Es noticia
Propuestas para sacar de la crisis a la nación española (I)
  1. Economía
  2. El Observatorio del IE
Ignacio de la Torre

El Observatorio del IE

Por

Propuestas para sacar de la crisis a la nación española (I)

“Es mejor ser optimista que pesimista.  El pesimismo da juego a los profetas que prevén todo tipo de desastres.  Es la antesala del miedo, y el

“Es mejor ser optimista que pesimista.  El pesimismo da juego a los profetas que prevén todo tipo de desastres.  Es la antesala del miedo, y el miedo generalizado es el requisito previo para los regímenes totalitarios.  El optimista contrarresta esta perversa tendencia y además duerme mejor”. 

Son palabras del profesor de política internacional Jonathan Story, en una conferencia magistral impartida la semana pasada en la Fundación Rafael del Pino. Dada la gravedad de la crisis estructural financiero-económica que afecta al mundo, con más relevancia a Occidente y con especial ahínco a España, me parece que excusarse en la ineptitud de nuestra clase política para afrontar las decisiones que nos permitan sentar las bases para que España vea la luz del túnel no basta. Hace falta un debate de la sociedad civil aclarando qué medidas nos pueden beneficiar para paliar las perversas consecuencias de los males que nos azotan, y sobre ello, exigir a los centros de decisión su implementación. Aunque duelan las medidas. Aunque nuestros populistas líderes prefieran esconderse como avestruces. No basta llorar y lamentarse por la inacción de los diferentes gobernantes. Hace falta actuar. Con el ánimo de iniciar este debate escribo el primer artículo con la mitad de las propuestas.

Primero: Es necesario asegurar la solvencia del sistema financiero español. Consideraciones como “el sistema financiero español no está expuesto a las hipotecas subprime”, “los bancos españoles han salido casi ilesos de la crisis financiera internacional” o “las provisiones genéricas ordenadas por el Banco de España otorgan a la banca española un colchón que le ha permitido salir indemne de la crisis financiera” son alarmantes. Recuerdan a las declaraciones de que España no estaba en crisis. El sistema financiero español tiene subprime, se llama préstamo promotor, y directa e indirectamente supera los 250.000 millones de euros. Al no cotizar estos préstamos (como sí cotizaban muchas hipotecas subprime), el reconocimiento de la pérdida se realiza por teóricos precios de mercado (estimando morosidad potencial y valor de los inmuebles por modelos muy inciertos ante la situación actual), luego seremos los últimos en reconocer la gravedad de la situación, y cuando busquemos el capital para asegurar el nivel de solvencia también seremos los últimos, y ya no habrá capital privado dispuesto a invertir en bancos. 

Esto afecta a la solvencia del sistema, no a la liquidez (las políticas existentes se han concentrado en esta última). Cuanto más tarde se niegue esta evidencia peor será la solución. Propongo por tanto que creemos un “banco basura español”, gestionado por el Banco de España, cuya misión sea emular sus equivalentes de los EEUU y de Suecia de los años 90 para adquirir activos tóxicos de nuestro sistema financiero. Dichas adquisiciones se llevarían a cabo a precios de mercado, y si afectase a la solvencia de una entidad de crédito, se inyectará capital público y/o se estudiará su absorción por una entidad más fuerte sólo si se cumple como requisito eliminar el dividendo (si lo hubiere) y reemplazar a los directivos responsables de los activos tóxicos. El “banco basura” gestionaría estos activos a largo plazo, con el objetivo de generar un beneficio para el contribuyente. Las reglas de inyección serán claras y públicas, para evitar el intrusismo de políticos y grupos de interés.

Segundo: España debería preparar una estrategia de salida para la presencia que gradualmente irá adquiriendo en el sistema financiero mediante inyecciones. Estas inyecciones serán necesarias en el contexto de la reunión del G20 en la que los políticos se comprometieron a no dejar caer a ninguna entidad bancaria (tras la dolorosa experiencia de Lehman Brothers), pero este compromiso hace todavía más necesaria el plantear una estrategia de salida. La presencia de dinero público en entidades financieras, si se prolonga, puede resultar muy peligrosa para el sistema, ya que los políticos estarán tentados a influir en los destinatarios de los créditos (no hay más que ver cómo casi quiebra el sistema financiero chino en los años 90). Dicha estrategia de salida también debería de servir como elemento para eliminar la influencia política en las cajas de ahorro.

Tercero: Hay que plantear ya un marco coherente con un nuevo sistema regulatorio que se adapte a la realidad. No más regulación sino mejor regulación. La premisa de partida debería ser la humildad, los reguladores globales y el poder público han fallado tanto como la banca, y son co-responsables de este fiasco, y la otra consideración es la idoneidad de la regulación supranacional para afrontar un sistema financiero globalizado. Esta nueva regulación debería plantear,

a) el riesgo sistémico como objetivo a evitar por parte del regulador,

b) la regulación del sistema bancario “en la sombra” (capital riesgo, hedge funds, entes bancarios no consolidados – SIV y conduits-, derivados de crédito –CDS-, y en general cualquier derivado con riesgo de contraparte –OTC-) y la disminución de su posible contribución al riesgo sistémico,

c) la obligación para que las entidades financieras elaboren planes de actuación ante una eventual insolvencia, de igual forma que redactan planes de continuidad de negocio; dichos planes, que deberían ser aprobados por el Consejo y actualizados trimestralmente, deberían ayudar a que la eventual liquidación de una entidad se haga de una forma rápida y ordenada, sin contribuir al riesgo sistémico, todo lo contrario que en el caso de Lehman Brothers,

d) conseguir, promover y ensanchar la anti-ciclicidad del sistema financiero, aumentando las provisiones genéricas, aclarando el papel de las tasadoras en la valoración de los colaterales y elaborando un marco contable anti-cíclico que defina cuándo un producto es líquido,

e) aprobando límites de apalancamiento bancario medidos contra el volumen de los activos, no el volumen del capital en riesgo (el sistema de Basilea II ha fracasado, y además muchos consejeros no han mostrado ser capaces de entender el VAR),

f) dictaminando la formación y experiencia previa necesaria para acceder al consejo de administración de una entidad financiera

y g) aumentando los recursos de personal especializado del Banco de España, y de la CNMV para afrontar estas ingentes tareas.

Probablemente el mejor remedio ante una pésima clase política sea una excelente sociedad civil.  Por favor, contribuyan a este sueño enmendando mis humildes propuestas, que este debate sirva para sugerir líneas de actuación para afrontar nuestra situación, y que estas sugerencias se conviertan en exigencias de acción inmediata por parte del poder político. 

“Es mejor ser optimista que pesimista.  El pesimismo da juego a los profetas que prevén todo tipo de desastres.  Es la antesala del miedo, y el miedo generalizado es el requisito previo para los regímenes totalitarios.  El optimista contrarresta esta perversa tendencia y además duerme mejor”.