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El heroico comportamiento de los españoles
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Ignacio de la Torre

El Observatorio del IE

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El heroico comportamiento de los españoles

En 2006, un grupo de inversores se quejaba de que Alemania era un “país enfermo” incapaz de crecer. Todos los deseos de inversión se concentraban en

En 2006, un grupo de inversores se quejaba de que Alemania era un “país enfermo” incapaz de crecer. Todos los deseos de inversión se concentraban en España, que sí crecía, y este crecimiento se traducía en facturación y beneficio de participadas. A pesar de la carestía de los activos españoles en 2006, ese año nuestro país atrajo más de 200.000 millones de euros en inversión de cartera.

Hoy observamos que nuestro crecimiento se asentaba entonces sobre más que dudosas bases, y que Alemania no crecía, pero estaba llevando a cabo un formidable ajuste de costes laborales y, por lo tanto, de competitividad, ajuste que le ha permitido exponer estos años un crecimiento económico en toda su gloria, y ajuste que me recuerda en gran medida al que está llevando a cabo España estos años. ¿Se equivocaba por lo tanto el grupo de inversores? Yo creo que sí.

Un inversor suele buscar una optimización del binomio retorno-riesgo. En general, este esquema se aplica a la hora de seleccionar acciones o bonos, pero no se realiza de una forma sofisticada a la hora de invertir en "la macro". España crecía en 2006, pero el crecimiento era cancerígeno ya que se basaba en dos enormes riesgos:

Uno, el déficit de cuenta corriente, que superaba el 10% de nuestro PIB en 2007. Por lo tanto, en 2007, de cada 100 euros producidos 10 se financiaban con ahorro exterior, y lo que es más grave, con flujos de cartera, o cortoplacistas, que pueden cambiar en cualquier momento, no con inversión directa extranjera (como instalar una fábrica) que resulta más difícil de “llevarse”. Si este flujo de cartera se cortaba, una décima parte de la economía corría enorme riesgo, máxime cuando su destino final era sobre todo el mercado inmobiliario. Es decir, financiábamos activos de largo plazo y sobrevalorados con pasivos de corto plazo, y el riesgo asociado a este flujo es muy elevado, a pesar de que fue ignorado por casi todos. 

En palabras de un ex-subgobernador del Banco de España, "el déficit de cuenta corriente es indiferente, da igual que el ahorro de un bilbaíno financie el consumo de un murciano, y, por lo tanto, da igual que el ahorro de un alemán financie el consumo de un español". Barbaridad que ignoraba la no existencia de una movilidad laboral en la zona euro. El déficit de cuenta corriente implica un sobrecrecimiento presente a cambio de un menor crecimiento futuro, según las rentas obtenidas a futuro se empleen en repagar la deuda externa acumulada, y no en mayor inversión o consumo.

Dos, el apalancamiento bancario, que también está ligado al primer riesgo. La economía española crecía en términos nominales al 6-7% al año, pero los balances de los bancos lo hacían al 25-30%. Es decir, que la intensidad de crédito era de cuatro a uno: para crecer una unidad marginal más de PIB nominal hacían falta cuatro de endeudamiento bancario. Por lo tanto, este “crecimiento” de PIB es más que dudoso, ya que se basa en la drogadicción de la deuda bancaria, la consecuente excesiva penetración crediticia asociada a la misma, y la burbuja que esta genera en los activos. Esto suele ser el germen de una crisis bancaria, de ahí mis críticas al fenómeno similar que está hoy ocurriendo en China o en otros países emergentes. 

De nuevo, este riesgo supone una hipoteca sobre el futuro de la economía, porque una vez estalla la crisis bancaria, se hace necesario limpiar la banca de activos tóxicos y en general ese proceso conlleva el hundimiento del crédito al sector privado, lo que dispara el paro, y también supone el detraer recursos públicos para sanear la banca, lo que suele ocasionar enormes ajustes fiscales y, por lo tanto, daños en el crecimiento del PIB por subidas fiscales (menor consumo) y por menor inversión pública.

Con todo, podemos rasgarnos las vestiduras, lamentarnos de nuestra mala suerte y seguir emigrando, pero dejemos algo bien claro: desde 2008 España ha afrontado estos dos enormes riesgos y los está ajustando. En total, para 2013 habremos reducido 10 puntos de déficit exterior en cinco años y 16 puntos de apalancamiento bancario sobre PIB en tres, pero tan sólo hemos perdido 6 puntos de PIB en este proceso tan dramático. Yo me esperaba una contracción mucho mayor.

El que lo hayamos logrado muestra que nuestro tejido productivo es mucho más resistente de lo que muchos estimaban. También muestra el heroico comportamiento de nuestro sector exterior, que ha subido siete puntos de PIB en tan sólo tres años. Sin él, no estaríamos viviendo una recesión terrible, sino una terrible depresión.

Cuando la historia económica juzgue estos años de epopeya, se verá con la perspectiva que merece el enorme esfuerzo realizado por nuestra economía. España está eliminando con un doloroso ajuste dos grandes riesgos que la atenazaban y lo ha conseguido con mucho sufrimiento, pero evitando una hecatombe gracias a las exportaciones de bienes y servicios, que un año más han alcanzado récord histórico.

El ser humano puede sacar de sí mismo sus mejores cualidades cuando está enfrentado a la calamidad. Una de estas cualidades es el heroísmo. Ese heroísmo no reside en los fatuos personajes públicos, sino en los héroes anónimos españoles que, una vez más, están conquistando el mundo.

En 2006, un grupo de inversores se quejaba de que Alemania era un “país enfermo” incapaz de crecer. Todos los deseos de inversión se concentraban en España, que sí crecía, y este crecimiento se traducía en facturación y beneficio de participadas. A pesar de la carestía de los activos españoles en 2006, ese año nuestro país atrajo más de 200.000 millones de euros en inversión de cartera.