún proceso real es reversible. La energía, el petróleo o gas que cualquier motor utiliza como combustible, se desordena cuando se está consumiendo: entre alrededor de un 40 y menos de un 60% se convierte en trabajo mecánico que produce alguna fugaz satisfacción a alguien; el resto se disipa en forma de calor a la atmósfera de manera que no se aprovecha; además, produce unas emisiones y una contaminación que se convertirán en un problema porque se acumularán como deshechos. Más caos que al final no se sabrá qué hacer con él, por mucho que se recicle o se mitigue, ya que el tiempo humano juega en contra nuestra. Son las consecuencias del aumento de entropía que cualquier máquina o proceso produce en el planeta.

El aumento de la eficiencia, las medidas que amortigüen sus efectos, la productividad bien entendida, o cualquier cosa que podamos hacer mediante mejoras tecnológicas o innovación, tan sólo contribuirán a reducir el incremento entrópico y la acumulación de deshechos; y nos darán más tiempo antes de que alcancemos el muro. El avance de la ciencia y la tecnología ralentizarán el proceso, pero no modificarán el inexorable desenlace.

La diferencia entre una energía fósil y una renovable convencional, aparte de la finitud de la primera, es que el aumento de entropía producido por la última es mucho menor, debido entre otras cosas a su menor densidad energética y deshechos, consideraciones económicas o de cualquier otro tipo aparte.

Con el resto de recursos naturales pasa lo mismo. Se podrán reciclar y reutilizar una y mil veces, pero no de manera infinita. Y cada vez que lo hagamos, su aprovechamiento será menor y el desperdicio mayor, ya que el proceso de reciclado consume recursos en cada ciclo que también contribuyen al aumento de la entropía.

…mediante la aplicación de la entropía a la economía.

¿Cómo ligamos la entropía al proceso económico y por tanto a esas teorías todavía por elaborar? Mediante el estudio de las ciencias de la vida y las que rigen el Universo y su interacción con la actividad económica real. La valoración de todas esas actividades de manera que se incorporen al proceso económico, bien como un gasto o como un ingreso, con el fin de buscar siempre el mínimo incremento entrópico. Esos recursos naturales, la energía, las emisiones o la contaminación que ensucia nuestras vidas. Porque cuantos más recursos necesitamos, más rápidamente aumenta la entropía en el cuasi cerrado sistema que habitamos.

El Sol contribuirá a que se incremente con más lentitud. Pero jamás podrá, a escala temporal humana, solucionarnos todos los problemas. Sobre todo los referentes al derroche de recursos naturales, la destrucción de ecosistemas, la contaminación o los efectos causados por los continuos cambios climáticos, cualesquiera que sean sus orígenes, si no somos capaces de adaptar el proceso económico a una situación de baja entropía y de respeto al planeta que retrase todo lo posible lo irreversible.

La energía del Sol tampoco podrá solucionar ella sola los problemas creados por la estupidez colectiva de la que a menudo se contagia la especie humana. La Tierra se regenerará muchas veces antes de su ocaso definitivo. Pero, como no aprendamos a cuidarla, antes se librará de nosotros o nos mandará de vuelta a la Edad de Piedra. En la Isla de Pascua, un microsistema que también era cuasi cerrado, pasó. La arqueología nos está descubriendo cada día más ejemplos de lo que a este ritmo, en algún momento, acabará pasando a nuestra inconsciente y soberbia civilización, que avanza ciega y a toda velocidad hacia ninguna parte.

Una productividad que no es tal…

Las mejoras de productividad ayudarán, siempre y cuando se modifique su definición actual basada exclusivamente en parámetros monetarios que nada tienen que ver con los procesos físicos o biológicos, ni con sus consecuencias. Hoy en día, desgraciadamente, cualquier incremento de la productividad, tal como la conocemos, suele producir un aumento en la variación de la entropía.

Los países más productivos son aquellos que más recursos utilizan. Eso casi siempre significa un mayor consumo energético y de minerales, unas mayores emisiones y más contaminación, a la vez que reducen la biodiversidad. Todo ello a cambio de menor trabajo y por lo tanto menos gastos de personal. Con lo que se reduce el gasto monetario, que no el coste real, porque no incluye en ninguna partida el perjuicio causado a la naturaleza y al medio ambiente. No valora, en definitiva, la variación de entropía. Y hace aumentar el paro.

Un sistema económico, útil en su momento porque permitió nuestro desarrollo, que se ha quedado obsoleto y se volverá contra nosotros si no somos capaces de hacerlo evolucionar.

… y la búsqueda de una satisfacción que el dinero no es capaz de medir

La economía del mañana será aquélla capaz de evaluar y poner precio al incremento de entropía por nosotros provocado. Que esté dedicada a la búsqueda y medida de la mayor satisfacción para cada persona que en cada momento habite el planeta, hoy o mañana, a cambio del menor aumento de entropía posible. Una ciencia que con cada avance nos aleje del muro.

La semana pasada hablamos de la herejía e incomprensión que supuso –y sigue suponiendo hoy para la economía ortodoxa- que el eminente economista Georgescu-Roegen pretendiera aplicar la Segunda Ley de la Termodinámica al proceso económico y, por ende, a la economía. Que tuviera la osadía de jubilar la imperfecta y a veces aberrante economía mecanicista reversible que todavía hoy rige nuestros destinos. Y que intentara espabilar la estancada ciencia económica incorporando el mundo físico y biológico que gobierna nuestras vidas al proceso económico real. Generalizando los postulados económicos estáticos y simplificados que hoy son dogma. Un intento de aplicar la teoría de la evolución a la economía.