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Historiadores contra economistas, gran combate
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

Historiadores contra economistas, gran combate

La contabilidad moral es asunto peliagudo. Aun habiendo perdido en general la reciprocidad como mecanismo de ajuste, todavía se estila la partida doble. El problema es que quedan

La contabilidad moral es asunto peliagudo. Aun habiendo perdido en general la reciprocidad como mecanismo de ajuste, todavía se estila la partida doble. El problema es que quedan cuentas desajustadas hasta que algún tipo de acontecimiento mayúsculo permite que el contable vengador trate de ajustar lo que considere oportuno.  En el caso de la crisis que nos ocupa desde hace lo que empieza a parecer una eternidad, ha habido ajustes de cuentas por doquier. Y si hay un gremio a la que el mundo entero se la tenía jurada es el de los economistas.

Lo cierto es que no sólo los economistas de guardia han sido derribados por el huracán subprime, pero otras clases más espabiladas, notablemente políticos y banqueros, han tenido mas reflejos y asideros, y rápidamente se han sumado a la turba que anda por ahí buscando economistas que apalear. Los penúltimos en aparecer, cargando un viejo fundibulo y un saquito lleno de agravios mas antiguos todavía, han sido los historiadores. Digo los penúltimos porque aquí cerca hay otro escribiente ilustre de Cotizalia que parece que también les tiene ganas.

La primera piedra se lanzó desde el campo de los historiadores de lo económico, concretamente desde el despacho en Harvard de Niall Ferguson, estrella mediática gracias a su acento escocés, su mandíbula cuadrada y sus asequibles y estupendos Dinero y Poder y El auge del dinero (una historia financiera del mundo).  Adentrándose en territorio comanche, el profesor Ferguson decidió en su día tomar partido contra los neokeynesianos agarrándose a conclusiones apoyadas en precedentes históricos. Paul Krugman, a quien se podrá acusar de muchas cosas, mas no de rehuir una buena batalla, decidió responder al desafío, y ambos llevan atizándose en los medios desde hace meses

Dependerá de a qué juez de ring se pregunte, pero parece que Krugman va ganando a los puntos, si bien las dudas sobre el multiplicador fiscal (o sea, sobre si la pastizara gastada por los gobierno en planes E y similares va más allá de ella misma) mantienen igualado el combate. Suficientemente igualado como para que un segundo historiador, éste con indudable prestigio color salmón, Gideon Rachman, nos descubriera sus ganas de gresca.

Ya en los albores de la pelea Ferguson contra Krugman, Rachman había escrito un tímido artículo equiparando a historiadores y economistas y criticando de forma bienhumorada la matematización de la Economía académica. Críticas razonables que se oyen incluso dentro de los departamentos de Economía de orientación más matemática y que pueden ser aceptables por el economista más recalcitrante. Pero debe de ser que la sangre de Kid Krug y Bum-Bum Ferguie ha excitado al otrora equilibrado Rachman, porque ahora la equiparación se ha convertido en belicoso destronamiento.

Dado el aparente fracaso de las dotes predictivas de unos economistas que no vieron el desastre hasta que lo tuvimos encima, Rachman anatemiza el carácter científico de la Economía y sugiere, en la onda Ferguson, que quizá haya llegado la hora de confiar en una disciplina que, como la Historia, no tiene, según él, pretensiones científicas, sino más bien un modesto afán de explicar y explicarse el mundo. 

El de Rachman es un punto de vista obviamente parcial. Por un lado, es discutible el no-afán predictor de los historiadores en cuanto se les deja un poco de margen (Ferguson es un caso palmario), previsiones sujetas a la muy cómoda falacia narrativa, de la que hacen gala tanto historiadores como comentaristas y un público sin la formación matemática que le permitiría participar de los debates académicos de los economistas al uso. Y, por otro, la dificultad en la predicción un futuro con excesivas variables no invalida una aproximación científica a la realidad. ¿Qué sería de meteorólogos y biólogos evolucionistas entonces? Así lo entienden economistas como Martin Wolf, que planta cara a Rachman en su propia casa.

En fin, esperemos que nuevos combatientes se sientan motivados en ambos bandos y empiecen a romper sillas intelectuales en cabeza ajena, como en las peleas de las pelis de vaqueros. Éste es un debate en el que puede que ciertos economistas muerdan el polvo, pero del que la Economía como área del conocimiento saldrá sin duda fortalecida.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

La contabilidad moral es asunto peliagudo. Aun habiendo perdido en general la reciprocidad como mecanismo de ajuste, todavía se estila la partida doble. El problema es que quedan cuentas desajustadas hasta que algún tipo de acontecimiento mayúsculo permite que el contable vengador trate de ajustar lo que considere oportuno.  En el caso de la crisis que nos ocupa desde hace lo que empieza a parecer una eternidad, ha habido ajustes de cuentas por doquier. Y si hay un gremio a la que el mundo entero se la tenía jurada es el de los economistas.

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