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Nuevas tecnologías energéticas para crear empleo en España
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Nuevas tecnologías energéticas para crear empleo en España

La insuficiencia de calidad respiratoria que hemos sufrido durante los días pasados por culpa de la contaminación en Madrid y otras tiznadas urbes, nos obligó a

La insuficiencia de calidad respiratoria que hemos sufrido durante los días pasados por culpa de la contaminación en Madrid y otras tiznadas urbes, nos obligó a anteponer la esclava actualidad sobre la reflexión más sosegada. Hoy continuamos esta corta serie acerca de la política energética venidera si, por un casual, milagro tal iluminara algún día estos míseros y políticamente desolados pagos. 

España es líder en algunas tecnologías energéticas y renovables, aunque se haya conseguido a base de trompicones y caros tropiezos. Y debería continuar siéndolo. Hay muchos ámbitos en los que las oportunidades abundan y quedan cosas por hacer. Dos ejemplos aislados: 

Captura y almacenamiento de carbono: mientras las energías fósiles sigan constituyendo el meollo del sistema energético mundial, y las emisiones y la contaminación crecientes un problema sin solución, será necesario desarrollar nuevos sistemas y procedimientos para reducir su impacto en el planeta. 

Una tecnología emergente es el secuestro y almacenamiento de carbono: esconder depositando el CO2 emitido en las entrañas del planeta, en pozos agotados u otros depósitos naturales. Tan en mantillas está la tecnología a pesar de que ya hay cosas hechas, que una planta piloto como la que se está planteando con participación de nuestra industria, de 300 MW de potencia, necesitaría una inversión de unos 1.200 MM€. Coste prohibitivo que convertiría a las energías renovables en puras gangas de mercadillo de barrio. Y de cuya experiencia tecnológica el resto de países se beneficiaría. De momento en España se están construyendo plantas piloto (Ciuden) en el Bierzo.

Toda Europa, no solo España, tiene el deber, mediante la unión de esfuerzos tanto públicos como privados, de impulsar avanzados sistemas que fomenten la innovación y el conocimiento. Que se convertirán con el tiempo en industrias exportadoras con capacidad de creación de empleo.

Con el coche eléctrico puede pasar como con la energía solar fotovoltaica si los políticos no actúan de manera firme y cabal. Se puede convertir en un complemento ecológico y verde… o en un artefacto que emponzoña todavía más la atmósfera y acaba definitivamente con el resuello de nuestras sufridas faltriqueras. Dependerá de la inteligencia y la sensatez con la que se promueva el idealizado artilugio. Se deberá hacer de manera controlada, poniendo énfasis en la eficiencia de la red y en los costes, económicos y ecológicos, de toda la cadena de valor. Evitando volver a hacer tosca demagogia, para que los políticos puedan sacar pecho, y la  plebe presumir de una realidad que no es tal. Despilfarro que antes o después habría que pagar en comandita entre todos, como siempre pasa con las acostumbradas medidas zafias tomadas para anestesiar a un vulgo cada vez más amuermado y envilecido.

Bien desplegado, el coche eléctrico puede crear riqueza y proporcionar beneficios a todos los implicados, empezando por el maltrecho y mancillado medio ambiente. Si se hace de manera que los sistemas de generación y de distribución eléctrica se utilicen con la mayor eficacia, haciendo disminuir el intervalo entre los valles y las puntas. Y sin tener que realizar inversiones inútiles que a la postre alguien deberá pagar. La red eléctrica se dimensiona para los periodos pico, con lo que a menudo funciona muy por debajo de su capacidad máxima. 

Se trata de exprimir y optimizar los recursos, evitando tener que desconectar las energías renovables (eólica principalmente) por la noche por falta de demanda. Además, el invento contribuiría a disminuir notablemente la contaminación en las ciudades, al traspasar la contaminación de los tubos de escape a las fuentes de generación. Porque el coche eléctrico será tan limpio y eficiente como sus fuentes de producción de electricidad; y como la adecuación de sus sistemas de distribución lo sean. 

El reto es conseguir que el consumo del vehículo eléctrico se genere sin tener que incrementar la potencia y el uso de las energías convencionales más contaminantes. Mediante la adecuada modulación de los períodos de carga de las baterías, de tal manera que se realizase durante los tiempos de menor demanda del día. Si se consiguiese, el gordo ecológico y medioambiental, pero también el económico, estaría asegurado.

La insuficiencia de calidad respiratoria que hemos sufrido durante los días pasados por culpa de la contaminación en Madrid y otras tiznadas urbes, nos obligó a anteponer la esclava actualidad sobre la reflexión más sosegada. Hoy continuamos esta corta serie acerca de la política energética venidera si, por un casual, milagro tal iluminara algún día estos míseros y políticamente desolados pagos. 

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