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Ignacio de la Torre

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El iPad no se puede comer

“No puedo comerme el iPad”. Así se expresaba hace un par de meses un asistente a una charla en Queens del Presidente de la FED de Nueva

“No puedo comerme el iPad”. Así se expresaba hace un par de meses un asistente a una charla en Queens del Presidente de la FED de Nueva York (William Dudley, cercano aliado de Ben Bernanke), quien defendía la política del banco central norteamericano de centrarse en la inflación “subyacente” (core), que excluye los componentes energéticos y alimenticios no elaborados.  Así, medida la inflación en EEUU, no es tan alarmante como si se contempla el índice principal (headline). 

Según la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), los vaivenes provocados por la volatilidad en precios de alimentos y petróleo no son estructurales, de ahí la necesidad de fijarse en las magnitudes subyacentes. Además, en muchas ocasiones el consumidor se puede beneficiar de adquirir objetos tecnológicamente más potentes sin pagar más precio por ellos.  El Ipad 2, en palabras del ejecutivo de la FED, es un buen ejemplo, ya que cuesta como el Ipad 1 en su lanzamiento y sin embargo presenta muchas más prestaciones. Fue, en este punto, cuando el orador fue interrumpido por el pantagruélico grito: “No puedo comerme el Ipad”.

Esta anécdota pone de manifiesto un acuciante problema en la política monetaria de los EEUU: el porcentaje cada vez mayor de norteamericanos defensores de abolir la Reserva Federal. Los estridentes fallos en la supervisión bancaria, unidos a los evidentes errores en la política monetaria de la era Greenspan, han colmado la paciencia de muchos consumidores que ven cómo a pesar del mandato dual de la FED (contención de precios y creación de empleo), el “índice de miseria” que aúna inflación y desempleo ha subido a magnitudes muy elevadas, a medida que la desigualdad (medida por el coeficiente de Gini) también ha crecido a los mayores niveles de los últimos treinta años. 

La Fed incide en la inflación subyacente, pero el poder de compra del consumidor medio está cada vez más dañado por la inflación “de verdad” y por el desempleo.  La mitad de la inflación de los EEUU de 2010 puede explicarse por el aumento del petróleo, sin embargo la Fed no tiene control sobre dicho precio (aunque sí se puede afirmar que tipos bajos abaratan el dólar y encarece la importación de petróleo).  La Fed también pone su acento en las expectativas de inflación a la hora de fijar tipos.  Ésta se puede medir según la estiman los mercados (diferencial entre el bono a diez años de los EEUU y su equivalente TIP, o sea, protegido frente a inflación), los economistas (el índice de Filadelfia expone un consenso) o los consumidores (medidos por la Universidad de Michigan). 

 De los tres, el medidor más relevante es este último, ya que es el que más puede afectar a las revisiones salariales.  Sin embargo las expectativas de inflación se pueden mirar a un año o a diez años, y aquí está la paradoja: a un año las expectativas han subido mucho, pero a diez permanecen ancladas.  De ahí el dilema de la FED, ya que debe ser la inflación a medio plazo la que marque la política monetaria, pero dicha política puede resultar muy impopular.

Para añadir aún más confusión, la FED a menudo no se fija tanto en la inflación medida por el CPI (consumerpriceindex, nuestro IPC, donde el peso de cada categoría en la cesta de la compra permanece estático hasta la siguiente revisión plurianual), sino en su medición por el PCE (personal consumptionexpendituresdeflator, donde el peso de cada categoría se va ajustando dinámicamente cada año en función de las subidas de precios relativas.  Por supuesto el derivado favorito de la FED es el corePCE, que excluye petróleo y alimentos.

Por último, uno de los principales factores que afecta al PCE es el OER(owners’ equivalentrent), o la imputación que realiza la oficina estadística de los EEUU por el coste de oportunidad de vivir en una casa, aunque ésta haya sido pagada. El OER está muy ligado a los precios de los alquileres. Así, el petróleo podría haber subido un 30% y los alimentos un 40%, pero si los alquileres han bajado, por ejemplo un 7% y los salarios un 2% es muy posible que el core PCE esté en negativo a pesar de que la cesta de la compra esté muy en positivo. 

Analizado a diez años los resultados serían:

IPC general        IPC Core

26,9%                 20,9%

 

PCE Deflator     PCE Deflator, core

24%                    20,2%

Diez años es un buen periodo porque contiene dos ciclos enteros y subidas y bajadas fuertes del petróleo.  Estos datos parecen mostrar que si la tasa subyacente capta mejor la tendencia de los precios en periodos cortos, a largo plazo puede subestimarla. Si además, el poder de negociación de los empleados se ha reducido debido a la internacionalización de la empresa, y el elevado nivel de desempleo actual, la situación se agrava.

Si a esto le sumamos el hecho de que la FED tenía responsabilidades sobre la supervisión del sistema financiero, tarea en la que indudablemente fracasó, y que existe una percepción generalizada de que la actitud de la Reserva Federal -de garantizar a toda costa la “estabilidad” financiera y bursátil (el famoso“put” de Greenspan)- alentó el apetito de riesgo del sector financiero, la imagen ante el ciudadano se deteriora aún más. El resultado es un divorcio entre la FED y los norteamericanos, a pesar de que la soberanía de la primera viene precisamente del segundo colectivo.  Esto nos lleva al interrogante de cómo la Fed puede desmarcarse de Wall Street sin poner enriesgo el sistema financiero.

Para empezar a solucionarlo, Bernanke ha comenzado a cambiarsu retórica. Por un lado ya no habla de inflación core, término tan denostado por los americanos, sino underlying (en castellano sin embargo solemos traducir ambos como “subyacente”).  Por otro, ha roto una tradición de ochenta años y ha empezado a ofrecer ruedas de prensa tras las reuniones del comité que fija la política monetaria (FOMC). 

La Reserva Federal afronta uno de los periodos más difíciles de su historia. Lamentablemente la política monetaria exige mucho de comunicación política para que resulte creíble. Hasta ahora esta batalla de la comunicación ha sido perdida. Si el Profesor Bernanke no es capaz de darle la vuelta, las consecuencias pueden resultar formidables. Recuerden el último grito que se oyó en el discurso de Dudley:

“¿Cuándo fue la última vez que usted visitó un supermercado?”.

“No puedo comerme el iPad”. Así se expresaba hace un par de meses un asistente a una charla en Queens del Presidente de la FED de Nueva York (William Dudley, cercano aliado de Ben Bernanke), quien defendía la política del banco central norteamericano de centrarse en la inflación “subyacente” (core), que excluye los componentes energéticos y alimenticios no elaborados.  Así, medida la inflación en EEUU, no es tan alarmante como si se contempla el índice principal (headline).