El Observatorio
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ESG en tiempos de guerra
La más pequeña (por la atención recibida) de las letras de ESG es la S, sin embargo, es también de las más grandes. Defender nuestra sociedad libre con armas es social, muy social
Recuerdo que hace unos 15 años un amigo que se dedicaba a la gestión de inversiones me comentó que había estado visitando a la madre superiora de una congregación de religiosas para dar cuenta de la evolución de su cartera. Cuando apareció, la superiora le espetó a mi amigo: “Antes de nada, quiero saber si usted con mi dinero puede comprar compañías de tabaco, de armas o de alcohol”; mi amigo respondió: “Madre, nosotros nunca dejamos de aprovechar una oportunidad que pueda hacer ganar dinero a nuestros partícipes”. La religiosa replicó, “eso es lo que yo quería oír”.
Ha llovido mucho desde entonces, y hoy la inversión 'socialmente responsable' (que suele acotarse al acrónimo ESG) es dominante en Europa, y en ascenso intenso en EEUU. Como sabemos, la inversión ESG comprende un mandato 'positivo' consistente en buscar inversiones en compañías acordes a la transición energética (por la E), que sean sociales (por la S, aunque en la práctica prima mucho más la E que la S) y bien gobernadas (por la G, aunque la inversión asociada al buen gobierno es mucho anterior a la inversión ESG y ya estaba muy implementada). A pesar de su progresión y de su buen propósito, en ocasiones se ha criticado que algunos galgos pasan por podencos (empresas que no son ESG de verdad fingen serlo y así atraen capital), fenómeno que se denomina 'green washing'.
Por otro lado, se establece una política 'negativa' en el sentido de evitar empresas que no vamos a llamar 'malignas', sino que no cumplen con los criterios arriba expuestos. Suelen englobar empresas energéticas 'marrones' como petroleras, gasísticas o muchas mineras, y abarca otros sectores que se considera pueden tener 'externalidades negativas', como las empresas de juego y, frecuentemente, las que le gustaban a la madre superiora: tabaco, armas y alcohol.
Como consecuencia de estas tendencias, la inversión 'verde' (la afectada por la E) ha subido con fuerza, pero se sitúa aún en niveles muy por debajo de los necesarios para alcanzar la neutralidad de emisiones, y, sin embargo, la inversión 'marrón' ha sido penalizada intensamente, de forma que el volumen de inversión dedicada a exploración e inversión por petroleras y gasísticas se ha situado en algo más de medio billón de dólares, mínimo de mucho tiempo. Las petroleras y las gasísticas, espoleadas por esta tendencia, recompran acciones en vez de obtener más petróleo o gas, y como consecuencia de la mayor demanda energética y de una escasa oferta, afrontábamos precios de la energía muy elevados bien antes de la invasión de Ucrania (figura 1).
Hoy hacemos frente a un conflicto bélico en Europa de mucha envergadura. Existía una convención tácita y reglada por la cual los países renunciaban a utilizar la vía militar para cambiar fronteras. Además, Rusia reconoció en 1991 la integridad territorial de Ucrania a cambio de que esta cediera su arsenal nuclear (tratado de Budapest).
Todo ha saltado por los aires. Ante esta nueva realidad, las columnistas del 'Financial Times' Mary Sommerset y Peggy Hollinger se preguntaban si las acciones de defensa deberían ser ESG, y citaba al primer ministro letón, quien se preguntaba: “¿La defensa nacional no es ética?”. Yo no elucubro sobre si las empresas de defensa deberían ser parte integral de una cartera ESG, sino sobre si al menos aquellas que produzcan armas para sociedades libres debiesen dejar de ser consideradas 'no aptas' (política 'negativa').
Europa afrontará esta crisis con importantes subidas del gasto militar, subidas que, al igual que las inversiones 'verdes', posiblemente no computen como déficit fiscal e incluso se puedan financiar con dinero europeo (tal y como se han financiado los ERTE). Aparte de impulsar el crecimiento económico en un momento muy crítico, estas inversiones permitirán a Europa defender su integridad territorial. ¿Hay algo de poco ético en esto? Por si fuera poco, existe abundante investigación académica que muestra cómo la investigación militar, en conjunción con la universitaria y la empresarial, acaba generando importantes invenciones (el GPS, internet, las nanocámaras o la pantalla táctil son ejemplos de invenciones con origen bélico).
Por si fuera poco, la guerra nos pone a todos ante una realidad: resulta extremadamente difícil para el tejido empresarial y para muchas familias hacer frente a la factura energética, y esta seguirá cara mucho tiempo. Además, Europa por fin ha entendido que tiene que reducir drásticamente su dependencia de la energía rusa para no financiar atrocidades y eso implica tomar decisiones difíciles, entre otras:
Considerar retrasar el cierre de las centrales nucleares alemanas (previsto para 2022), e incluso nutrirse de energía producida por las nuevas minicentrales nucleares francesas.
Potenciar otras fuentes de suministro de gas (ahí España puede desempeñar un papel relevante como intermediario), aunque el gas no se considere una energía 'verde'.
Retrasar la reducción de la utilización de las centrales térmicas. El carbón es muy sucio, sin duda, pero parece haber pocas alternativas a corto plazo, por eso su precio se ha cuadruplicado.
A largo plazo, una capacidad instalada lo suficientemente elevada de energía verde podrá solventar muchos de estos problemas, pero se trata de entender el corto plazo y eso exige tomar decisiones difíciles, entre otros, por el gubernamental partido verde de Alemania.
Cuando me explicaron la famosa pirámide de Maslow, relacionaron cómo las necesidades de los seres humanos cambian en función de su progreso en la necesidad social y económica. En un nivel muy rudimentario, te centras en encontrar comida para sobrevivir, luego cobijo, luego cierto bienestar y pertenencia social y así progresivamente. Pregunté al profesor qué hacías cuando estabas en la cúspide y me respondió: “Te metes a monje budista”. Obviamente, la monja que abre esta columna no era identitaria con el figurado monje budista, pero tenemos que pensar que la pirámide funciona hacia arriba y hacia abajo. La guerra nos hace bajar y, por lo tanto, replantear prioridades.
La más pequeña (por la atención recibida) de las letras de ESG es la S, sin embargo, es también de las más grandes. Defender nuestra sociedad libre con armas es social, muy social.
Recuerdo que hace unos 15 años un amigo que se dedicaba a la gestión de inversiones me comentó que había estado visitando a la madre superiora de una congregación de religiosas para dar cuenta de la evolución de su cartera. Cuando apareció, la superiora le espetó a mi amigo: “Antes de nada, quiero saber si usted con mi dinero puede comprar compañías de tabaco, de armas o de alcohol”; mi amigo respondió: “Madre, nosotros nunca dejamos de aprovechar una oportunidad que pueda hacer ganar dinero a nuestros partícipes”. La religiosa replicó, “eso es lo que yo quería oír”.
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