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Cómo evitar una década perdida en la economía española
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Ignacio de la Torre

El Observatorio del IE

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Cómo evitar una década perdida en la economía española

“Una década de exiguo crecimiento económico, una década perdida, puede tener nefastas consecuencias sobre un país, entre otras un desempleo estructural a niveles difícilmente soportables y

“Una década de exiguo crecimiento económico, una década perdida, puede tener nefastas consecuencias sobre un país, entre otras un desempleo estructural a niveles difícilmente soportables y un déficit de infraestructuras que minimice el crecimiento futuro”. Así se expresaba recientemente el profesor del IE Fernando Fernández en una conferencia sobre cómo evitar una década perdida en la economía española. La dramática situación actual proviene de no haber entendido el significado de una Unión Monetaria y de pensar ingenuamente que hacía desaparecer la restricción externa.

Así la economía española contrajo inmensas deudas con el exterior a raíz de la acumulación sistemática de déficits de cuenta corriente. El déficit de cuenta corriente supone que una nación consume e invierte por encima de su ahorro, por lo tanto se endeuda con el extranjero, y la nación tendrá que hacer frente al mismo con rentas futuras; en consecuencia dichas rentas no serán empleadas ni en consumo ni en inversión, que son los dos vectores del crecimiento económico, clave para crear empleo. La receta del profesor Fernández pasa por una reforma fiscal, una reforma laboral y por una reforma financiera.

La reforma fiscal proviene del hecho de que España, ha destruido estructuralmente en la crisis del ladrillo un 5% del PIB (el peso “anormal” de la construcción frente a un nivel sostenible) que probablemente no volverá nunca. Ese 5% en los años buenos permitió crear millones de puestos de trabajo y recaudar miles de millones de euros en impuestos (la construcción es un sector intensivo en mano de obra y en impuestos derivados). 

Lamentablemente esos réditos, y la facilidad de financiación que ha vivido España desde la entrada en el euro, no han sido aprovechados para realizar las reformas que hubieran evitado o al menos minorado la lamentable situación actual. La construcción como tal no es exportable, de ahí que la búsqueda de financiación exterior para hacer frente a promociones y a hipotecas ha ido generando un nivel de déficit de cuenta corriente acumulable que poco a poco situó a España en una posición insostenible ante un cambio de ciclo. 

La economía española ajustó la menor financiación reduciendo la inversión desde niveles cercanos al 30% del PIB a niveles alrededor del 20%, pero menor inversión supone un menor crecimiento económico futuro. Los réditos de los ingresos fiscales del boom constructor no fueron empleados en gastos finitos, sino en gastos estructurales, muchos en manos de Comunidades Autónomas. El sistema político español y el funcionamiento de los partidos políticos desgraciadamente limitan la posibilidad de realizar reformas estructurales en este apartado. Parte de la solución, aparte de una reforma institucional (política) que haga frente al problema anterior, puede venir por gastos recurrentes que no tengan su impacto el año cero pero sí acumulable a futuro (reforma de las pensiones).

La reforma laboral es crucial para que España gane en competitividad. Los costes laborales unitarios aumentaron en España veinte puntos frente a Alemania desde la entrada en la zona euro. Se ha hablado mucho de la productividad como maná para recortar esta distancia, pero es francamente inviable el que la productividad por sí sola reduzca este diferencial. Sólo el ajuste vía menores salarios reales durante muchos años lo logrará. Y menos salario implica menos consumo, y menos consumo menos creación de empleo. Una reforma laboral en profundidad, implicando la reforma de la negociación colectiva, es clave para reducir el tiempo de convalecencia del enfermo en la UVI.  No afrontar la realidad hará más larga y dolorosa la enfermedad.

La reforma financiera implica el saneamiento completo de nuestros bancos y cajas, la eliminación de los activos tóxicos de los balances, la recapitalización vía recursos propios de primera calidad y los cambios en la estructura de gobierno de las cajas para eliminar radicalmente la influencia de los políticos. De nuevo, aunque se han dado pasos tímidos, la reforma es insuficiente.

“El déficit de cuenta corriente de un país es equivalente al resultado nacional de un partido de fútbol, si es sistemáticamente negativo dice muy poco de dicho país”. Así se expresaba en septiembre un economista al analizar la actual situación económica española explicando la consecuente excesiva acumulación de deuda nacional, en gran parte financiada y por tanto debida a ahorradores foráneos. Aunque España ganó el mundial, nuestro marcador económico así medido es desolador. Toda la sociedad, no solo la clase política, es responsable de este marcador. Toda la sociedad, no solo la política, tiene la llave de darle la vuelta.

“Una década de exiguo crecimiento económico, una década perdida, puede tener nefastas consecuencias sobre un país, entre otras un desempleo estructural a niveles difícilmente soportables y un déficit de infraestructuras que minimice el crecimiento futuro”. Así se expresaba recientemente el profesor del IE Fernando Fernández en una conferencia sobre cómo evitar una década perdida en la economía española. La dramática situación actual proviene de no haber entendido el significado de una Unión Monetaria y de pensar ingenuamente que hacía desaparecer la restricción externa.

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