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Implicaciones de un estallido de la burbuja inmobiliaria china
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Ignacio de la Torre

El Observatorio del IE

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Implicaciones de un estallido de la burbuja inmobiliaria china

¿Bonos pagando rentabilidades superiores al 20% tras experimentar en ocho semanas caídas superiores al 23%? ¿Acciones abajo más de un 40% en el mismo periodo? ¿Un

¿Bonos pagando rentabilidades superiores al 20% tras experimentar en ocho semanas caídas superiores al 23%? ¿Acciones abajo más de un 40% en el mismo periodo? ¿Un CDS soberano alcanzando máximos en el último mes? ¿Grecia en 2010? No, es China en Septiembre de 2011.  El meollo del asunto es la situación de su sector inmobiliario.

El pasado lunes en un excelente artículo Kike Vázquez analizaba la preocupante situación del mercado inmobiliario chino, su relación con la financiación oficial y la oficiosa (en la sombra), con las finanzas públicas y con la falta de liquidez asociada. Sobre esa base expongamos qué asuntos han precipitado esta situación y sus consecuencias.

Primero, los precios de las casas en China han subido un 60% en los últimos cinco años. Dichas subidas han hecho mella en la demanda, y las compraventas residenciales han empezado a caer, generándose un claro desequilibrio entre oferta y demanda. No hay estadísticas fiables de los precios de las casas en China, pero todo indica que el exceso de inventario puede apuntar a caídas.

Segundo, existen unos 50.000 promotores inmobiliarios chinos; los más grandes han emitido bonos por un importe superior a los 19.000 millones de dólares.  Dichos bonos se han hundido en el mercado, cotizando actualmente a rentabilidades superiores al 20%, es decir, mostrando elevados niveles de stress.  Por su parte, las acciones de dichos promotores han experimentado caídas superiores al 40% en los últimos dos meses.

Tercero, desde 2008 el gobierno Chino, dentro de sus medidas keynesianas para amortiguar el efecto de la crisis global, expandió la financiación bancaria a los promotores chinos. Este factor ha contribuido a que la masa monetaria (M2) se haya duplicado entre 2008 y 2011. Por lo tanto, existe una relación sistémica entre el sector financiero y el inmobiliario, y por otro lado la intensidad de crédito necesaria para cada crecimiento marginal del PIB chino se ha multiplicado.

Cuarto, como resultado de la expansión monetaria, y de la subida de los precios de los alimentos (especialmente el cerdo), China está viviendo una inflación superior al 6%, la más alta de la última década, lo que ha espoleado el descontento social.

Quinto, como consecuencia del parón inmobiliario, los gobiernos locales han comenzado a experimentar problemas fiscales, lo que está aumentando su endeudamiento (ya en el 28% del PIB) y el apoyo necesario por parte del gobierno central.

¿Qué consecuencias puede tener esta situación en el mundo?

Primero, el parón inmobiliario costará a China unos puntos de crecimiento en su PIB, difícilmente seguirá creciendo por encima del 9%; el éxito o fracaso del gobierno en acelerar el cambio en el modelo productivo marcará que se defienda o no la crucial barrera del 7%, nivel que permite a China crear los puestos de trabajo necesarios para hacer frente a la emigración rural.  

Como señalaba Moisés Naim el domingo pasado en El País, el sistema político chino consiste en un acuerdo entre el Partido Comunista y la población, “nosotros gobernamos, os generamos los trabajos necesarios y vosotros no cuestionáis la falta de libertad”; dicho modelo ha imperado las últimas décadas; ahora puede ser cuestionado.

Segundo, el mercado inmobiliario chino es el principal consumidor mundial de materias primas. China en su conjunto consume el 41% del mercado mundial de estaño, el 39% del de cobre, el 60% del de acero, el 37% del de Nickel, el 40% del de aluminio, el 43% del de Zinc, el 45% del de plomo (Financial Times 4 de Octubre, “Recession fears recast prospects for base metals”).  

Los precios de dichas materias primas ya están reflejando esta situación de crisis. La implicación macro es que países cuyo crecimiento económico se ha basado en la exportación de dichas materias (Australia, Canadá, países latinoamericanos y de África), verán truncado su crecimiento económico en un ya de por sí delicado momento de ralentización mundial.

Tercero, China podría considerar liberalizar más rápidamente su divisa para atenuar los problemas de liquidez, abaratar las importaciones y así reducir el impacto en el IPC, relajar los estándares de concesión de créditos y utilizar parte de sus reservas en una política fiscal pro-cíclica.  La consecuencia sería una posible subida de los tipos de interés reales en el mundo. 

Por lo tanto, la implicación sería negativa en los precios de los bonos gubernamentales “sin riesgo” (especialmente en los de EEUU, en los precios más caros desde los 50, y los de los alemanes, en su mayor precio en casi 200 años si tenemos en cuenta su precedente prusiano). 

Afortunadamente, China tiene muchas palancas para conseguir soft landings (a pesar de que pocas veces en la vida se consiguen los soft landings), pero los riesgos planetarios son evidentes.  “En economía, las cosas tardan en ocurrir más tiempo del que esperabas, y luego ocurren mucho más rápido de lo que pensabas”, dijo hace tiempo Rudiger Dornbusch.

Puede que en China estemos viviendo una situación así.

¿Bonos pagando rentabilidades superiores al 20% tras experimentar en ocho semanas caídas superiores al 23%? ¿Acciones abajo más de un 40% en el mismo periodo? ¿Un CDS soberano alcanzando máximos en el último mes? ¿Grecia en 2010? No, es China en Septiembre de 2011.  El meollo del asunto es la situación de su sector inmobiliario.