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Financieros, ¡erradiquemos la pobreza!
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Ignacio de la Torre

El Observatorio del IE

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Financieros, ¡erradiquemos la pobreza!

Cuando tenía diecinueve años vi una foto en la revista Time que me conmocionó: una madre abrazaba a su bebé, ambos habían sido arrollados por camiones

Cuando tenía diecinueve años vi una foto en la revista Time que me conmocionó: una madre abrazaba a su bebé, ambos habían sido arrollados por camiones militares serbios en el sitio de Sbrenica, y la sangre de ambos cuerpos inertes inundaba la nieve.  Preso de idealismo juvenil decidí trabajar un verano en una leprosería en Africa.  Allí me di cuenta de la inutilidad de mi gesto.  Sin conocimientos médicos, ¿cuál era mi aportación práctica?   Mi fracaso al respecto me acompañó mucho tiempo, y mi contribución solidaria se limitó a hacerme socio de las ONG que me atraían.  Siempre envidié que otras profesiones como los médicos o los farmacéuticos pudieran emplear su experiencia en tareas solidarias de impacto directo.  Sin embargo hace un par de años en Nepal surgió una idea poco romántica pero pragmática:

¿Qué tienen en común casi todos los países pobres? Una penetración crediticia en porcentaje a su PIB extremadamente baja, a menudo inferior al 10%.  Hoy que el excesivo endeudamiento nos atenaza en Occidente cabría plantearse qué ocurriría si en un país muy pobre su penetración crediticia asociada a la inversión subiera de un 3% a un 15%.  La respuesta es que probablemente dicho esfuerzo inversor fuese parejo a la creación de una incipiente clase media.   Al estar los flujos de inversión condicionados a su repago, es imprescindible que el capital se haya canalizado hacia proyectos rentables, por lo que se rompe la droga de la ayuda tan severamente criticada por la ex economista africana de Goldman Sachs, Dambisa Moyo en su libro DeadAid.  Dicho cambio de mentalidad asociado a una involución en el concepto de financiación, ligado siempre a proyectos empresariales, abre inmensas posibilidades.  Concretamente el sueño de erradicar la pobreza a través del capitalismo y de las finanzas.

¿Podemos los financieros contribuir a un resultado así?  Probablemente hoy tenemos oportunidades únicas para poner nuestro conocimiento al servicio de este ideal.  Para debatir e implementar estas ideas nació, en el seno del IE pero abierto a todo financiero, “Financieros sin Fronteras”.  Presidida por Guillermo de la Dehesa, su objetivo fundamental es desarrollar los vehículos financieros que contribuyan a la erradicación de la pobreza.  El próximo día 22 de febrero tendrá lugar un congreso en el IE que aglutinará a expertos de todo el mundo para debatir estos mecanismos, que se agrupan en las denominadas “finanzas sostenibles”. 

¿Herrramientas? El microdepósito como forma de bancarizar el ahorro de las poblaciones campesinas, empleando el teléfono móvil como medio para abaratar las transacciones y llegar a cada rincón del planeta de forma que al canalizar el ahorro se puedan conceder créditos (objetivo perseguido con ahínco por la fundación Gates), el microcrédito social (distinto del microcrédito de mercado en que sus tasas de interés no son abusivas, para lo que se requiere un debate académico sobre la frontera entre uno y otro), que permite la obtención de pequeños importes de financiación para que un microemprendedorcon limitaciones económicas en un país pobre pueda crear su pequeño negocio.   El microseguro, que permite gobernar el riesgo de estos pequeños negocios con costes de transacción asumibles.  La titulización de microcréditos, que gracias a su capilaridad consigue proveer de financiación mayorista a las microfinancieras (Morgan Stanley y CreditSuisse se han distinguido en este tipo de operaciones).  El capital riesgo social, que persigue financiar empresas que combinan el retorno económico con el retorno social (Suiza está emergiendo como centro líder de este tipo de firmas). 

Escribo estas líneas desde la India, en un congreso que intenta definir el futuro de la arquitectura financiera asiática.  Muchos oradores de todo signo hablan del concepto de la “inclusión financiera”, el reto de hacer llegar productos financieros al enorme porcentaje de la población que aún se sitúa en la pobreza más absoluta.  En los últimos años, el tan denostado Bretton Woods II ha conseguido sacar de la miseria a 80 millones de personas al año.  Probablemente nunca en la historia tantos millones de personas hayan salido de la pobreza en tan pocos años.  Sin embargo, el reto que aún queda delante es sobrecogedor.

Todos llevamos dentro un emprendedor.  La diferencia es que muy pocos tienen la suerte de recibir un mínimo de financiación.  Sólo un ejército de emprendedores sacará al mundo de su crisis y de la pobreza en que aún vive.  Pero es necesario encontrar financiación a este ejército.  Hoy los financieros tenemos una gran oportunidad para contribuir a que este ideal sea una realidad.

Cuando tenía diecinueve años vi una foto en la revista Time que me conmocionó: una madre abrazaba a su bebé, ambos habían sido arrollados por camiones militares serbios en el sitio de Sbrenica, y la sangre de ambos cuerpos inertes inundaba la nieve.  Preso de idealismo juvenil decidí trabajar un verano en una leprosería en Africa.  Allí me di cuenta de la inutilidad de mi gesto.  Sin conocimientos médicos, ¿cuál era mi aportación práctica?   Mi fracaso al respecto me acompañó mucho tiempo, y mi contribución solidaria se limitó a hacerme socio de las ONG que me atraían.  Siempre envidié que otras profesiones como los médicos o los farmacéuticos pudieran emplear su experiencia en tareas solidarias de impacto directo.  Sin embargo hace un par de años en Nepal surgió una idea poco romántica pero pragmática:

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