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Vida y destino: un libro que cambia la vida del que lo lee
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Ignacio de la Torre

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Vida y destino: un libro que cambia la vida del que lo lee

Sofya Osipovna Levinton, doctora sin hijos se encuentra hacinada en un tren de la muerte con un niño, “David”.  Pronto Sofya se siente por primera vez

Sofya Osipovna Levinton, doctora sin hijos se encuentra hacinada en un tren de la muerte con un niño, “David”.  Pronto Sofya se siente por primera vez madre acogiendo a David.  Al término del viaje, un oficial alemán pide que se identifiquen los médicos para trabajar en el hospital del campo.  Sofya se plantea “salvar” su vida como médico o “perderla” como judía con David.  Sofía calló, y callando, se condena.  “Ese niño, con su ligero cuerpo de pájaro, se marchó antes que ella. ‘Me he convertido en una madre’, pensó ella. Fue su último pensamiento. Su corazón, con todo, todavía contenía vida: se contrajo, le dolió y sintió pena por todos vosotros, vivos y muertos; Sofya Osipovna sintió una oleada de náusea. Se apretó contra David, ahora un muñeco; se murió, una muñeca”.

Con este entrecomillado termina un estremecedor capítulo de Vida y destino, de Vasili Grossman (1905-1964). En su faceta de corresponsal de guerra, Grossman y su unidad fueron los primeros en entrar en los restos del campo de Treblinka, y el autor también fue primero en reconstruir los horrores de dicho campo mediante entrevistas a sus cuarenta supervivientes;  su artículo fue utilizado por la acusación en los juicios de Nurenberg.  Grossman fue también un testigo y víctima excepcional de los horrores del estalinismo.

“Es la mejor novela del siglo XX” me dijeron hace dos veranos refiriéndose a la obra de Grossman.  “Ya”, me dije, “¿quién es alguien para juzgar absolutamente  lo “mejor” y lo “peor”, especialmente en literatura?” A los dos meses leí una afirmación que había realizado en el New York Times el historiador del dinero Niall Fergusson sobre esta obra: “Es el Guerra y Paz de la segunda guerra mundial”.  Azuzado por el interés, las pasadas Navidades empecé por fin a leer el enigmático libro.  Dicen que fue escrito para cambiar el mundo, pero lo cierto es que cambia la vida del que lo lee. 

La novela fue escrita en los años 50, pero no llegó a publicarse.  Fue prohibida por la censura soviética, las máquinas de escribir empleadas en su redacción, con sus cintas, fueron requisadas, y todas sus copias menos dos que habían quedado en manos de amigos, aprehendidas por el KGB.  En 1980 se logró sacar de la URSS un microfilm del libro.  Así, en 1981, se pudo publicar en Suiza, y pronto en el resto de Occidente.  La emoción y el horror que produjo esta publicación marcaron su popularidad.

En un contexto marcado por la batalla de Stalingrado, el exterminio de judíos por las SS  la tortura y aniquilación de disidentes en la Liublanka por el NKVD (policía secreta soviética), el hundimiento de muchos científicos soviéticos castrados moralmente por el estalinismo… Vida y destino mira al mal a los ojos, y paradójicamente esta mirada directa del ser humano al horror es lo que provoca su reencuentro con un elemental sentido del bien y este reencuentro le moviliza a la acción.

Es un libro objetivo, de un lenguaje sencillo, muy ruso.  No hay maniqueísmo ni caricaturas; el mismo personaje, alemán, ruso, comunista, disidente, judío, cristiano, afronta el bien y el mal, es capaz de realizar las más nobles acciones, y también las más rastreras, después de incesantes batallas morales.  Se trata de una de las más feroces denuncias del totalitarismo jamás escrita.  Y en la oscuridad en la que fluye esta novela, surge brillante una idea central: la importancia de la lucha por la libertad individual en cualquier contexto en el que se viva; por muy extremo que el entorno sea, el ser humano es capaz de extraer fuerzas guiado por un sentido innato del bien; dichas fuerzas emanan de íntimos sentimientos de libertad y de piedad.

Vaisil Grossman falleció de un cáncer de estómago en 1964, sin ver publicada su novela.  Probablemente murió pensando que ésta nunca vería la luz.  Así, con su muerte trágica se puso final a un supuesto fracaso vital, identificando en su persona el título de su obra maestra, una vida que se extinguía y su melancólica falta de destino. 

Antes de morir un funcionario soviético, Suslov, ideólogo de Jruchov, le dijo que harían falta 200 ó 300 años antes de que Vida y destino fuese publicada en la URSS, reconociendo así la importancia capital del libro.  En realidad se publicó mucho antes, en 1989.  El triunfo de su novela, la revulsión que genera en todos nosotros y la grandeza expuesta del ser humano que es capaz de sacar lo mejor de sí mismo cuando se enfrenta al mal absoluto, marca el triunfo postrero de Vasili Grossman. 

Su vida tuvo un destino.  Un destino excepcional.

Feliz Navidad a todos.

Sofya Osipovna Levinton, doctora sin hijos se encuentra hacinada en un tren de la muerte con un niño, “David”.  Pronto Sofya se siente por primera vez madre acogiendo a David.  Al término del viaje, un oficial alemán pide que se identifiquen los médicos para trabajar en el hospital del campo.  Sofya se plantea “salvar” su vida como médico o “perderla” como judía con David.  Sofía calló, y callando, se condena.  “Ese niño, con su ligero cuerpo de pájaro, se marchó antes que ella. ‘Me he convertido en una madre’, pensó ella. Fue su último pensamiento. Su corazón, con todo, todavía contenía vida: se contrajo, le dolió y sintió pena por todos vosotros, vivos y muertos; Sofya Osipovna sintió una oleada de náusea. Se apretó contra David, ahora un muñeco; se murió, una muñeca”.