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Ante el embrollo fiscal, ¿freno a la inglesa o acelerón a la americana?
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

Ante el embrollo fiscal, ¿freno a la inglesa o acelerón a la americana?

Cuando se compara su tino en la diagnosis y prognosis con la precisión de una escopeta de feria, los economistas se defienden aludiendo a que la

Cuando se compara su tino en la diagnosis y prognosis con la precisión de una escopeta de feria, los economistas se defienden aludiendo a que la disciplina actúa sobre el mundo real. Alegan que, salvo para investigaciones macroeconómicas puntuales, no hay nada parecido a un aséptico laboratorio de física, ni que uno se encuentra nunca en condiciones ideales, ni de presión, ni de temperatura ni de nada. Falta de controlabilidad lo llaman los textos, obstáculo mayor cuanto mayores son las variables sobre las que experimentar. Infranqueable en asuntos macroeconómicos. No es cuestión de dividir un continente en dos grupos y aplicar políticas hiperinflacionarias a los de la izquierda del experimentador y deflacionarias a los de la derecha, por poner un ejemplo. Claro que a veces, pocas, San Pablo, patrón de los economistas, intercede para que las cosas se den como si de un experimento se tratase.

Esta vez el torpe jinete de Tarso se ha valido de un ricacho educado en Oxford, hijo de sir y futuro baronet. No sé si esas credenciales harán posible que George Osborne, ministro de finanzas británico, y un servidor nos veamos en el cielo (lo digo por él, pues de que yo, santo varón, llegue hasta allí no hay duda). Apuesto a que sí. Aunque sólo sea por su temor de Dios, del Dios mercado, muy capaz de repetir la jugada el 92, corregida y aumentada. De momento, George Manostijeras ha dado el primer paso para adelgazar el presupuesto lo suficiente como para pasar, él y sus sesenta y dos millones de compatriotas, por el ojo de una aguja. 81.000 millones de libras, un 19%, medio millón de empleados públicos en la calle. Demasiado poco para algunos (los conservadores masajearon a los medios anunciando recortes del 25%), demasiadísimo demasiado para otros, que se quejan de que el gran pagano de los recortes haya sido el beneficiario de la ayuda social, o sea, pobres y minorías. En cualquier caso, una opción estratégica en claro contraste con el creciente gasto norteamericano.

Bienvenidos al laboratorio fiscal: dos economías con interesantes semejanzas (expansión basada en el crédito, peso del sector financiero, déficits salidos de madre, tipos de interés bajísimos, capacidad de imprimir moneda...), dos políticas diametralmente opuestas.

A un lado del ring, el neokeynesianismo salvaje (sí, para los puretas, ya sé que Keynes era otra cosa, pero con el tiempo los obispos siempre acaban arrimando el mensaje del profeta a su sardina), esto es, llenar el agujero privado en la demanda interna a base de gasto público, aguantar el tirón en el convencimiento de que el incremento del déficit hoy será pagado desde los mayores ingresos futuros de una economía en crecimiento. Una posición que vive horas bajas. Tras los últimos datos de empleo en EEUU, ni los ejecutivos financieros ni casi nadie las tiene todas consigo.

En el otro lado, los clásicos virtuosos, para los que el único remedio para la glotonería fiscal es la dieta severa, con la esperanza de que resulte menos draconiana de lo necesario vía ajuste de expectativas de los agentes económicos y bajada de tipos de interés. Es ésta una esperanza cuestionable (y cuestionada incluso por el muy clásico FMI), cuando estamos metidos de lleno, también en R.U. en un proceso de ajuste monetario cuantitativo, es decir, cuando los tipos casi no pueden bajarse más y hay que recurrir a acciones de política monetaria “imaginativas”.

El tiempo dirá quién llevaba razón, aunque parece que los más guerreros de ambos bandos no pueden esperar. Paul Krugman, por ejemplo, salsa de todos los guisos, se ha dado prisa en augurar males sin cuento para los primos británicos, víctimas de la “moda de la austeridad” e imitadores de Andrew Mellon, aquel secretario del Tesoro americano que será recordado por dejar en coma al país a golpes de virtud fiscal durante la Gran Depresión. A lo que yo no puedo esperar es a la previsible respuesta de la horma de su zapato, Niall Ferguson, en otro asalto de ese apasionante combate del que ya hablamos una vez. Pero más allá del ruido y la furia de los comentaristas más ruidosos y furiosos, lo cierto es que el resultado de este experimento tendrá una enorme repercusión en la manera en la que se afrontarán las crisis fiscales en el futuroSólo cabe esperar que los animalitos de laboratorio no suframos demasiado en aras de la ciencia.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Cuando se compara su tino en la diagnosis y prognosis con la precisión de una escopeta de feria, los economistas se defienden aludiendo a que la disciplina actúa sobre el mundo real. Alegan que, salvo para investigaciones macroeconómicas puntuales, no hay nada parecido a un aséptico laboratorio de física, ni que uno se encuentra nunca en condiciones ideales, ni de presión, ni de temperatura ni de nada. Falta de controlabilidad lo llaman los textos, obstáculo mayor cuanto mayores son las variables sobre las que experimentar. Infranqueable en asuntos macroeconómicos. No es cuestión de dividir un continente en dos grupos y aplicar políticas hiperinflacionarias a los de la izquierda del experimentador y deflacionarias a los de la derecha, por poner un ejemplo. Claro que a veces, pocas, San Pablo, patrón de los economistas, intercede para que las cosas se den como si de un experimento se tratase.

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