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La agonía de la vida
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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La agonía de la vida

La biodiversidad es el coro indispensable para que el tenor principal del milagro de la vida, nosotros, sobreviva. La pérdida de biodiversidad es una tragedia más

La biodiversidad es el coro indispensable para que el tenor principal del milagro de la vida, nosotros, sobreviva. La pérdida de biodiversidad es una tragedia más en ciernes. Silenciosa y a menudo ignorada. Sus víctimas no tienen dónde reclamar, de momento. Que necesita algo más que unos parches o primeros auxilios para evitar que nos devuelvan algún día, con creces, los males ocasionados. 

Nos referimos a la riqueza y diversidad de la vida no humana en la Tierra, cada vez más reducida. Al respeto y conservación de las otras especies, animales y vegetales, que no tienen nuestra capacidad destructiva y depredadora. Ni manera de defenderse de nosotros, los seres inteligentes, por ahora. Especies que nos mantienen con vida y nos permiten su disfrute. Hasta que acabemos con tamaña riqueza o la empobrezcamos hasta conseguir que la humanidad se resienta.

Bienvenidos a la Sexta Gran Extinción. La anterior, la quinta, provocó la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años. Tomen asiento. Disfruten del espectáculo:

Poblaciones de especies y riesgo de extinción

Entre los años 1970 y 2006, las poblaciones de especies silvestres de vertebrados se redujeron un 31% en nuestro planeta; la disminución fue especialmente acusada en los trópicos (59%) y en los ecosistemas de agua dulce (41%).

El 23% de las especies vegetales están amenazadas. De ciertos grupos seleccionados de vertebrados, invertebrados y plantas, entre el 12% y el 55% de las especies está, en la actualidad, en peligro de extinción.

Los anfibios son el grupo que corre más peligro. Los corales constructores de arrecifes de aguas cálidas muestran un deterioro de su estado más acelerado. Respecto a las aves y los mamíferos, el riesgo de extinción es mayor en las especies utilizadas en la alimentación y en medicina que en aquellas otras que no se usan para tales fines.

Ecosistemas terrestres

Una cuarta parte de los suelos del planeta se están degradando. El abandono de las prácticas agrícolas tradicionales está provocando la pérdida de paisajes culturales y de la biodiversidad vinculada a ellos. Para agravarlo, los hábitats terrestres se han vuelto muy fragmentados, lo cual amenaza la viabilidad de las especies que allí viven y su capacidad para adaptarse al cambio climático.

Continúan desapareciendo bosques tropicales a un ritmo acelerado. Como dato positivo, en algunos países el ritmo de deforestación está comenzando a ralentizarse. Sin embargo, la superficie de las sabanas y praderas también ha experimentado una grave disminución.

Muchas de las zonas más críticas para la biodiversidad se encuentran fuera de las superficies protegidas. A pesar de que en la actualidad más del 12% de las tierras están consideradas áreas protegidas, de un 44% de las ecorregiones terrestres, menos del 10% lo está.

Ecosistemas de aguas continentales

Se han perdido, y siguen desapareciendo en todo el mundo, humedales a un ritmo acelerado. Aumenta la preocupación de los gobiernos, especialmente, acerca de la situación ecológica de los grandes humedales.

Los ecosistemas de aguas continentales han sufrido alteraciones drásticas en los últimos decenios. La grave contaminación de las aguas en muchas zonas de gran densidad de población contrarresta la mejora de algunas regiones y cuencas fluviales. La calidad del agua presenta tendencias variables a lo largo del planeta, preocupantes en muchos casos.

De 292 grandes sistemas fluviales, dos tercios de ellos han experimentado una fragmentación moderada o alta a causa de la existencia de presas y embalses.

Ecosistemas marinos y costeros

Un 80% de las poblaciones mundiales de peces marinos de los que se tienen datos están totalmente explotados o sobreexplotados. El agotamiento de los recursos pesqueros es, pues, evidente y preocupante.

Desde la década de 1970, los arrecifes de coral tropicales han perdido de manera significativa biodiversidad a nivel mundial. Aunque a grandes rasgos se ha mantenido estable desde los años ochenta del siglo pasado, la extensión general de la cubierta de corales vivos no ha vuelto a sus niveles previos. Incluso en las zonas donde se ha verificado una recuperación local, hay indicios de que las nuevas estructuras de los arrecifes son más uniformes y menos diversas que aquellas que las habitaban anteriormente.

Por otro lado, siguen reduciéndose los hábitats costeros, como los manglares, lechos de algas marinas, marismas y arrecifes de mariscos. Estos hechos ponen en peligro servicios ecosistémicos extremadamente valiosos, como la eliminación de dióxido de carbono de la atmósfera. Sin que ello sirva de consuelo, se ha registrado cierta disminución en el ritmo de pérdida de bosques de manglares, excepto en Asia.

Aunque nuestra ignorancia sobre los fondos marinos es bochornosa e indignante, ello no impide constatar importantes motivos de preocupación acerca de la situación y el deterioro de la biodiversidad en los hábitats de aguas profundas.

Diversidad genética

Al menos una quinta parte de las razas de ganado está en peligro de extinción. Ello podría poner en riesgo la disponibilidad de los recursos genéticos mejor adaptados para prestar apoyo a los medios de subsistencia que dependen del ganado. Por otro lado, los sistemas de ganadería estandarizados y de alto rendimiento han reducido su diversidad genética.

Para terminar con esta enumeración de despropósitos, la diversidad genética se está perdiendo en los ecosistemas naturales y en los sistemas de producción agrícola y ganadera. Afortunadamente, se están logrando importantes avances en la conservación de la diversidad genética de las plantas, gracias sobre todo a la existencia de bancos de semillas ex situ.

Es un extracto de las conclusiones del informe Perspectiva Mundial sobre la Biodiversidad 3, del Convenio sobre la Diversidad Biológica de la ONU.

¡Ah! Se me olvidaba. Este silencioso drama, de consecuencias potencialmente terribles e insospechadas en un futuro, quien sabe cuándo, tiene causas conocidas. Es producto indiscutible de un proceso económico, absurdo e imposible, que antes o después descarrilará. Pura estupidez antropogénica no prevista ni contemplada por ninguna teoría económica dominante. El manido cambio climático, en todo caso, acelerará los fenómenos. Probablemente, ya lo esté haciendo.

¿Nos tocará el turno? ¿Cuándo seguirá el altivo homo sapiens a los dinosaurios en su trágico destino?

La biodiversidad es el coro indispensable para que el tenor principal del milagro de la vida, nosotros, sobreviva. La pérdida de biodiversidad es una tragedia más en ciernes. Silenciosa y a menudo ignorada. Sus víctimas no tienen dónde reclamar, de momento. Que necesita algo más que unos parches o primeros auxilios para evitar que nos devuelvan algún día, con creces, los males ocasionados.