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El terremoto de Lisboa y los riesgos de un accidente nuclear en España
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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El terremoto de Lisboa y los riesgos de un accidente nuclear en España

Lo peor que debe hacer un político, y menos un buen gestor, es dejarse arrastrar por el pánico. Tomar decisiones improvisadas. Desgraciadamente, Angela Merkel se ha

Lo peor que debe hacer un político, y menos un buen gestor, es dejarse arrastrar por el pánico. Tomar decisiones improvisadas. Desgraciadamente, Angela Merkel se ha puesto nerviosa y ha ordenado apagar preventivamente varias de las centrales nucleares alemanas. Y como el resto del mundo siga sus pasos, con permiso de los bombardeos en Libia, se puede organizar una buena crisis en el suministro que ponga por los aires el precio del petroleo y del gas. Y que contribuya a crear más inestabilidad en la economía. Porque en el mundo de la energía las cosas no se deben hacer a corto plazo. Y, menos aún, aplicar la demagogia.

El que el diseño, el emplazamiento y la gestión de las centrales nucleares japonesas hayan sido deficientes o erróneos, dadas las características geofísicas del país, no significa necesariamente que en Alemania deba ocurrir lo mismo. Ni que los organismos de supervisión y control alemanes tengan forzosamente que ser tan poco eficaces como los japoneses. Bueno, alguno sí lo es. ¿Acaso tiene Merkel algo que ocultar? Tan irracional decisión nos conduce unos kilómetros más al sur.

Terremotos, maremotos y volcanes…

Sin conocer los parámetros de diseño de las centrales nucleares españolas, busquemos semejanzas con Japón, si las hay. La referencia disponible más importante y cercana lo constituye el famoso terremoto de Lisboa de 1755, de una magnitud cercana a 9 en la escala de Richter, al que siguió un maremoto, que destruyeron en comandita tan entrañable ciudad. Según los cronicones murieron entre 60.000 y 100.000 personas y sus cosquilleos alcanzaron lugares tan alejados como León, Zamora, Palencia y Valladolid. Dicen incluso que Montserrat, en Barcelona, pasando por supuesto por toda Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha.

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Otro gran episodio conocido, este hacia el año 1628 antes de Cristo, ocurrió en la isla de Santorini, en el Mediterráneo Oriental. Debido a la explosión, en este caso un volcán, que dio lugar a un gigantesco maremoto que pudo contribuir, dicen los historiadores, a la desaparición de la cultura minoica en Creta. Que con toda seguridad alcanzaría las costas mediterráneas españolas con una intensidad significativamente menor que en Japón. Ya que la profundidad y el volumen de la masa de agua no permiten la formación de olas con longitudes de onda tan elevadas. No hay que olvidar que explosiones volcánicas, terremotos y maremotos son distintas caras de una misma moneda. Y que, a menudo, un fenómeno va acompañado de los otros dos.

En tercer lugar, dicen, el tsunami provocado por la gigantesca explosión del volcán de la Isla de Krakatoa, en el año 1883, hizo un largo viaje por todo el Océano Pacífico y continuó por el Atlántico Sur, hasta amerizar en el Norte. Ya que sus efectos alcanzaron Francia, donde arrasó lo que pudo. Si llegó hasta allí, tuvo que pasar por las Islas Canarias y la costa atlántica ibérica, con lo que probablemente se detectarían fenómenos extraños por tales costas. Aunque los medios de información de la época probablemente no los relacionó con Krakatoa. Sería interesante revisar los archivos y hemerotecas de entonces.

Finalmente, entre todos estos acontecimientos, hay constancia de muchos episodios menores. Pequeños temblores y micro tsunamis sacuden periódicamente el Estrecho de Gibraltar y sus efectos y oleaje los captan las estaciones sismológicas correspondientes y llegan hasta los puertos andaluces.

…la tectónica de placas…

Ya que las aguas del Estrecho constituyen el borde entre la placa tectónica euroasiática y la africana; y en mitad del Atlántico se encuentra la separación entre la misma placa euroasiática y la placa llamada del Caribe; ya que América se sigue alejando todos los años unos centímetros más de Europa y de Africa, la posibilidad de que se repita el fenómeno de terremoto más maremoto existe. Ahora bien, la probabilidad de que ocurra es mucho menor aquí que en Japón. Y menos todavía en Alemania, que está en el interior de su placa. Cosa de la que parece nadie ha informado a Merkel. Eso no significa que la probabilidad de un cataclismo en Europa sea cero. Sino que es infinitamente menor que en Japón.

…y una cuestión de probabilidades

Si la probabilidad de que un suceso así ocurra es de uno cada ciento cincuenta años en el país del Sol Naciente, en el Sur de Europa sería de por lo menos cada mil años, o incluso más. Lo cual no quiere decir que no podamos padecer dos cataclismos mañana y ninguno los próximos dos milenios. Tan solo que la probabilidad de que esto ocurra, y sus efectos, es mucho menor.

Y en España…

Todas las centrales nucleares españolas, menos la de Vandellós, están en el interior y no en la costa. Con lo que el problema de destrucción por tsunami, que probablemente sea el que haya hecho más daño a la central de Fukushima, al llevarse por delante sistemas de refrigeración y generadores a causa de un mal diseño y emplazamiento de la central, no existe. La posibilidad en todas ellas de un terremoto sí, como hemos visto. Pero con intensidades previsiblemente inferiores a las japonesas, con permiso del de Lisboa.

… ¿qué hacer?

En primer lugar, no tomar decisiones precipitadas y demagógicas como Merkel. En segundo lugar, aprovechar el tirón para evaluar las centrales nucleares españolas y sus mecanismos de regulación antes de tomar ninguna decisión torpe. Cosa que, como medida higiénica, habría que hacer, periódicamente, de todas maneras. Y a “calzón quitado”, de paso. ¿Cómo hacerlo? Otro día lo sugeriremos, para evitar auditorías cosméticas, tan de moda en este país.

Lo peor que debe hacer un político, y menos un buen gestor, es dejarse arrastrar por el pánico. Tomar decisiones improvisadas. Desgraciadamente, Angela Merkel se ha puesto nerviosa y ha ordenado apagar preventivamente varias de las centrales nucleares alemanas. Y como el resto del mundo siga sus pasos, con permiso de los bombardeos en Libia, se puede organizar una buena crisis en el suministro que ponga por los aires el precio del petroleo y del gas. Y que contribuya a crear más inestabilidad en la economía. Porque en el mundo de la energía las cosas no se deben hacer a corto plazo. Y, menos aún, aplicar la demagogia.