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China exporta un volcán a Estados Unidos
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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China exporta un volcán a Estados Unidos

China no sólo exporta a Estados Unidos una gran cantidad de productos baratos. Además, envía con ellos una dosis elevada de contaminación

Sus humos, evidentemente. La lava asociada, productos a menudo cuestionables por la manera en que han sido producidos, va en contenedores apilados en gigantescos barcos. Los desequilibrios de todo tipo que produce el comercio se suman a la cochambre aérea. La guerra de divisas es un aliño más que adorna tal zaparrastrosa indumentaria macroeconómica.

Es fácil crecer a elevadas tasas haciendo trampas y fomentando competencia desleal. Repartiendo tisis contaminante entre un vendedor sin escrúpulos, el consumidor embutido en ignorancia deflacionaria para que todo le salga más barato, y el resto de la humanidad más desfavorecida, que sale perjudicada sin comerlo ni beberlo.

Por si acaso algo asimilaran, es necesario razonar tales puntualizaciones a los despistados de Davos para ver si espabilan de una vez. Han vuelto a casa orondos de satisfacción por el deber cumplido y el canapé engullido.

China exporta polución por vía aérea…

China no sólo exporta a Estados Unidos gran cantidad de productos baratos y alguno que funciona. Envía con ellos a través del aire atmosférico, atravesando la inmensidad del océano Pacífico, que se dice pronto, una dosis elevada de la contaminación producida al fabricar tales bienes. Una parte alcanza el Polo Norte y apesta a los osos polares.

La Academia Nacional de Estados Unidos ha publicado un informe demoledor que muestra cómo los humos contaminantes producidos en China en forma de sulfatos, monóxido de carbono, carbono negro u ozono alcanzan las costas de California y más allá, siguiendo la ruta del tornaviaje de Urdaneta y Legazpi.

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El gráfico es del año 2006. Hay más dibujitos de esos, a cual más extendido y demacrado. Los humos exportados son hoy más elevados. Tal afirmación insólita no hace más que confirmar el suicidio cívico, económico y medioambiental hacia el que China y otras potencias emergentes se dirigen, al que nos arrastran por asentimiento tácito, consumo desbocado e impasibilidad teórica. Tiene bemoles cómo ha degenerado el comercio, tantos siglos después.

… los occidentales pergeñamos nuestras propias miserias…

La pregunta es evidente. ¿Qué hay que hacer para que no paguen justos por pecadores ante tales transacciones? ¿Por qué reparten tan injustamente beneficios y pérdidas las fuerzas dementes del mercado? ¿Por qué son los demás, en este caso los ciudadanos de California, los que cargan con los destrozos medioambientales en forma de salud, aunque no hayan adquirido nada? ¿Por qué la economía teórica no investiga tales realidades, pone coto a tales incongruencias mediante ciencia de verdad y medidas innovadoras? ¿Por qué sigue sin plantearse el problema? ¿Por qué se niega a elaborar y proponer soluciones?

Casuística que sirve a muchos países emergentes para crecer a tasas muy elevadas mientras dilapidan recursos finitos que producen deflación en los países de Occidente que los adquieren, deslocalizando la propia industria. No incorporan salarios adecuados, condiciones laborales justas. Mucho menos los costes y los perjuicios de contaminar, por no mencionar al ambivalente cambio climático, según quien lo disfrute, lo padezca o lo cobre.

La deflación no es mayor porque las rigideces de muchos sistemas legales, entre ellos el español, producen inflación en los servicios que no se pueden importar, cualquiera que sea el bombeo de liquidez de los bancos centrales. Sean los que una vez fueron servicios públicos, hoy contubernios privatizados u otros bienes imposibles de producir fuera. ¿Libre mercado? Para lo que interesa. ¿Excelencia en la gestión? Ni se otea.

Arreos que anestesian esta sociedad que había alcanzado razonable bienestar, que se desvanece a causa de sus aberraciones ideológicas. Por motivos económicos, sociales y educativos que fomentan cada vez mayores desigualdades, corrupción, o incrementan la deuda oculta acumulada por ciudadanos, empresas, ciudades, regiones, naciones, tribus o xenófobas nacioncitas agresivas hacia el paciente y denostado vecino ancestral.

… en Asia exportan contaminación e infraempleo…

Deng Xiaoping estimuló la segunda Gran Marcha hacia delante. Soltó la espita del enriquecimiento rápido sin mesura, manteniendo en un único país dos sistemas opuestos que tomaban lo peor de cada jardín: el totalitarismo y la avaricia. No fue consciente del volcán que desperezaba ni del precipicio uniformemente acelerado al que enviaba a la economía de este planeta y a la creciente humanidad con él.

Muchas noticias narran cómo los chinos se ahogan, sufren problemas respiratorios en sus endiabladas urbes terriblemente contaminadas. Han pasado en apenas diez años de ser ciudades sostenibles a convertirse en antros insoportables.

La deflación no es mayor porque las rigideces de muchos sistemas, entre ellos el español, producen inflación en los servicios que no se pueden importar

La salvajada medioambiental que está protagonizando el león inconsciente del sudeste asiático es una bomba de relojería multidisciplinar, que no traerá nada bueno si los artificieros de tal régimen dictatorial no ponen pronta y expeditiva solución y, de paso, se democratizan.

Y, mientras el opulento Occidente no atempere su entrópica y decadente forma de vida moderna energéticamente ineficiente, mientras no dé los primeros pasos que permitan que los demás sigan su ejemplomediante la nueva economía fundamental, las chinescas clases medias emergentes preferirán perseverar en los errores antes que renunciar a un consumismo desbocado que ya han comenzado a husmear, aunque sea con máscaras respiratorias.

Bienestar con fecha de caducidad a causa de la imposibilidad de deshollinar la atmósfera con la misma rapidez con la que es enturbiada mediante contaminación viajera, CO2, urbanismo salvaje, derroche energético y pérdida de biodiversidad. Las secuelas perdurarán.

… fomentando o reventando burbujas…

Con la manía proclamada de pretender empobrecer a las clases medias occidentales a costa de lo que fuere, rellenando el zurrón de manera inmoral y obscena las despiadadas clases dirigentes, este planeta se postra ante un supuesto libre mercado que hace que los más productivos, los chinos, fabriquen de todo para Occidente mientras la divisa se mantenga artificialmente.

Mientras, los países otrora desarrollados, incapaces de fabricar nada a precios competitivos, basan su actividad económica en el consumo, los servicios, en desbocadas burbujas financieras y de deuda pública que apuntalan la economía de manera provisional. En bares, cafeterías o tinglados siderales, como la City o Wall Street, dos gigantescos casinos cada día más desvinculados de la economía real y de toda racionalidad.

El infierno llegará. Sólo hay que dejar que la Reserva Federal (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) sigan gobernando la economía de manera arbitraria e irracional, como hasta ahora. A los bancos centrales de China, Reino Unido, Brasil, Japón o cualquier otro fomentando o reventando burbujas monetarias a su antojo de acuerdo con la ciencia económica de pinipón en vigor y sus intereses particulares. Tomen asiento señores: los próximos meses no van a carecer de emoción.

… que están propulsando un evitable regreso al pasado

El libre mercado en vigor está basado en que el más fuerte pueda hacer lo que le déla gana, anulando la justicia. Se ha convertido en un lugar donde el fair play no existe para nada. Occidente ha deslocalizado casi toda su industria porque no era competitiva, se suponía. Se ha ido a lugares donde los salarios son más bajos, como en casi todo el sudeste asiático. Donde la muerte sale gratis, como en Bangladesh; donde contaminar o exportar humo no es ningún problema, como en China; donde la dignidad cotiza a precios de saldo, como en Occidente de nuevo después de siglo y medio.

El libre mercado en vigor está basado en que el más fuerte pueda hacer lo que le dé la gana, anulando la justicia

Si el balance pretende equilibrarse, se monta una guerra de divisas para que unos puedan seguir vendiendo como sea, por un lado, y el caduco Occidente pueda seguir sobreviviendo con menguante infraempleo a crédito, por el otro, o bonus demenciales para los autores de este sinsentido.

Pretendemos resolver el asunto promoviendo de nuevo empleo precario y mal pagado. Henry Ford subió el sueldo a sus empleados para que pudieran comprar los automóviles que producían ellos mismos. Queremos además que la gente contamine, perdón, consuma lo que exportan otros, sean baratijas o pestilencias.

En España hacemos lo contrario: subir impuestos, bajar salarios, apuntalar bancos quebrados, rellenar agujeros de cajas hundidas para luego regalarlos una vez despojados de porquería. La corrupción se sigue tolerando. Y, si a alguno de los millones de jóvenes o no tan jóvenes desempleados, sin expectativas, o con sentido común, se le ocurre afirmar que la economía no va a mejorar, no se le considera un buen ciudadano.

¡Si Dickens levantara la cabeza!

Sus humos, evidentemente. La lava asociada, productos a menudo cuestionables por la manera en que han sido producidos, va en contenedores apilados en gigantescos barcos. Los desequilibrios de todo tipo que produce el comercio se suman a la cochambre aérea. La guerra de divisas es un aliño más que adorna tal zaparrastrosa indumentaria macroeconómica.

Ciudadanos Divisas Deuda Precios Salarios de los españoles