Capital sin Reservas
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Carpe Diem: la semana fantástica de Rajoy en plena campaña de rebajas
El presidente del Gobierno se ha liberado del yugo de la austeridad impuesto por Bruselas y después de dar al Kaiser lo que es del Kaiser se dispone a devolver a los españoles lo que era de los españoles
El fraude del Eurogrupo, entendiendo como tal la incapacidad manifiesta de Alemania para llevar en volandas a Luis de Guindos hasta la presidencia del mayor cónclave económico y financiero de Bruselas, ha facilitado la amortización anticipada de esa hipoteca que viene pagando Mariano Rajoy a instancias de Angela Merkel desde el primer día de la legislatura que ahora termina. El presidente del Gobierno se siente felizmente liberado del yugo de la austeridad impuesto poco antes de que Zapatero dejase La Moncloa y así se lo ha hecho ver a la canciller germana para que nadie se llame a engaño con la evolución de la política económica que ha de seguir España de aquí a las elecciones generales de finales de año.
El equilibrio de las cuentas del Estado, por supuesto que sí, continuará adornando el discurso oficial como supremo objetivo canónico de la Hacienda Pública, pero la práctica política dicta en estos momentos otras y mucho más urgentes prioridades de actuación. Después de dar al Kaiser lo que es del Kaiser ha llegado la hora de devolver a los españoles lo que era de los españoles. Aunque sólo sea con carácter excepcional, lo mejor se demuestra esta vez como enemigo de lo bueno porque el gasto diferido que implica la claudicación intermitente de la ortodoxia fiscal es menos elevado que el coste terminal de entregar la cuchara a fuerzas que son inmunes a cualquier tipo de responsabilidad presupuestaria.
El gran cambio del PP no es otro que repartir rentas donde antes sólo se pensaba en reducir deudas. La elección quedó muy clara tras el desastre del 24-M
Ni el PSOE de Pedro Sánchez ni mucho menos la tropa de Podemos y sus diferentes plataformas ciudadanas se sienten tributarios de los pecados originales que hayan podido cometer sus antepasados. Limpios de polvo y paja e inflamados por el don de la oportunidad, unos y otros se presentan como legítimos herederos del legado que el Partido Popular ha cosechado con el esfuerzo obligado de unos ciudadanos a los que el sudor y las lágrimas de estos años no permiten ver ningún claro horizonte de futuro. Los éxitos generados por una economía en fase de crecimiento no valen de nada si no van acompañados de un generoso dividendo a cuenta que retribuya desde hoy mismo al contribuyente con buena parte de los beneficios complementarios anunciados para mañana.
Rajoy ha cambiado el paso de su instinto político basado en esperar que los problemas maduren por sí solos para liderar ahora una escalada de medidas económicas pegadas al terreno y que permitan al Partido Popular encarar con garantías la próxima comparecencia en las urnas. El empeño totémico por ganar el crédito internacional y recuperar la confianza de los vecinos comunitarios de arriba se traslada aguas abajo en un intento desesperado por recuperar la confianza de ese millón y medio de electores desengañados que ejercieron un voto repetido de desprecio quedándose en casa durante las dos últimas citas electorales. Sin ellos se antoja imposible que la aritmética parlamentaria otorgue siquiera la esperanza del único pacto potencial de legislatura con los Ciudadanos en mayúscula de Albert Rivera y algún que otro nacionalista minoritario siempre dispuesto a correr en auxilio del vencedor.
El dogma superado de la estabilidad fiscal
El hospital de campaña dirigido por el jefe del Ejecutivo para curar los males que afligen a los españoles ha emitido por fin un diagnóstico definitivo. La solución a un dilema endiablado quedó despejada después del desastroso 24-M cuando Rajoy comprendió que la contumacia de la estrategia de ajuste y saneamiento sólo servía para salir dePalacio con los pies fríos y la cabeza caliente. Reducir deudas o devolver rentas, esa era la cuestión que atenazaba al presidente hasta que los resultados de las elecciones autonómicas y locales mostraron el camino de lo que es, en realidad, el único cambio efectivo en la política del Gobierno. Un viraje forzado en una clara maniobra de tacticismo electoral que trata de camuflarse con nuevas caras al frente del partido y la actualización intrascendente de un logotipo barato y socorrido.
Los responsables de la política económica, encabezados por Cristóbal Montoro como recaudador mayor del Reino, han metido la directa para gestionar la recuperación como si España hubiera salido definitivamente de la crisis. Hasta hace poco, el relato institucional mostraba ciertas cautelas a la hora oficializar el fin de la recesión como una estación de trasbordo para futuras reformas estructurales. Pero el nuevo rumbo político no permite mirar más allá de tres en un burro y debe conducirse con las luces cortas para no cegara todos los que vienen de frente reclamando qué hay de lo suyo. Más si cabe teniendo en cuenta que al lado corren adversarios muy ligeros de cascos y dispuestos a tirar la casa por la ventana a poco que arrienden una mínima pero suficiente parcela de poder.
El PP es la única formación que está obligada a ganar las elecciones si quiere revalidar su mandato en España. El resto están consentidos para subir a lo más alto del podio aunque no sean los primeros en cortar la cinta de meta. El actual partido gobernante necesita como condición sine qua non ser la fuerza más votada en otoño o, de lo contrario, será despojada del trono en invierno. Rajoy se ha dado cuenta de que no hacen falta muchos números para sacar rápidas conclusiones y sus colaboradores han guardado hasta nueva orden la calculadora automática de esa estabilidad presupuestaria que antes se planteaba como un principio dogmático y ahora se utiliza con un criterio metodológico y de entre tiempo, adaptable a los cambios de la temporada política que viene.
Tras aprobar los Presupuestos, Rajoy comparecerá el próximo viernes para anunciar nuevas medidas sociales dentro de su plan de reconciliación nacional
Ya es primavera en la España de recortes y rebajas, con la pequeña gran diferencia de quela tijera trabaja ahora a favor de obra. No sólo se trata de reducir los impuestos, que también, sino de buscar cualquier resquicio que haga la vida más barata a los ciudadanos. La devaluación interna en materia de precios adquiere carta de naturaleza con el reciente ajuste del recibo de la luz al que seguirán otros de parecido tenor en todos aquellos servicios que dependan de una regulación oficial. La agenda social da para eso y para mucho más como se podrá comprobar también a finales de semana cuando el presidente del Gobierno comparezca ante la nación para hacer balance del curso que termina.
El Consejo de Ministros aprobará el próximo viernes los Presupuestos del Estado, pero no será el ministro de Hacienda quien chupe pantalla en televisión como suele ser tradicional, sino el propio Rajoy embutido de etiqueta y con la sana intención de sacar algún nuevo conejo de la chistera. ¿Será la subida de las pensiones? ¿Quizá la paga extra de los funcionarios? Probablemente un poco de todo y administrado en sucesivas dosis a través de un BOE que ha de batir palmas de aquí a finales de año. Es el plan de reconciliación nacional acordado con el beneplácito de Europa y anticipado para evitar males mayores. La estabilidad económica puede y debe esperar porque ahora lo único que importa es aprovechar el momento. Carpe Diem.
El fraude del Eurogrupo, entendiendo como tal la incapacidad manifiesta de Alemania para llevar en volandas a Luis de Guindos hasta la presidencia del mayor cónclave económico y financiero de Bruselas, ha facilitado la amortización anticipada de esa hipoteca que viene pagando Mariano Rajoy a instancias de Angela Merkel desde el primer día de la legislatura que ahora termina. El presidente del Gobierno se siente felizmente liberado del yugo de la austeridad impuesto poco antes de que Zapatero dejase La Moncloa y así se lo ha hecho ver a la canciller germana para que nadie se llame a engaño con la evolución de la política económica que ha de seguir España de aquí a las elecciones generales de finales de año.