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¡Sorpresa! Los impuestos se repercuten
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Juan Ramón Rallo

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¡Sorpresa! Los impuestos se repercuten

Ahora que el IVA ha descendido desde el 21% al 10%, muchas salas tampoco han rebajado el precio, sino que han dejado que su margen de beneficios volviera a aumentar

Foto:  El ministro de Cultura y Deporte, José Guirao. (EFE)
El ministro de Cultura y Deporte, José Guirao. (EFE)

El ministro de Cultura, José Guirao, acaba de efectuar un descubrimiento aparentemente extraordinario para cualquier socialdemócrata naif: que las leyes tributarias no configuran directamente la realidad económica. O dicho de otro modo, que los contribuyentes reaccionan ante los cambios tributarios aprobados por los políticos y que, en consecuencia, quien soporta en última instancia el coste de un impuesto no es necesariamente el mismo que aquel a quien la ley le obliga a pagarlo. Todo depende del poder de negociación relativo.

Lo hemos visto con claridad en el caso del IVA sobre el cine: cuando subió del 8% al 21% en 2012, el sector en general no incrementó los precios de las entradas; es decir, el mayor impuesto sobre el consumo fue contra su margen de beneficios, no contra el bolsillo de los usuarios. Y, a su vez, ahora que el IVA ha descendido desde el 21% al 10%, muchas salas tampoco han rebajado el precio, sino que han dejado que su margen de beneficios volviera a aumentar. En suma, quien debía pagar originalmente un mayor IVA era el consumidor, pero no fue él quien lo hizo; a su vez, quien debería disfrutar ahora de un menor precio de la entrada al cine también es el consumidor, pero tampoco está siendo él quien lo hace. Claramente, pues, el obligado tributario no ha coincidido con el contribuyente real.

En suma, quien debía pagar originalmente un mayor IVA era el consumidor, pero no fue el quien lo hizo

Y eso, que los impuestos tengan consecuencias no establecidas en el texto legal que los engendra, es lo que Guirao considera intolerable: “¿para esto hemos disminuido el IVA?”. De ahí que ahora amenace con volver a incrementar el IVA sobre el cine después de que Montoro cediera el año pasado a las presiones del lobby de la industria cinematográfica y se lo redujera (tal lobby, evidentemente, era muy consciente de que la rebaja de su IVA no beneficiaría “al pueblo” sino a sus márgenes de ganancia).

El caso de la incidencia real del IVA del cine es, pues, interesante porque pone de manifiesto que lo que parecía un impuesto sobre el consumo terminó adoptando la forma de un impuesto sobre los beneficios empresariales y que, por consiguiente, quienes exigían al Gobierno una rebaja del IVA sobre el cine estaban, en realidad, exigiendo una rebaja de un tributo sobre las ganancias corporativas de la industria. Pero esta misma disonancia puede darse con cualquier otro tributo… por ejemplo con muchas de las subidas fiscales que está planeando aprobar el Gobierno de Sánchez. Como muestra, dos botones.

placeholder Cine Callao, uno de los más emblemáticos de Madrid. (EFE)
Cine Callao, uno de los más emblemáticos de Madrid. (EFE)

Primero, ¿la subida de impuestos a la banca la terminarán pagando los bancos o, más bien, sus clientes? Como ya tuvimos ocasión de exponer, la banca es un oligopolio legal con una enorme capacidad para repercutir las subidas impositivas que le afectan (su oferta es bastante elástica y su demanda es relativamente inelástica). Por tanto, a la hora de la verdad, el impuesto a la banca no es un impuesto sobre las ganancias de los bancos, sino sobre el consumo de servicios financieros por parte de los usuarios. Cuando Sánchez propone subir el Impuesto sobre Sociedades a la banca está, indirectamente, proponiendo subir el IVA sobre los servicios bancarios.

Segundo, ¿la subida de impuestos a las grandes empresas la terminarán pagando las grandes empresas o, más bien, sus 'stakeholders'? Si bien no existe un fuerte consenso académico sobre quién soporta exactamente el coste de este tributo, sí está bastante claro que este no lo sufren exclusivamente los accionistas de las empresas sino que, en parte, termina siendo trasladado a sus trabajadores. Y no necesariamente en un porcentaje pequeño: tanto en Alemania como en EEUU, se estima que los trabajadores pueden llegar a soportar, en forma de menores salarios, entre el 30% y el 50% del Impuesto sobre Sociedades (y que, para más inri, los trabajadores más afectados son los que poseen una menor capacidad de negociación: los no cualificados, jóvenes y mujeres). O dicho con otras palabras, a la hora de la verdad, el impuesto sobre sociedades es, al menos en parte, también un impuesto sobre las rentas salariales. Cuando Sánchez propone subir el impuesto sobre sociedades a las grandes empresas está, indirectamente, proponiendo subir el IRPF a todos sus trabajadores (sobre todo, a los peor pagados).

Los trabajadores más afectados son los que poseen una menor capacidad de negociación: los no cualificados, jóvenes y mujeres

En definitiva, el PSOE debería darse cuenta de que puede sucederle con sus subidas impositivas exactamente lo mismo que ha pasado con la rebaja del IVA: a saber, que terminen siendo repercutidas sobre personas distintas a aquellas establecidas por la ley. Por desgracia, es dudoso que nada de ello vaya a frenar las ansias recaudatorias de Sánchez: en el fondo, lo que le obsesiona es engrosar las arcas del Estado sea a costa de quién sea. Como ya sucediera con la fiscalidad verde manoseada por la izquierda, etiquetar las subidas fiscales como impuestos a las grandes empresas, a los bancos o a los ricos —aunque no sean ellos quienes realmente las paguen— tiene una finalidad meramente anestesiaste: conseguir minimizar la contestación del electorado a unos sablazos tributarios que, sin ser conscientes de ello, le acabarán afectando.

El ministro de Cultura, José Guirao, acaba de efectuar un descubrimiento aparentemente extraordinario para cualquier socialdemócrata naif: que las leyes tributarias no configuran directamente la realidad económica. O dicho de otro modo, que los contribuyentes reaccionan ante los cambios tributarios aprobados por los políticos y que, en consecuencia, quien soporta en última instancia el coste de un impuesto no es necesariamente el mismo que aquel a quien la ley le obliga a pagarlo. Todo depende del poder de negociación relativo.

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