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¿Y si creamos empleo?
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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¿Y si creamos empleo?

Alicia, todos nosotros, por acción unos, por omisión los otros, nos hemos cargado este increíble país de las maravillas. La época de los milagros fulgurantes y

Alicia, todos nosotros, por acción unos, por omisión los otros, nos hemos cargado este increíble país de las maravillas. La época de los milagros fulgurantes y sin esfuerzo que anonadaron al mundo ha terminado.

Ya solo queda pagar la cuenta, purgar los excesos de la juerga, cataplasmas para la resaca y lamentos cual viejas plañideras para amenizar, por fin, el comienzo de la reconstrucción y una sana prosperidad.

Trabajando con la cabeza en vez de con las vísceras, para variar, sorbiendo tanta mala baba congénita y consustancial a esta siempre genital y, a veces genial, piel de toro resquebrajada.

Haciendo lo posible por enviar al catafalco de la ignominia, las rejas o el paro a los desgraciados que han arruinado el sistema político y financiero, empezando por los responsables del malhadado y una vez aclamado Banco de España.

Para que sirva de escarmiento, como aviso a los navegantes, del fétido y desolador futuro que nos aguarda.

La alternativa será la vuelta de los extremismos, cuando la paciencia se agote, como en Grecia. O la violencia y el caos, cuando la esperanza se difumine, ojalá esto no ocurra. Experiencia y tradición en tales menesteres trágicos no nos falta.

Atizar indiscriminadamente las brasas con el fuelle de la deuda solo sirve para azuzar al verdugo, para desolación de Krugman. Alentándolo a dar una vuelta más a la soga hasta retorcer el gaznate del infeliz ahorcado.

No se puede seguir alimentando la caldera crediticia a ciegas, sin una estrategia inteligente de crecimiento que apuntale las ruinas, porque acabará explotando. En esto coincido plenamente con el ministro alemán de finanzas Schäuble.

Tenemos que hacer algo más que apelar al dios “ya veremos”. Dejar de invocar el extemporáneo ¡consumid, idiotas!, aullido inmisericorde que tanto drama provoca.

Debemos posicionarnos en este mercado global construyendo con ardor, sudor, ilusión y empeño prosperidad, industrias y sueldos.

Identificando nuevos nichos de actividad económica. Mejorando los existentes. Fomentando afanosamente condiciones propicias para los empresarios, para que surjan nuevos salarios.

Eliminando tanto palo incrustado en los radios de la pesada carreta burocrática patria. Mejorando la abominable educación, con sensatez e inteligencia más que con dinero y prejuicios. Fomentando la honestidad y el esfuerzo, la creación de valor, preferentemente intelectual, que el económico llegará.

Mientras trabajan los bomberos para apagar esta devastación financiera, ética y moral otros grupos deberán dedicarse, en exclusiva, a poner los cimientos del crecimiento futuro y la reconstrucción nacional.

Diseñando políticas activas de generación de empleo. Obligando a espabilar al personal, a pesar de la dramática losa que suponen políticos, sindicatos, druidas, ineptos financieros, inconstantes indignados y ciudadanos, supuestamente demócratas, reincidentes en su elección corrupta.

Elaborando, a la vez que se frota la mugre, una estrategia de crecimiento convincente, realista, clara y coherente que permita crear empleo.

Al estilo del New Deal o los planes de desarrollo de Franco, ya he mentado la bicha, para escándalo de tanto preboste bienpensante abonado al erario público y la ley del más fuerte.

Redactando un plan específico y ambicioso a la vez que practicable. Soltando con mano firme la rienda de la inversión exclusivamente productiva, por un lado, mientras se contiene fuertemente con la otra mano la rienda del gasto recurrente y suntuario, el privilegio inasumible, la infraestructura populista, la multiplicidad burocrática entre tanta administración, la subvención a causas hilarantes o mezquinas, o a tanto vago y maleante con sueldo inmerecido y coche oficial.

Dedicando los máximos recursos disponibles a ello con la anuencia y colaboración del que manda, Herr Schäuble, que estoy seguro que apoyará un plan sensato.

Cuando compruebe que el dinero europeo no se desagua inútilmente por las cloacas presupuestarias ni las sentinas financieras. Cuando constate que aquí mandan los que de verdad tienen capacidad para hacerlo. Cuando se acaben definitivamente las patochadas.

Para que un país florezca necesita fomentar nuevos sectores, especialización, canteras de empleo que renueven el tejido productivo, mientras tira por la borda el lastre de la ineptitud.

Racionalizando ineficientes administraciones públicas, sobre todo las autonómicas y locales, controlando sus dispendios con mano de hierro. Aplicando la misma norma a todos, derogando la ley del embudo y el oligopolio amigo, enviando al talego al que se propase.

Garantizando seguridad jurídica, esto se parece cada día más a Argentina, una vez hayamos hecho buena limpia del maremágnum de leyes y decretos irracionales y absurdos, de una (in)justicia dedicada a proteger los excesos del poder y sus lacayos.

Acabando con la diarrea legislativa proveniente de diecisiete dispensadores de papel higiénico normativo que lo único que consiguen es una letal fragmentación de los mercados a cambio de presumir de diferencias que no son tales, más que las que corroen pequeñas mentes desgajadas y tribales.

Poniendo al frente de cada tinglado, por fin, a gente con solvencia, capacidad, autoridad, honestidad, rigor y experiencia.

Y, si no lo promueven inmediatamente los políticos patrios por propia voluntad, suplicando a los alemanes de rodillas que los obliguen de una vez a hacerlo.

¿Los eurobonos? Justo después. Cuando podamos garantizar que este penco pulgoso y desgraciado no se volverá a desbocar.

Cuanto peor, mejor. ¿Se acabará cumpliendo la profecía?

Alicia, todos nosotros, por acción unos, por omisión los otros, nos hemos cargado este increíble país de las maravillas. La época de los milagros fulgurantes y sin esfuerzo que anonadaron al mundo ha terminado.